Un poco de caos hace falta”, dijo el Papa Francisco mientras que un grupo de niños se situaba a su alrededor al inicio de la Audiencia General de este miércoles.
Imagen referencial del Papa Francisco Crédito: Vatican Media. Dominio público |
Al
inicio, recordó algunos frutos enumerados por San Pablo como el amor, alegría y
paz, magnanimidad, afabilidad, bondad y confianza, mansedumbre y temperancia.
A
diferencia de los carismas, que el Espíritu concede a quien quiere y cuando
quiere para el bien de la Iglesia, “los frutos del Espíritu son el
resultado de una colaboración entre la gracia y la libertad”, subrayó el
Pontífice.
Entre
estos frutos, el Papa Francisco destacó la alegría. Afirmó que “con Jesucristo
siempre nace y renace la alegría” y destacó que aunque a veces haya “momentos
tristes”, siempre está la paz.
“La
alegría, fruto del Espíritu, tiene en común con cualquier otra alegría humana
un cierto sentimiento de plenitud y satisfacción, que hace desear que
dure para siempre. Sin embargo, sabemos por experiencia que eso no
ocurre, porque todo aquí abajo pasa rápidamente”, señaló a continuación.
En
este contexto, el Santo Padre citó la juventud, la salud, la fuerza, el
bienestar, las amistades, el amor... cualidades que, aunque “no pasaran
rápidamente, después de un tiempo ya no son suficientes, o incluso se vuelven
aburridas”.
Esto
se debe, según precisó el Pontífice, a la inquietud del corazón. Citando a San
Agustín, remarcó que estamos hechos para el Señor y que “nuestro corazón está inquieto”
hasta que descanse en Él.
Por
ello, recordó que la alegría evangélica, a diferencia de cualquier otra
alegría, “puede renovarse cada día y volverse contagiosa”.
Señaló
también que la alegría que es fruto del Espíritu Santo “no sólo no está sujeta
al inevitable desgaste del tiempo, sino que se multiplica al compartirla con
los demás”.
A
continuación, recordó a San Felipe Neri, conocido como el “apóstol de Roma”,
que pasó a la historia como el santo de la alegría.
Remarcó
que este santo “sentía un amor tal por Dios que a veces parecía que el corazón
le iba a estallar en el pecho. Su alegría era, en el sentido más pleno, un
fruto del Espíritu”.
Basándose
en el ejemplo del santo fundador de la Congregación del Oratorio, quien
“perdonaba todo y perdonaba siempre”, recordó que “Dios perdona todo, Dios
perdona siempre. Y esta es la alegría, ser perdonados por Dios. A los
sacerdotes, a los confesores, siempre les digo: perdonad todo, no mandéis
demasiado. Perdonad todo y siempre”.
Por
último, subrayó que “no se puede comunicar con caras largas y rostro sombrío,
sino con la alegría de quien encontró el tesoro escondido y la perla
preciosa”.
Al
término de la Audiencia General, durante el saludo a los peregrinos, el Papa
Francisco se dirigió a los más pequeños para invitarles a rezar por los niños
de Ucrania que sufren a causa de la guerra, especialmente debido a las
condiciones del “duro invierno”.
El
Santo Padre también dirigió su mirada a la situación en Tierra Santa, y pidió
que se haga la paz. “Oremos por la paz”, exhortó antes de impartir su
bendición.
Por Almudena Martínez-Bordiú
Fuente: ACI