¿Es la soltería una vocación? ¿Vive el soltero una vocación frustrada? ¿Puede Dios llamar a algunos a permanecer solteros?
Crédito: Daniel Ibáñez/ACI Prensa |
Sacerdotes
expertos en matrimonio y familia reflexionan sobre esta cuestión y acerca de la
vocación innata y fundamental: la vocación al amor.
La soltería
no es una vocación… ¿Por qué?
El P. Juan de
Dios Larrú, presidente de la Asociación Persona y
Familia, dedicada a la formación, investigación y promoción social
sobre el matrimonio y la familia, afirma que la soltería “no es una vocación”.
En conversación
con ACI Prensa, explicó que “existe la vocación al amor. Todos estamos llamados
al amor. Evidentemente, esta vocación al amor se declina para cada uno en una
modalidad concreta: el matrimonio o la virginidad. En sentido estricto, no hay
una vocación a la soltería”.
Ante esto, el
también Catedrático de Moral Fundamental y Vida cristiana, Vicedecano de la
Facultad de Teología de la Universidad San Dámaso y Director de la Revista
Española de Teología, advirtió que hay dos peligros: “El primero es interpretar
el amor como una intensa atracción emotiva hacia otra persona; y, el segundo,
entender la vocación como un oficio, una función que Dios nos encomienda y que
tenemos que cumplir”.
El término
vocación, añadió, “siempre está unido al amor” y por ello “toda la vida es
vocación, porque estamos llamados a ser amados y amar”.
Señaló que ser
hijos de Dios “es la experiencia fundamental y permanente de la vocación al
amor”, al tiempo que precisó que “la vocación es siempre un don y una
iniciativa divina a la que el hombre responde” y que, como Dios nos ha amado
primero, “ser amado y amar es posible en el encuentro con los demás, en el
encuentro con Cristo de un modo absolutamente singular”.
“Ya desde la
creación, no es bueno que el hombre esté solo. Dios no llama al hombre a la
soledad sino a la comunión, a la santidad, como perfección del amor”, expresó.
El P. José
Noriega, quien fuera profesor del Pontificio Instituto Juan Pablo II para las
Ciencias del Matrimonio y de la Familia, relató también a ACI Prensa que “la
llamada comporta un estado que se deja para entrar en otro al que se llama”.
El sacerdote de la Congregación Discípulos de los Corazones de Jesús y María, quien descarta que “haya una vocación a la soltería”, afirmó que “es
necesario situarse en la vocación bautismal”, ya que “esa es la llamada”.
“Y en ella se
dan otras llamadas. Pero la soltería no es una llamada, sino un permanecer en
el estado que da el Bautismo. Iría en contradicción con aquello de que ‘no es
bueno que el hombre esté solo’”, aclaró.
Sin embargo,
aunque no sea una vocación, el P. Larrú enfatizó que “toda persona bautizada es
miembro del cuerpo de Cristo y es insustituible e irrepetible”.
Por lo tanto,
“una persona soltera puede aportar algo único y muy valioso a la vida de la
Iglesia en tantas facetas y ocasiones que la vida nos ofrece. A través de los
dones que cada uno recibe y las acciones que realiza edifica el Cuerpo de
Cristo que es la Iglesia”.
¿Vive
el soltero una vocación frustrada?
Una persona
puede permanecer soltera por múltiples circunstancias de la vida. Pero “Dios no
deja flecos sueltos, tiene un plan para cada uno y todos podemos vivir una vida
fecunda”, precisó el P. Larrú.
“Dios nos
conduce a la santidad por caminos insospechados y, por tanto, esta persona no
tiene por qué vivirlo como una frustración o un fracaso”, afirmó.
Para el
sacerdote, lo que produce esta frustración “es la falta de respuesta o de
compromiso, el miedo a responder o el vivir una vida acomodada”, algo que “le
puede suceder a cualquier persona”.
La angustia
–continuó— “nunca proviene de la soltería, sino de un modo equivocado de vivir
y plantear la vida, alejándose de la perspectiva del don y de la gratuidad en
la que todo hombre ha de concebir su existencia. La persona soltera no tiene
motivos para la angustia, sino para la gratitud y el gozo de estar llamada a la
felicidad”.
El sacerdote
español dirige un claro mensaje para aquellos solteros que viven angustiados:
“Lo primero que les diría es que ya están viviendo su vocación filial. Es
comprensible el sufrimiento de aquellos que ven cómo van pasando los años y no
concretan la promesa esponsal de su vocación, pero Dios nos promete a cada uno
un amor pleno, al que vamos gradualmente respondiendo, sin angustias ni
temores”.
“Este
plan no está preestablecido desde el principio de los tiempos para que se
cumpla sí o sí. No, Dios nos ama primero y, en la trama de la vida, se va
entretejiendo esa respuesta, en diálogo con el Señor y con los demás. Por eso
hay que estar atento, para reconocer Su presencia en las mediaciones humanas y
poder realizar la promesa del amor para siempre”.
Además,
advirtió que “uno tiene vocación al matrimonio cuando se ha enamorado de una
persona concreta. No se puede decir ‘Tengo vocación al matrimonio, pero aún no
he encontrado a la persona adecuada’. No podemos pensar: ‘Dios ya me dirá quién
es el elegido’, porque las cosas no funcionan así. Esa persona no es un detalle
menor, sino que es la esencia de la vocación al amor”.
Reiteró además
que “uno no elige enamorarse, sino que es algo que acontece. Para madurar en el
enamoramiento hacia el amor verdadero es necesario la mediación de los demás.
De este modo se aprende a vivir no desde mi deseo, sino desde la relación que
me llama a vivir un amor más grande. En este tránsito del enamoramiento al amor
se pasa de vivir con otro a vivir para otro”.
¿Dios puede
llamar a algunos a permanecer solteros?
“Hay personas
que pueden quedar solteras. Entonces nos podemos preguntar: ¿se puede realizar
la vocación al amor en esta coyuntura? Yo pienso que sí, desde luego. Hay
muchas formas de vivir la vida que permiten a esas personas realizar su
vocación. Porque Dios tiene un plan para cada uno; nadie está aquí por
casualidad y la llamada a amar está en la raíz de nuestra existencia”, explicó
el P. Larrú.
También precisó
que “toda nuestra vida es una historia de amor entre Dios y nosotros; esto
también vale para los solteros. Todos somos hijos, por lo que la experiencia
filial es nuestra primera y principal vocación. Los solteros pueden vivir esta
llamada al amor desde su filiación”.
En cuanto a
aquellos que desean casarse y formar una familia, señaló “que el deseo de
comunión es universal. Benedicto XVI decía que todo hombre tiene el deseo de
una casa, de un hogar, pero ¿qué ocurre? Este deseo hay que concretarlo”.
“Hoy vivimos
una gran crisis de la promesa y de la temporalidad. Los jóvenes encuentran gran
dificultad para entrar en las relaciones, en los vínculos fuertes y estables.
No basta proyectarse en las personas o en relaciones ideales, porque nadie
encaja en ello en realidad”.
Además,
defendió que “hay que desmitificar la figura del príncipe azul. No existen; hay
personas concretas, con cualidades y defectos. No hay que idealizar a nadie,
sino aprender a prometer”, aseveró.
¿Cómo se
puede vivir la soltería de una forma correcta?
El modo
de vivir correctamente la soltería como cualquier otra situación de la vida es,
según explicó el sacerdote, “desde la aceptación de sí mismo, y desde el amor a
Dios y a los demás como nos enseña Cristo en el Evangelio”.
“La vida está
siempre llena de oportunidades de maduración y crecimiento que hemos de saber
aprovechar para ser cada día mejores personas”, señaló el P. Larrú.
Añadió que los
solteros “por supuesto” pueden tener una vida fecunda, ya que “la experiencia
originaria humana a la que nos ha llamado Dios es la de ser hijos. Desde ella
se aspira a ser esposos y ser padres”.
“La fecundidad
es la sobreabundancia de un amor pleno y ellos también pueden vivir esta
plenitud. El amor verdadero siempre es fecundo. Y este amor hace que una
persona soltera pueda cuidar a sus padres, a sus abuelos, a sus sobrinos..., o
ayudar en la catequesis de la parroquia, o en una ONG como voluntario, ser un
gran profesional... Así se puede vivir plenamente el amor filial y tener una
vida fecunda muy concreta”.
“Los
matrimonios descubren que en la continencia hay también una misteriosa
fecundidad; los sacerdotes en el celibato, los religiosos en la virginidad por
el Reino. La fecundidad tiene su origen en el Espíritu Santo y encuentra en el
misterio doloroso de la Cruz y en el glorioso de la Resurrección su fuente
primera”, precisó.
Por último, el
P. Larrú destacó el papel que juegan los cónyuges. “Los matrimonios que viven
del amor que reciben de Dios y lo comunican se convierten en testimonio vivo y
creíble. Eso tiene un gran poder de atracción”.
“Cuando uno se
encuentra con alguna persona que vive su vocación irradiando alegría,
entusiasmo, esperanza… Eso atrae a los jóvenes. Ese testimonio es
importantísimo para que otros puedan recorrer su propio camino vocacional, para
que puedan decir: Yo quiero vivir así”, concluyó.
Por Almudena
Martínez-Bordiú
Fuente: ACI Prensa