Este matrimonio que acaba de cumplir cinco años protagonizó, junto a otros, la clausura de la Semana del Matrimonio. Sortearon la pandemia para darse el «sí, quiero»
![]() |
Foto cedida por el matrimonio Zumalacárregui- Bretín. Dominio público |
—Nuria Bretín: Nos casamos en 2020, en la pandemia. De hecho, tuvimos que
cambiar la fecha de la boda, que estaba prevista para un 20 de junio, porque no
mucho antes aún estábamos confinados. Cada uno vivíamos con nuestros padres y,
en una videollamada con nuestro sacerdote, vimos que teníamos que cambiar la
fecha al 14 de noviembre.
—Ignacio Zumalacárregui: Yo entonces tenía 29 años y Nuria 30. Ya llevábamos
ocho de noviazgo y hablando con el padre Miguel Ángel, nuestro director espiritual,
veíamos que, aunque hubiera dificultades, era nuestro momento.
Entonces se casaron en plena pandemia. Fueron
muy valientes.
—I. Z.: Fue más íntimo de lo que teníamos previsto. Hubo gente que no pudo
venir, pero los que vinieron lo disfrutaron mucho. Los amigos, gente de la
comunidad; nos sentimos muy arropados por todo el mundo. Fue difícil porque
teníamos muchas restricciones, pero lo importante no era el convite.
A dos semanas de la boda nos dijeron que no desde el salón que teníamos
reservado.
¿A dos semanas de la boda? ¿Y entonces cómo
hicieron?
—I. Z.: Encontramos otro un viernes, el sábado hicimos la prueba del menú y al
sábado siguiente fue la boda.
—N. B.: Yo soy cuadriculada para organizar todo, pero al final me dije: «Dios
sabe más». Al final puede más el amor y celebrar. Nos habríamos casado aunque
el banquete fueran unas hamburguesas del McDonald’s.
¿Y qué opinaban sus amigos? ¿Les decían que
eran muy jóvenes?
—N. B.: Mi grupo de amigos ha sido de la iglesia y mi ambiente siempre muy católico.
Ahí lo he tenido fácil. Mi madre es ecónoma de la parroquia San Miguel
Arcángel, en Carabanchel; mi padre monaguillo y yo catequista. Cuando decías
que te casabas, entre los amigos ya había matrimonios.
—I. Z.: Yo, al contrario. He vivido en un ambiente menos parroquial. De varios
grupos de amigos, yo fui el primero en casarse y todos me miraban como si
estuviera loco. Me decían: «¡Si no habéis vivido juntos!». Pero al final nos
apoyaron un montón, me conocen y saben cómo somos. También ellos disfrutaron de
la boda y a todos los he ayudado a atreverse. Después se han casado varios.
—N. B.: A los menos creyentes los hemos ido contagiando, porque el matrimonio es un testimonio.
¿Tuvo un significado especial casarse en un
momento tan complicado?
—N. B.: Ya desde el principio superamos las dificultades apostando por nuestro
matrimonio. Ahora llevamos tres años dando cursos prematrimoniales en la
parroquia porque lo entendemos como una vocación. Damos nuestro testimonio de
cómo nos fiamos de Dios. Al final es dejarte; Él te va a dar el ciento por uno.
Y les hablamos de la importancia de la comunidad, que te apoya en algunos
momentos.
¿Han ampliado ya una familia?
—I. Z.: Tenemos una niña de 10 meses, se llama Martina. Fue una niña muy
buscada y ha sido providencial. Siempre hemos querido, lo hemos pedido
muchísimo y la comunidad ha rezado por nosotros. Ha sido una niña muy de Dios
porque ha sido buscada también a través de la oración.
¿Qué ha supuesto para ustedes participar con
otras parejas que cumplían cinco o diez años en la Misa de clausura de la Semana del Matrimonio en Madrid?
—N. B.: Nos sentimos muy pequeños, muy humildes, muy queridos por Dios y
escogidos por Él. Cuando nos llegó la invitación a través de personas de la
parroquia, no nos lo pensamos mucho. Nos sentimos afortunados por estos cinco
años de casados y por poder celebrarlo de manera especial. Te sientes muy
querido por Dios.
—I. Z.: En el momento en que nos llegó la invitación, yo estaba trabajando y le
dije a Nuria: «Vamos, ¿verdad? Nos apuntamos seguro y ya veremos luego lo
demás».
Y ahora, ¿qué les dicen a esos amigos más
miedosos?
—I. Z.: Yo ahora soy muy pesado con ellos. Cuando los veo con sus novias les
digo: «No quiero meter presión, pero vosotros estáis para casaros». Se ríen.
Vamos a dos o tres bodas por año. Ya están empezando y es una alegría ver cómo
se casan.
—N. B.: A algunos los conocemos de los cursos prematrimoniales. Es muy bonito
animarlos y acompañarlos. Para nosotros es muy especial y un regalo. Somos
humanos, pero tenemos que dar muchas gracias a Dios por todo lo que tenemos.
En cuanto a su historia de amor. ¿Cómo se
conocieron?
—N. B.: Nos conocimos en un campamento de la Asociación Juvenil Corona, formada
por varias parroquias de Madrid. Fuimos juntos un verano.
—I. Z.: Yo siempre fui a una parroquia cerca de casa de mis padres. Dejé de ir
por un tiempo, pero el Señor me seguía llamando. Un sacerdote me decía: «Tú vas
a ir al campamento y vas a ir al campamento». En ese campamento conocí a Nuria,
ella me ayudó a volver a la parroquia, a la Iglesia y a todo lo que había
vivido cuando era más joven. Me ayudó a volver a acercarme a Dios y a volver a
estar con Él. Se lo agradezco muchas veces porque me salvó un poco.
¿Qué es lo que más le gustó de ella?
—I. Z.: De Nuria me encantaba el carácter que tenía. Al principio ella
intentaba poner distancia entre nosotros, pero yo tengo un carácter muy
diferente al suyo, la buscaba y congeniábamos muy bien. Además, me parecía muy
guapa. Eso ayuda.
¿Y a usted de Ignacio, Nuria?
—N. B.: A mí me gustaba la forma de ser de Ignacio porque, como era tan diferente
a mí, era una persona extrovertida que me hacía reír por todo.
Rodrigo
Moreno Quicios
Fuente:
Alfa y Omega