LA UNCIÓN DE LOS ENFERMOS, UN SACRAMENTO INCOMPRENDIDO

Hay una creencia generalizada de que la Unción de Enfermos se da a quien está a punto de morir, por eso es comprensible que se rehúya a recibir este sacramento

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La Unción de los enfermos es probablemente el sacramento menos comprendido de los siete. Esta es la información fundamental al respecto de este don de Dios para la Iglesia:

Es un sacramento

La Unción de los Enfermos es un sacramento, o sea, un signo sensible instituido por Jesucristo para darnos la gracia santificante y ciertas gracias específicas, que son la preparación del alma al Cielo, el perdón de los pecados veniales, de las imperfecciones y hasta de los pecados mortales y, si Dios juzgara oportuno para la salvación del enfermo, la gracia de la recuperación de la salud.

El Catecismo de la Iglesia católica dice que:

“Con la sagrada unción de los enfermos y con la oración de los presbíteros , toda la Iglesia entera encomienda a los enfermos al Señor sufriente y glorificado para que los alivie y los salve. Incluso los anima a unirse libremente a la pasión y muerte de Cristo; y contribuir, así, al bien del Pueblo de Dios”.

(CEC, 1499)

Quiénes pueden recibirlo

Además, agrega quiénes pueden recibirlo:

"La Unción de los enfermos no es un sacramento sólo para aquellos que están a punto de morir. Por eso, se considera tiempo oportuno para recibirlo cuando el fiel empieza a estar en peligro de muerte por enfermedad o vejez”.

(CEC 1514)

Además, puede recibirse varias veces, de acuerdo con las siguientes circunstancias:

“Si un enfermo que recibió la unción recupera la salud, puede, en caso de nueva enfermedad grave, recibir de nuevo este sacramento. En el curso de la misma enfermedad, el sacramento puede ser reiterado si la enfermedad se agrava. Es apropiado recibir la Unción de los enfermos antes de una operación importante. Y esto mismo puede aplicarse a las personas de edad avanzada cuyas fuerzas se debilitan”.

(CEC 1515)

Los ministros del sacramento

Es importante destacar que solamente los obispos y presbíteros pueden administrar este sacramento, ungiendo al enfermo en la frente y en las palmas de las manos. Esta práctica viene de la Iglesia primitiva, cuando los apóstoles, imitando a Jesucristo, usaban los óleos y la imposición de las manos para pedir a Dios la curación de los enfermos.

Además, si es posible, el enfermo debe confesarse. Es por esta razón que solo el sacerdote puede administrar la Unción de los enfermos.

Pero si la persona está comprobadamente muerta, ya no puede recibir este sacramento, ya que no es un sacramento de muertos ni para personas que ya no están en pleno uso de sus facultades. La Unción de los enfermos es un sacramento de vivos, orientado a sanar el alma y, si es posible, también el cuerpo del enfermo o de la persona a punto de morir.

Fundamento bíblico

Encontramos que la Unción de los enfermos está claramente mostrada en la Biblia, prefigurada en el Evangelio de Marcos:

“Y, yéndose de allí, predicaron que se convirtieran; expulsaban a muchos demonios, y ungían con aceite a muchos enfermos y los curaban” (Mc 6,12-13).

La Carta de Santiago recomienda el sacramento y explica cómo debe ser administrado:

“¿Está enfermo alguno entre ustedes? Llame a los presbíteros de la Iglesia, que oren sobre él y le unjan con óleo en el nombre del Señor. Y la oración de la fe salvará al enfermo, y el Señor hará que se levante, y si hubiera cometido pecados, le serán perdonados” (Stg 5,14-15).

Mantener la esperanza en la misericordia de Dios

El Papa Francisco es insistentemente enfático en resaltar la misericordia de Dios Padre y en invitarnos a mantener siempre viva la esperanza en Dios y en su bondad infinita.

El propio Jesucristo es explícito a este respecto: “Habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta que por 99 justos que no tengan necesidad de conversión” (Lc 15,7).

Al final de cuentas, este es el mensaje del cristianismo: Dios es nuestro Padre, nos ama infinitamente y está dispuesto a todo para perdonarnos y darnos la eterna felicidad a su lado. Solo que Él no nos obliga y respeta nuestra libertad de acepar su amor.

Fuente: Aleteia