“Simeón abraza a ese niño que, pequeño e indefenso, descansa entre sus brazos; pero es él, en realidad, quien encuentra el consuelo y la plenitud de su existencia abrazándolo”, dice el Papa
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Aula Paulo VI del Vaticano. Foto de archivo |
La Oficina de
Prensa de la Santa Sede publica el texto de la catequesis del Papa Francisco,
preparado para esta esté día sobre su ciclo dedicado a la Infancia de Jesús. El
Santo Padre sigue hospitalizado en el Policlínico Gemelli, en su tratamiento
médico, donde en algunos momentos ha retomado la actividad laboral.
“Contemplemos
hoy la belleza de «Jesucristo, nuestra esperanza» (1 Tm 1,1) en el misterio de
su presentación en el Templo”, comienza así el texto de la catequesis del Papa
Francisco, publicado hoy 26 de febrero por la Oficina de Prensa de la Santa
Sede. Y que forma parte del ciclo de catequesis del Año jubilar.
“En los relatos
de la infancia de Jesús -explica el Pontífice-, el evangelista Lucas nos
muestra la obediencia de María y José a la Ley del Señor y a todas sus
prescripciones. En realidad, en Israel no existía la obligación de presentar al
niño en el Templo, pero quien vivía en la escucha de la Palabra del Señor y
deseaba conformarse a ella, consideraba que era una práctica valiosa. Así lo
hizo Ana, la madre del profeta Samuel, que era estéril; Dios escuchó su oración
y ella, después de tener un hijo, lo llevó al templo y lo ofreció para siempre
al Señor (cf. 1 S 1,24-28)”.
Y recuerda que
“María y José no se limitan a insertar a Jesús en una historia de familia, de
pueblo, de alianza con el Señor Dios. Se ocupan de su custodia y de su
crecimiento, y lo introducen en la atmósfera de fe y culto. Y ellos mismos
crecen gradualmente en la comprensión de una vocación que los supera con
creces”
Simeón: “espera
y esperanza”
También resalta
el testimonio de “espera y esperanza” de Simeón, “que alimenta el deseo de que
se cumplan las promesas hechas por Dios a Israel por medio de los profetas.
Simeón percibe en el Templo la presencia del Ungido del Señor, ve la luz que
resplandece en medio de los pueblos sumidos «en tinieblas» (cf. Is 9,1) y va al
encuentro de ese niño que, como profetiza Isaías, «nació para nosotros», es el
hijo que «nos ha sido dado», el «Príncipe de la paz» (Is 9,5).”
“Simeón abraza
a ese niño que, pequeño e indefenso, descansa entre sus brazos; pero es él, en
realidad, quien encuentra el consuelo y la plenitud de su existencia
abrazándolo”, dice el Papa.
“Es testigo del
don de la fe, que recibe y comunica a los demás; es testigo de la esperanza que
no defrauda; es testigo del amor de Dios, que llena de alegría y de paz el
corazón del ser humano”, reitera Francisco.
Ana consagrada
a la oración
De igual modo,
cita la experiencia de Ana, “una mujer de más de ochenta años, viuda, dedicada
enteramente al servicio del Templo y consagrada a la oración. Al ver al niño,
de hecho, Ana celebra al Dios de Israel, que precisamente en ese pequeño ha
redimido a su pueblo, y se lo cuenta a los demás, difundiendo generosamente la
palabra profética”.
“El canto de la
redención de dos ancianos -dice Francisco- difunde así el anuncio del Jubileo a
todo el pueblo y al mundo. En el Templo de Jerusalén se reaviva la esperanza en
los corazones porque en él ha hecho su entrada Cristo, nuestra esperanza”.
Finaliza el
Papa Francisco invitando a imitar el ejemplo de Simeón y Ana, “«peregrinos de
la esperanza» que tienen ojos claros capaces de ver más allá de las
apariencias, que saben «olfatear» la presencia de Dios en la pequeñez”.
Fuente: Vatican News