¿Cómo cuidar el alma y el cuerpo según los valores de un católico, combinando la oración con el cuidado diario?
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¿Pueden y deben
los católicos cuidar de sí mismos? Curiosamente, las investigaciones muestran
que el ascetismo (negarse a aquellas cosas que dan gusto y ofrecerlas) y los
sacrificios son buenos para el cuerpo y la psique, no solo para el alma.
Entonces, ¿tal vez debería todavía mortificarse un católico?
1. Comienza tu
día con oración
Nada organiza
mejor tu día que unos momentos de oración nada más despertarte. La oración de
la mañana es un momento para agradecer a Dios por la vida, por un día más que
tenemos la oportunidad de vivir. Puedes comenzar con el Padre Nuestro o
simplemente agradecer a Dios por lo que tienes. Puedes confiarle tu día. La
oración fundamenta una perspectiva espiritual en la vida cotidiana. Un
sacerdote que conocemos llamó a la oración el oxígeno del alma. Sin él, el alma
muere, como un cuerpo sin oxígeno.
Te permite
comenzar el día con más paz en tu corazón. Te ayuda a concentrarse en lo que es
realmente importante en lugar de sucumbir a la presión de las tareas
cotidianas. Curiosamente, numerosos estudios científicos destacan que cuidar el
aspecto espiritual es importante para nuestra salud.
2. Cuida tu
cuerpo, templo del Espíritu Santo
Cuidar la salud
y la condición física es responsabilidad de un católico. Una alimentación
saludable, una actividad física regular y un sueño adecuado son elementos del
autocuidado físico que nos ayudan a mantener la salud y el bienestar. Además,
la gracia se basa en la naturaleza.
Una excelente
manera de combinar la oración con la actividad física es caminar con el
rosario, preferiblemente en un parque. Estos paseos son una forma de actividad
que alivia el estrés y permite la reflexión diaria.
San Pablo nos
recuerda: "¿No sabéis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo que
está en vosotros, el cual tenéis de Dios?" (1 Corintios 6,19). Cuidando
nuestro cuerpo, mostramos gratitud por el regalo de la vida.
3. Involúcrate
en ayudar a los demás
Cuidarte a ti
mismo significa no sólo atender tus propias necesidades, sino también estar
abierto a las necesidades de los demás. Ayudar a los demás no es sólo un deber
del cristiano, sino sobre todo una fuente de profunda alegría y satisfacción.
Recordemos que
"Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán
misericordia" (Mt 5,7). Y además: "Todo lo que
hicisteis a uno de estos hermanos míos más pequeños, a mí lo hicisteis"
(Mt 25,40). Es importante destacar que la investigación científica sobre el
autocuidado también enfatiza el valor de abrirnos a los demás y el impacto
beneficioso de esta apertura en nuestra salud mental.
4. Descansa al
ritmo de Dios
Celebrar un día
de descanso, es decir el domingo, es más que una obligación. Es una oportunidad
para recargar tus baterías espirituales pasando tiempo con tu familia,
participando de la Eucaristía y permitiéndote un descanso que renueva tu cuerpo
y alma.
El descanso
según el mandamiento de Dios restablece el equilibrio en la vida. Como dice el
Libro del Génesis, incluso Dios descansó después de crear el mundo (Génesis
2,2). Al darnos tiempo para regenerarnos, respetamos el don de nuestro cuerpo y
espíritu.
5. Practica la
gratitud
La gratitud es
otro elemento importante de la vida espiritual católica. Y un elemento de
autocuidado científicamente probado con innumerables beneficios para la salud
física y mental. Cada día vale la pena encontrar un momento para agradecer a
Dios por las pequeñas cosas: por la salud, por los seres queridos, por las
pequeñas bendiciones cotidianas. Llevar un diario de gratitud puede ser una
herramienta útil en este proceso.
Pablo escribió:
"Dad gracias en todo" (1 Tesalonicenses 5,18). Practicar la gratitud
nos enseña a ver lo bueno en nuestra vida y abre nuestro corazón a la acción de
Dios. Este es un paso pequeño pero poderoso hacia una mayor alegría y paz.
Bogna Białecka
Fuente: Aleteia