Hablar bien de los demás y no mal de ellos es algo que concierne a todos incluso al Papa, dijo, hace parte de ser humanos
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Un denso
discurso del Papa Francisco a la Curia Romana en su saludo de navidad, donde
recordó una vez más la guerra en Tierra Santa. Retomando las palabras de San
Pablo, escribiendo a la comunidad de Roma: «Bendigan y no maldigan nunca»,
Francisco hizo una reflexión: Digan lo bueno y no digan lo malo” de los demás,
en nuestro caso de las personas que trabajan en la oficina con nosotros, de los
superiores, de los colegas, de todos.
El Papa en su
discurso navideño dedicado a la Curia Romana, luego que el Decano diera su
saludo en donde habló de las guerras, Francisco recordó que ayer no
dejaron entrar al patriarca en Gaza y volvieron a bombardear en lugares donde
estaban tantos niños. Esto es crueldad, afirmó.
Retomando las
palabras de san Pablo cuando escribió a la comunidad de Roma: «Bendigan y
no maldigan nunca» (Rm 12,14). Podemos entender dicha exhortación
de este modo: “Digan lo bueno y no digan lo malo” de los demás, en nuestro caso
de las personas que trabajan en la oficina con nosotros, de los superiores, de
los colegas, de todos, dijo reflexionando al respecto.
Hablar bien de
los demás, ser humildes
Hablar bien de
los demás y no mal de ellos es algo que concierne a todos incluso al Papa,
dijo, hace parte de ser humanos. Esta actitud dijo, de hablar bien de los demás
es una "expresión de la humildad, y la humildad es el rasgo
esencial de la Encarnación, en particular del misterio del Nacimiento del
Señor, que nos disponemos a celebrar. Una comunidad eclesial vive en gozosa y
fraterna armonía en la medida en que sus miembros transitan por el camino de la
humildad, renunciando a pensar y hablar mal de los demás".
Y propuso a
todos practicar un camino de humildad, ejercitarnos en el acusarnos a nosotros
mismos, mencionando a Doroteo de Gaza, ese lugar que hoy día es sinónimo de
muerte y destrucción, desde esa ciudad, él ha edificado la Iglesia
con instrucciones y cartas llenas de sabiduría evangélica. También nosotros,
hoy, introduciéndonos en su escuela, dijo, podemos aprender la humildad de
acusarnos a nosotros mismos para no hablar mal del prójimo. "Cuando uno ve
un defecto en una persona, sólo puede hablar con tres personas: con Dios -sobre
eso-, con la persona, y si no puede hablar con la persona, con quien en la
comunidad pueda ocuparse de eso. Y nada más", dijo.
“En una de
sus instrucciones, Doroteo dice: «Si algo enojoso le sucede al humilde,
enseguida se lo achaca a sí mismo, juzga que se lo ha merecido, no soporta
reprochar a otro por ello, ni busca culparlo. Sencillamente lo soporta sin
perturbarse, sin abatirse y en total calma. Por eso “la humildad ni se irrita,
ni irrita a nadie”» (Doroteo de Gaza, Conferencias, n. 30). Y sigue: «No
busques conocer el mal de tu prójimo, y no abrigues sospechas contra él. Y si
nuestra malicia las hace nacer, procura transformarlas en buenos pensamientos»
(ibíd., n. 187)”
Acusarse a sí
mismo es un medio para rechazar el individualismo y adoptar un espíritu
comunitario. De hecho, manifiesto que quien se ejercita en la virtud de
acusarse a sí mismo y la práctica de manera constante, se libera de las
sospechas y de la desconfianza, abriendo espacio a la acción de Dios, el Único
que crea la unión de los corazones. Este proceso, señaló, se enraíza en la
humildad divina, reflejada en la condescendencia del Verbo, quien se abajó al
hacerse humano.
Bendecidos
bendigamos
Francisco
recordó que la Encarnación de Cristo es un acto de bendición y misericordia de
Dios hacia la humanidad, revelando que en Él no hay maldición, sino solo
gracia. Este misterio invita a los creyentes a sumergirse en la gracia de Dios,
volviéndose canales de bendición para los demás, incluso para quienes los
tratan mal. La Virgen María, modelo de humildad y bendición, encarna plenamente
esta misión al traer al mundo a Jesús, la Bendición divina.
“Todos
necesitamos ser inmersos en este misterio, pues de otra manera corremos el
riesgo de volvernos áridos, como esos canales vacíos, secos, que no llevan
siquiera una gota de agua. El trabajo de oficina frecuentemente es árido y a la
larga termina por secarnos, si uno no se nutre de experiencias pastorales, de
momentos de encuentro, de relaciones de amistad, en la gratuidad. Es por eso,
sobre todo, que cada año tenemos necesidad de hacer Ejercicios espirituales:
para sumergirnos en la gracia de Dios, sumergirnos completamente. Dejarnos
“empapar” por el Espíritu Santo, por el agua vivificante en la que cada uno de
nosotros es querido y amado “desde el principio”. Entonces sí, si nuestro
corazón está inmerso en esta bendición original, entonces somos capaces de
bendecir a todos, incluso a los que nos parecen antipáticos, también a los que
nos han tratado mal”
Ante el drama
de una humanidad tantas veces oprimida por el mal, ¿qué hace Dios? ¿Se levanta
en su justicia y hace caer la condena desde lo alto? Así, en cierto modo, lo
esperaban los profetas hasta Juan el Bautista. Pero Dios es Dios, sus
pensamientos no son nuestros pensamientos, sus caminos no son nuestros caminos
(cf. Is 55,8). Su santidad es divina y, por tanto, paradójica a nuestros ojos,
continuó el Papa.
“El
movimiento del Altísimo es abajarse, hacerse pequeño, como un grano de mostaza,
como un germen de hombre en el seno de una mujer. Invisible. Así comienza a
tomar sobre sí la masa enorme, insoportable, del pecado del mundo. Nos ayuda,
para abajarnos, a acudir al Sacramento de la Reconciliación. Nos ayuda. Cada
uno puede pensar: «¿Cuándo fue la última vez que me confesé?»”
Artesanos de
bendición
Más adelante,
el Papa dijo que contemplando a María, imagen y modelo de la Iglesia, estamos
llamados a considerar la dimensión eclesial del bien-decir, por tanto llamó
también a sus miembros a ser "artesanos de bendición," llevando
la gracia de Dios a toda la humanidad, siguiendo el ejemplo de Abraham. Aunque
si, "muchas tareas puedan parecer humildes o escondidas, todas contribuyen
al objetivo de difundir la bendición divina". Exhortó por último, a ser
coherentes, evitando hablar mal de otros, y a vivir como instrumentos de
bendición en todas las acciones diarias.
Patricia Ynestroza-Ciudad del Vaticano
Fuente: Vatican News