"El Señor ha ido guiando mi vida. No ha sido tan claro y tan rápido como yo quisiera pero, bueno, hemos ido caminando"
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Lucía Fonts Santana, misionera comboniana |
Lucía Fonts
Santana es una joven misionera comboniana, española nacida y educada de pequeña
en Holanda, que vive en República Centroafricana entre los pigmeos, un pueblo
atacado a menudo por sus vecinos para utilizarlos como mano de obra
semi-esclava.
Habla de su
experiencia misionera con Bárbara Bustamante en "Mantita y
fe", un programa de fe y testimonios que impulsa Gospa Arts.
Lucía recibió
la fe en su familia del Camino Neocatecumenal. "La misión ad gentes es algo
que siempre he escuchado y he conocido familias misioneras",
explica. "Mi padre trabajaba en una organización de la Unión Europea en la
oficina de patentes. Vivíamos muy cómodamente", señala. Pero su padre
entendió que educar cristianamente a su familia en ese contexto era muy difícil
y volvieron a España y colocaron a Lucía en un colegio católico.
Era una niña
pero vio que aunque ya no tenían una casa de tres pisos y visitas
frecuentes al parque de atracciones, la familia era más feliz y unida a
los abuelos y parientes. Su padre también trabajó en África y en parte le
contagió el interés por la misión.
Una vocación
con los signos de Dios
A los 16 o 17
años, leyó La ciudad de la alegría, de Dominique Lapierre,
sobre Teresa de Calcuta y se encendió su deseo de entregarse
a ayudar a los demás. Más adelante entendió que eso se iba a vehicular
entregándose como misionera.
"El Señor
ha ido guiando mi vida. No ha sido tan claro y tan rápido como yo quisiera
pero, bueno, hemos ido caminando", explica, señalando que Dios
suele ser muy respetuoso y "a veces quisiéramos que no lo fuera tanto para
dejarnos las cosas más claras, pero Él tiene sus tiempos".
Estudiando enfermería, en
la biblioteca de su universidad encontró la revista Mundo Negro,
de los misioneros combonianos, y le encandiló la foto de "una monja con un
niño negro". La revista invitaba a hacer una experiencia misionera. Su
primera experiencia en Mozambique la cautivó.
Primero pensó
en ser solo una enfermera cooperante, pero el acompañamiento de las
combonianas la ayudó "a descubrir los signos de Dios en la vida".
"Me encontré con Jesús, con su amor, que Él me quería toda para
Él", entendió.
De San Daniel Comboni, el obispo que fundó los combonianos
para evangelizar en África, aprendió que "el misionero que no
tuviera un fuerte sentimiento de Dios acabaría encontrándose con
un vacío insoportable en las misiones, porque al final en las
misiones te encuentras con con situaciones muy duras y de mucha soledad.
Necesitas estar lleno de Dios".
Primero se
formó en Esmeraldas, Ecuador, trabajando con indígenas y con afrodescendientes.
"Tengo un gusto especial por esas zonas que están muy, muy
alejadas, que es difícil llegar y te encuentras personas muy
sencillas muy en contacto con la naturaleza y que viven de lo que la
naturaleza les da, con agricultores, personas que saben cazar, pescar, con una
capacidad impresionante de recibir el Evangelio", explica.
A África con
los pigmeos
Después llegó
el momento de ir a África. "Yo dije: yo jamás de la vida podré ir
a la selva, prefiero que me manden al desierto, que soy una
histérica con los bichos y las enfermedades y no voy a durar nada
allí". Pero constató que Dios actúa "con un milagro detrás del otro,
hay que solo dejarse hacer". Y la enviaron a República Centroafricana con
los pigmeos.
Los pigmeos
siempre fueron un pueblo seminómada que se desplazaba cazando o recolectando.
No son agricultores y sus circunstancias en nuestra época son muy duras.
En la cultura
pigmea, todo se comparte y casi nada se guarda. "Si encuentran una gacela,
la van a compartir entre todos; si encuentran tres plátanos, lo van a repartir
entre toda la familia. No acumulan porque de un momento a otro se irán a otro
lugar, dejando sus casas, con lo esencial en unas cestas".
Las combonianas
tienen allí un pequeño hospital que atiende gratis a los pigmeos.
"Somos cuatro. La mies es mucha, los obreros pocos. Si hay alguna
chica que quiera ser misionera: no te lo pienses mucho, porque trabajo
hay muchísimo, déjate hacer, acompáñame, el Señor sigue llamando".
Entre los
retos, el idioma, en este caso el idioma sango. Y situaciones de miseria,
"niños que mueren en mis manos, que dices 'este niño, si estuviera
en un sitio donde hay medicamentos, lo podríamos haber salvado'". Vio
también los abusos contra los pigmeos, que "son utilizados como mano de
obra barata y casi semiesclavitud".
También vivió
experiencias de acompañamiento y fe. Una mujer musulmana, embarazada y
con VIH, fue abandonada por su familia. Las religiosas la acogieron y
cuidaron. Fue ella la que intrigada pidió la catequesis y se bautizó antes de
morir. "Nuestro contacto con las personas, no sabemos cómo,
misteriosamente despierta algo en ellas", explica Lucía.
Intentando
servir a los niños
Las combonianas
también se esfuerzan en que las niñas puedan ir al colegio (muchas
familias se resisten y las usan como mano de obra cotidiana). También han
organizado una escuelita en un campamento pigmeo. "Fue creado
especialmente para ellos porque nos lo pidieron ellos, estaban siendo
expulsados del Congo, pidieron a la misión católica crearles un sitio
donde ellos pudieran hacer su pueblo y tener una escuela. Es mi escuela
favorita porque van niños pigmeos y bantúes y trabajamos mucho la integración
entre las dos etnias".
Los donativos
que dan los cristianos concienciados con el Domund y las misiones sirven para
todo tipo de obras de evangelización y desarrollo. En República Centroafricana,
como en tantos países, es muy importante formar a los catequistas (pueden
estar 4 meses en régimen de internado preparándose), organizar
campamentos para los niños, apoyar las escuelas y dispensarios...
Con el país
lleno de fuerzas armadas, rebeldes, guerrillas y bandidos, las misioneras a
menudo pasan miedo. Pero Lucía lo tiene claro: "Si tuviera mil vidas las
daría todas por la misión, si volviera a nacer diez veces todas las
daría por estar allí, y si es con guerra, pues con guerra".
Puede escucharse la entrevista entera aquí:
Jesús M . C.
Fuente: Religión en Libertad