El amor de Jesús
Dominio público |
I. Al final de
nuestra vida, Jesús será nuestro Juez y nuestro Amigo. Mientras vivía aquí en
la tierra, y también mientras dure nuestro peregrinar, su misión es salvarnos,
dándonos todas las ayudas que necesitemos. Desde el Sagrario, Jesús nos protege
de mil formas. ¿Cómo podemos tener la imagen de un Jesús distanciado de las
dificultades que padecemos, indiferente a lo que nos preocupa? Ha querido
quedarse en todos los rincones del mundo para que le encontremos fácilmente y
hallemos remedio y ayuda al calor de su amistad. No dejemos cada día de
acompañarle. En esos pocos minutos que dure la Visita serán los momentos mejor
aprovechados del día. ¿Y qué haremos en la presencia de Dios Sacramentado? Pues
amarle, alabarle, agradecerle y pedirle.
II. Nuestra
confianza en que saldremos adelante en todas las pruebas, peligros y
padecimientos no está en nuestras fuerzas, siempre escasas, sino en la
protección de Dios, que nos ha amado desde la eternidad y no dudó en entregar a
su Hijo a la muerte por nuestra salvación. Aunque el Señor permita tentaciones
muy fuertes o que crezcan las dificultades familiares o se haga más costoso el
camino..... nada de lo que nos pueda ocurrir podrá separarnos de Dios, basta
que nos acerquemos a Él que espera siempre en el Sagrario más próximo. Ahí
encontraremos la mano poderosa de Dios y podremos decir: Todo lo puedo en Aquel
que me conforta.
III. La
serenidad que hemos de tener no nace de cerrar los ojos a la realidad o de
pensar que no tendremos tropiezos o dificultades, sino de mirar el presente y
el futuro con optimismo, porque sabemos que el Señor ha quedado para
socorrernos. Iremos al Sagrario para encontrar el consuelo, la paz y las
fuerzas necesarias. “¿Qué más queremos tener al lado que un tan buen amigo, que
no nos dejará en los trabajos y tribulaciones, como hacen los del mundo?” (12).
Si alguna vez no sabemos muy bien qué decirle, Santa María, que tantas veces
habló con su Hijo aquí en la tierra y ahora lo contempla para siempre en el
Cielo, nos pondrá en los labios las palabras oportunas. Ella acude siempre
prontamente para remediar nuestra torpeza.