El auténtico éxtasis en la mística cristiana tiene sus raíces en la humildad, la reverencia y un profundo sentimiento de sobrecogimiento ante la majestad de Dios
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Livioandronico2013 CC via Wikipedia |
En las muy
diversas tradiciones de la mística cristiana,
el éxtasis se
describe a menudo como una experiencia transformadora excepcional en la que el
alma trasciende (o, mejor, suspende) los sentidos físicos y entra en íntima
comunión metafísica con Dios.
¿Qué es el
éxtasis?
Este estado,
descrito con detalle por los grandes místicos de la Iglesia (principalmente por
santa Teresa de Ávila y san Juan de la Cruz), se
entiende estrictamente como un don divino, y no como la etapa final de los
propios esfuerzos espirituales.
El alma es
atraída por Dios más allá de las limitaciones del cuerpo y experimenta un
estado alterado de conciencia que a menudo se manifiesta como una profunda
sensación de paz, una alegría radiante y una mayor conciencia del amor de Dios.
El éxtasis no
es un acontecimiento emocional o psicológico, sino un encuentro espiritual
personal del alma con lo divino. En la enseñanza católica, esta experiencia se
entiende como una elevación del alma por el Espíritu Santo.
Una
suspensión de los sentidos
El místico a
menudo pierde la conciencia del mundo exterior y entra en lo que santa Teresa
llamaba una "suspensión de los sentidos". En estos momentos, el
individuo se siente completamente absorbido por la presencia de Dios, lo que
conduce a lo que algunos describen como una abrumadora sensación de paz y
belleza. Estas experiencias, aunque fugaces, dejan una impresión duradera en el
alma y profundizan su relación con Dios hasta niveles desconocidos.
Los santos que
experimentaron estos estados a menudo relataron profundas visiones o
revelaciones durante el éxtasis. Por ejemplo, santa
Catalina de Siena, cuyas experiencias extáticas están bien documentadas,
describió momentos en los que su alma se sentía elevada al cielo, se encontraba
con Cristo y recibía instrucciones divinas.
Santa Rosa de Lima, otra mística, a menudo entraba en
éxtasis durante horas seguidas, y sus compañeros dominicos observaron que
parecía completamente desprendida del mundo físico durante estas experiencias.
Estos ejemplos
demuestran que el éxtasis religioso no es solo un acontecimiento personal, sino
que a menudo es percibido por quienes rodean al místico como un signo visible e
incluso milagroso de la presencia de Dios.
Necesidad de
discernimiento
La Iglesia
siempre ha ejercido el discernimiento cuando se trata de experiencias
espirituales tan extraordinarias. Como explicó santo Tomás de Aquino, el
éxtasis místico puede adoptar diversas formas, desde la simple suspensión de
los sentidos externos hasta la forma más elevada: la contemplación directa de
Dios.
En este estado,
se dice que el alma está tan abrumada por la luz divina que el cuerpo pierde
temporalmente su capacidad de funcionar con normalidad. Sin embargo, esta
experiencia no es el objetivo de la vida espiritual: no es más que un medio
para llevar al alma a una unión más estrecha con Dios.
De hecho, los
grandes místicos de la Iglesia recomiendan prestar poca o ninguna atención a
este tipo de experiencias sobrenaturales, recordando al creyente que el
objetivo final de la vida espiritual no es el éxtasis, sino el crecimiento en
la caridad.
También es
importante distinguir el verdadero éxtasis místico de otros estados emocionales
o psicológicos que pueden asemejarse a él. Numerosos teólogos y estudiosos de
la religión han sostenido sistemáticamente que algunas pseudoformas de éxtasis
cuasi-religioso podrían estar influidas por emociones personales, o incluso por
el espíritu maligno.
La doctrina
católica subraya que la verdadera prueba de la experiencia mística es su fruto.
Si la experiencia conduce a una mayor humildad, amor y compromiso con la fe, se
considera auténtica. Por el contrario, si conduce al orgullo o a la división,
se mira con recelo.
Las raíces
del auténtico éxtasis
En los tiempos
modernos, el concepto de éxtasis religioso sigue formando parte de ciertos
movimientos cristianos carismáticos (católicos o no), en los que las prácticas
extáticas de culto (como ser "muerto en el Espíritu" o la "risa
santa") se consideran signos de la presencia del Espíritu Santo.
Sin embargo, la
Iglesia sostiene que el auténtico éxtasis, tal como lo describen los santos,
tiene sus raíces en la humildad, la reverencia y un profundo sentido de
sobrecogimiento ante la majestad de Dios. Una vez más, el éxtasis místico no es
algo que deba buscarse por sí mismo, sino un don concedido a los creyentes que
buscan la gloria de Dios a través de la oración contemplativa.
En última
instancia, el éxtasis en la mística cristiana apunta a la realidad divina que
aguarda a toda alma. Es un anticipo del cielo, donde el alma experimentará la
unión perfecta con Dios, libre de limitaciones sensoriales. Para quienes lo
experimentan, el éxtasis es un momento de profunda gracia, un recordatorio de
que Dios está cerca, atrayendo al alma hacia su amor eterno.
Patricia Navas
Fuente: Aleteia