El franciscano Martín María de Porres va camino de los altares: su buen humor cautivó a muchos
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Un fraile
negro, que en su día tuvo que abandonar Estados Unidos por los
prejuicios raciales que se vivían en ese momento, va camino de los
altares. El portal National Catholic Register acaba de contar su
interesante historia.
El Siervo de
Dios Matthias DeWitte Ward nació en 1918 en el barrio de Charlestown de
Boston (EE.UU), en el seno de una pareja interracial de fe metodista.
Durante su infancia, junto con sus padres y sus 11 hermanos, se mudó a
Washington, DC, donde, al ser mulato, iba a sufrir prejuicios tanto de blancos
como de negros.
Ya en
Washington, durante su adolescencia, conoció el catolicismo y solía
acudir a la iglesia de San Agustín. A los 17 años, mientras asistía a misa
con un amigo, se convirtió y recibió la confirmación en la catedral de San
Mateo en 1940.
La humildad
hecha carta
Poco tiempo
después, discernió su vocación religiosa y, en 1942, ingresó en el
seminario de los Padres Salvatorianos en St. Nazianz, Wisconsin, donde
permaneció hasta que una enfermedad pulmonar infecciosa lo obligó a
abandonarlo.
Por razones
desconocidas, se mudó a Brooklyn. Allí, lo presentaron a los Frailes Menores
Franciscanos Conventuales. En ese momento, la mayoría de los seminarios
no aceptaban hombres negros, pero los franciscanos conventuales lo
aceptaron en el Seminario San Francisco en Staten Island, convirtiéndose en el
primer afroamericano en unirse a la orden.
Antes de pedir
su ingreso, Ward le escribió esta carta al encargado de vocaciones:
"He
recibido sus formularios de solicitud, pero antes de que los complete, Padre,
deseo dejar claro que soy de color. No sé si lo mencioné antes, pero usted no
preguntó por mi nacionalidad. Amable Padre Celestino, no quisiera causarle
vergüenza a nadie. Si usted piensa que no es prudente aceptarme, no me
sentiré ofendido de ninguna manera, pero tal vez su política sea no aceptar
a personas de color en este momento. Por favor, escríbame pronto al respecto.
No se sienta ofendido por decirme la verdad, por favor. Dios los bendiga".
Los
franciscanos conventuales no vieron ningún problema en que fuera negro, por lo
que ingresó a finales de 1945, tomando el nombre religioso de Martín
María de Porres para honrar tanto al santo de América del Sur como a
la Virgen, a quien tenía mucha devoción.
Alejado de
su familia
Después de
completar sus estudios en Staten Island, se trasladó al Seminario Mayor St.
Anthony-on-Hudson en Rensselaer, Nueva York. Su conversión al
catolicismo le había alejado de gran parte de su familia, pero encontró
amigos en St. Anthony-on-Hudson, entre sus compañeros religiosos y las personas
a las que servían en las parroquias cercanas. El padre Martin bautizó a su
padre en su lecho de muerte.
Tras su
ordenación en la cercana Albany, Nueva York, en 1955, Ward se ofreció como
voluntario para trabajar en las misiones brasileñas de su orden. Esta oferta
fue aceptada, ya que era algo habitual entre los sacerdotes afroamericanos, ya
que muchos de los obispos estadounidenses de la época no les permitían
servir en sus diócesis.
Su primer
destino fue en Andrelândia, en el estado de Minas Gerais, donde rápidamente
aprendió portugués y comenzó a enseñar en la escuela. Más tarde, serviría en
otras ciudades como Río de Janeiro. Sería capellán de las Hermanas
Sacramentinas de Nuestra Señora, encargado de vocaciones de su orden,
director espiritual y profesor del seminario.
Su ánimo
risueño le hizo ganarse el cariño de muchos. De hecho, sus compañeros frailes
lo describieron como un hombre de "personalidad cautivadora, a quien le
encantaba reír y hacer reír a los demás. Vivir con él en comunidad era un
verdadero deleite".
"Cuando
Fray Martín compartía su historia de vocación hablaba de los prejuicios que
sufría por ser negro y del hecho de haber padecido una enfermedad pulmonar
infecciosa. También de cómo todas las dificultades las había superado
gracias a la fe en la Divina Providencia y a la devoción a la Virgen
Inmaculada, a quien consagró su vocación", recuerda Voice.
En 1985, el
padre Martín fue trasladado de Goiatuba, Brasil, al seminario de su orden en
Andrelândia, donde pasó el resto de su vida. Con su buen humor y evidente
piedad, se ganó el cariño de muchos. Según la Provincia Franciscana Conventual
de Nuestra Señora de los Ángeles (OLA), "por los pasillos del Seminario
siempre pasaba ante la imagen de la Santísima Virgen y hacía una reverencia. A
nuestros ojos como postulantes, parecía un poco excesivo, pero, con el
tiempo, aprendimos a valorarlo como un gesto de amor a Nuestra Señora".
Siguió
oficiando la misa
Un artículo en
Black Catholic Messenger afirma: "Se le conoce, sobre todo, por ser un
confesor muy compasivo, que siempre estaba disponible para el
sacramento de la reconciliación. Muchas personas acudían a él para
confesarse. Fue capaz de hacer que muchas personas volvieran a la Iglesia y que
otros tantos profundizaran en su fe".
El 20 de junio
de 1999, mientras celebraba la misa, sufrió un infarto, pero permaneció
en el altar hasta terminar la misa. Fue trasladado a un hospital de Río de
Janeiro, donde murió dos días después.
El custodio
provincial brasileño, Fray Valdomiro Soares Machado, dijo en su momento:
“Andrelândia ya no será la misma; el Seminario ya no será el mismo porque su
mecedora estará vacía frente al televisor. Extrañarán los chistes, los
juegos de palabras, los sustos y las risas alegres. Extrañaremos al
maestro, al confesor, al pacificador… pero tenemos un intercesor en el
Cielo".
Enterrado en el
cementerio del Seminario São Francisco de Assis, en Andrelândia, es
frecuente encontrar fieles rezando por su intercesión ante su tumba. Su
causa de beatificación obtuvo el permiso local para iniciarse en la diócesis de
São João del Rei en 2020. Recibió la aprobación del Vaticano para continuar en
junio de este año, en el 25 aniversario de su fallecimiento. Hasta 2022 se
habían atribuido dos milagros a su intercesión. Estos supuestos milagros están
siendo investigados.
Fuente: ReligiónenLibertad