¿Es todavía hoy posible vivir un encuentro que nos cambie radicalmente la vida? ¿Es posible hoy la vocación? Este domingo escuchamos en el Evangelio el pasaje del encuentro de Pedro con Jesús en el lago de Galilea.
![]() |
Dominio público |
Jesús estaba rodeado de multitud de gente, por lo que Simón pensaba que no se fijaría en ellos. Pero le miró, y le pidió permiso para subir a su barca. ¿De qué habló Jesús aquel día? Lucas no lo señala en su Evangelio, pero si nos vamos al Evangelio de Marcos, Jesús habló de sembrar y de acoger la semilla en tierra buena, de cómo la semilla crece sin que nosotros sepamos cómo y de que, siendo la más pequeña, llega a ser un árbol de grandes ramas que, a su vez, acoge a otros.
Pedro y Andrés, Santiago y Juan,
las dos parejas de hermanos, eran buena tierra en la que la palabra de Jesús
encontró acogida. Por eso, cuando Jesús pidió a Pedro que volvieran a entrar en
el lago para echar las redes, a pesar de que su experiencia le decía que no
pescarían nada, se fio de aquel. Y la pesca fue abundante.
No se vive igual después de un
encuentro así. La vocación cristiana consiste en acoger en uno mismo la vida de
otro, que va creciendo y que llega a hacerse mayor que la propia. Esto se vive
en cualquier forma de amor, ya sea amor de paternidad o de maternidad, de
amistad o amor conyugal. Pero sucede de una forma mayúscula en el encuentro con
Jesucristo, que imprime a la vida una nueva dirección.
Este domingo se clausura el Congreso nacional de Vocaciones en el que hemos reflexionado sobre la necesidad de generar entre nosotros un cambio de cultura. Queremos pasar de una cultura de la opción y de los derechos sin deberes, a una cultura de la vocación y la libertad responsable.
No es igual vivir creyendo que la vida es un proyecto que
yo tengo que crear de forma autónoma, por muchas ayudas y herramientas que se
me ofrezcan, y llevar adelante conforme a mis deseos, defendiendo lo mío sin
atender al bien de los demás (que cada uno se ocupe de lo suyo); no es lo mismo
esto que descubrir la vida como vocación, es decir, como respuesta libre a un
amor siempre primero y siempre más grande. Simón se ha encontrado con este amor
con tal potencia que no se siente digno y quiere apartarlo de sí; «Señor, no
soy digno». Pero este amor no ha venido a apabullarnos, sino a hacer camino con
nosotros para transformar nuestra vida desde dentro.
Al tiempo que es llamado Pedro,
también son llamados Andrés, Santiago y Juan y con el tiempo, lo serán Mateo y
Natanael, Felipe, María la de Magdala, Juana… y otros muchos. La iglesia es la
asamblea de los convocados, llamados por Él, que nos reunimos en torno a Él,
como aquellos primeros discípulos. Hoy el encuentro con Jesucristo se da en
esta asamblea de llamados en la que, con sus pobrezas y límites, con su belleza
y santidad, todos podemos encontrarnos personalmente con Él. Así descubrirá
cada uno el horizonte personal de su propia vida; un horizonte que será siempre
vivido en la comunión, red de relaciones que constituyen la Iglesia, pueblo que
camina en medio de los pueblos.
+ Jesús Vidal
Obispo de
Segovia
Fuente: Diócesis de Segovia