Tras abandonar el Centro de Retiros San Francisco Javier, el Santo Padre Francisco se trasladó en coche al Estadio Nacional en el Singapore Sports Hub para la celebración de la Santa Misa, donde afirmó que “al final la vida acaba por devolvernos a la única realidad, la de que sin amor no somos nada”.
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El Papa Francisco preside la Misa en Singapur este 12 de septiembre Crédito: Daniel Ibáñez/ EWTN News. Dominio público |
A las 17.15 horas (hora local) el Papa Francisco presidió la
Eucaristía correspondiente a la Memoria del Santísimo Nombre de María.
“El origen no es el dinero, es el amor”
Al inicio de su homilía, el Papa Francisco agradeció a la
Iglesia de Singapur, la cual está “viva, en crecimiento y en diálogo” con
otras religiones.
Haciendo referencia a las “imponentes construcciones” del país,
el Santo Padre remarcó que incluso en su origen “no está en primer lugar,
como muchos piensan, el dinero, ni la técnica, ni siquiera la ingeniería —todos
medios útiles—, sino en definitiva el amor, el amor que construye”.
En concreto, reiteró que “no existe una obra buena detrás de la
cual no haya, tal vez, personas brillantes, fuertes, ricas, creativas,
aunque sean siempre mujeres y hombres frágiles, como nosotros, para los cuales
sin amor no hay vida, ni impulso, ni razón para actuar, ni fuerza para
construir”.
"Si
algo bueno existe y permanece en este mundo, es sólo porque, en múltiples y
variadas circunstancias, el amor ha prevalecido sobre el odio, la solidaridad
sobre la indiferencia, la generosidad sobre el egoísmo”, señaló.
Para
el Pontífice, “si no fuera por eso, aquí nadie habría podido hacer crecer una
metrópolis tan grande, los arquitectos no habrían hecho proyectos, los obreros
no habrían trabajado y nada se habría podido realizar”.
En
este sentido, afirmó que detrás de cada una de las obras que tenemos ante
nosotros “hay muchas historias de amor por descubrir”.
Y
es bueno que aprendamos a interpretar estas historias, continuó el Papa
Francisco, “escritas en las fachadas de nuestras casas y en los trazados de
nuestras calles, y a transmitir su memoria, para recordarnos que nada que sea
perdurable nace y crece sin amor”.
Lamentó
que a veces la grandeza y la imponencia de nuestros proyectos “pueden hacernos
olvidar esto, engañándonos al pensar que podemos ser los autores de nosotros
mismos, de nuestra riqueza, de nuestro bienestar, de nuestra felicidad; sin embargo,
al final la vida acaba por devolvernos a la única realidad, la de que sin amor
no somos nada”.
En
esta línea, explicó que la fe “nos confirma y nos ilumina aún más sobre esta
certeza, porque nos dice que en la raíz de nuestra capacidad de amar y de ser
amados está Dios mismo, que con corazón de Padre nos deseó y nos llamó a la
existencia de modo totalmente gratuito y que, de manera igualmente gratuita,
nos ha redimido y liberado del pecado y de la muerte, mediante la muerte
y resurrección de su Hijo Unigénito”.
“En
Él está el origen y el cumplimiento de todo lo que somos y lo que podemos
llegar a ser”, remarcó.
El amor humano es reflejo del amor de Dios
De este modo, señaló que “en nuestro amor vemos un reflejo del
amor de Dios”, ya que “más allá de lo maravillados que nos sentimos ante
las obras creadas por el hombre, nos recuerda que hay una maravilla todavía más
grande, que hay que abrazar con admiración y respeto aún mayores”.
Se trata, según el Pontífice, “de los hermanos y hermanas que encontramos
cada día en nuestro camino, sin preferencias ni diferencias”.
También señaló que “el edificio más hermoso, el tesoro más
precioso, la inversión más rentable a los ojos de Dios somos nosotros, hijos
amados de un mismo Padre, llamados a su vez a difundir el amor”.
Esto, para el Papa Francisco, “lo podemos constatar en numerosos
santos, hombres y mujeres conquistados por el Dios de la misericordia,
hasta el punto de convertirse en su reflejo, en su eco, en su imagen viva”.
El ejemplo de la Virgen María y San Francisco Javier
Puso de ejemplo a la Virgen María, en quien “vemos el amor del
Padre manifestado en una de las formas más bellas y totales: la de la
ternura de una madre, que todo lo comprende y perdona, y que nunca nos
abandona. Por eso nos encomendamos a ella”.
También recordó a San Francisco Javier, que fue recibido en esta
tierra en numerosas ocasiones. Siguiendo su ejemplo y el de María, el Papa
Francisco animó a los fieles a preguntarse: “Señor, aquí estoy, ¿qué quieres
que haga?”.
“Que estas palabras nos acompañen no sólo en estos días, sino
siempre, como un compromiso constante de escuchar y responder con prontitud a
las invitaciones al amor y a la justicia, invitaciones que también hoy
nos siguen llegando desde la infinita caridad de Dios”, concluyó el Papa
Francisco.
Al final de la celebración, tras las palabras de acción de
gracias del Arzobispo de Singapur, el Cardenal William Goh Seng Chye, el Papa
Francisco regresó en coche al Centro de Retiros San Francisco Javier.
Por Almudena Martínez-Bordiú
Fuente: ACI