El Papa pone fin al viaje más extenuante de su pontificado tras pasar por Indonesia, el país con más musulmanes; la selva de Papúa Nueva Guinea; el abrumadoramente católico Timor Oriental y el enclave ultratecnológico de Singapur
Foto: Reuters/Guglielmo Mangiapane |
Lo que le
sucedió a Fati en un poblado del distrito de Mendi, capital de la provincia de
Southern Highlands, es solo un ejemplo más de cómo en Papúa Nueva Guinea rige
una red atroz de justicia paralela. Cuando su padre falleció de un infarto
fulminante, su hermano la señaló furibundo con el dedo y gritó: «¡Bruja!». A su
iracundo linchamiento pronto se unió una turba de vecinos rabiosos que se
lanzaron contra ella y fue apaleada hasta quedar inconsciente. Cuando despertó,
la torturaron hasta que confesó el supuesto maleficio. No existen estadísticas
oficiales sobre estos delitos, pero según una investigación de Australia, unas
3.000 personas acusadas de sanguma —como llaman a la magia negra—
fueron asesinadas entre 2000 y 2020. La mayoría, mujeres situadas en lo más
bajo del escalafón social.
El Papa ha
tocado durante su visita al país, tras su paso por Indonesia —que dejó la
imagen del beso que le dio en la frente el gran imán de la mezquita Istiqlal,
Nasaruddin Umar— este drama provocado por la furia de la superstición y las
venganzas personales. Se lo explicó de forma sucinta la monja franciscana
Lorena Jenal, que lleva varias décadas poniendo freno a esta caza de brujas
contemporánea. Acoge en un hogar llamado Casa de la Esperanza, en la diócesis
de Mendi, a 250 mujeres estigmatizadas por sus comunidades por estas creencias
absurdas ancladas en la sociedad. «Han sido víctimas de torturas e intentos de
asesinato. Fueron acusadas falsamente», señaló la monja ante Francisco durante
su reunión con el clero papú en el santuario de María Auxiliadora. En este
refugio se curó también Fati. Lo hizo gracias a Maria, una de las primeras en
llegar a este centro, que estuvo presente en el encuentro con el Pontífice.
Llegó en diciembre de 2017, después de que quemaran su piel con varillas de
hierro incandescentes durante horas porque un hombre de su poblado soñó que le
perseguía con un cuchillo. «Tenía quemaduras de tercer grado por todo el cuerpo
y no sabíamos si podríamos salvarle la vida», afirmó Jenal. Su familia la
repudiaba porque enfrentaba «sentimientos de miedo y vergüenza». Pero las
monjas les fueron igualmente informando de su evolución. Con el tiempo, «se
dieron cuenta de que era inocente y comprendieron lo mucho que había sufrido»,
afirmó la franciscana. Actualmente Maria trabaja ayudando a otras mujeres que
han vivido un infierno como ella en el hogar católico que la acogió hace siete
años. Según el misionero Franco Zocca, que estuvo destinado en Papúa Nueva
Guinea, el papel de la Iglesia para contrarrestar estas prácticas es crucial:
«La fe en el poder de Jesucristo es el antídoto más poderoso para contrarrestar
las creencias demoníacas, pero también es necesaria una respuesta nacional».
Durante su
breve visita a la remota diócesis de Vanimo, una localidad en el noroeste del
país, el Papa pidió a los católicos que se acerquen a Jesús y promuevan su amor
allá donde vayan, afirmando que esto ayudará a «expulsar el miedo, la
superstición y la magia de los corazones de la gente, a poner fin a
comportamientos destructivos como la violencia, la infidelidad, la explotación,
el abuso del alcohol y las drogas». En esta ciudad, en plena selva húmeda
tropical, a 991 kilómetros de Port Moresby, los misioneros asisten las
necesidades de las aldeas, la mayoría situadas en selvas impenetrables salvo
con un machete.
El Papa
aterrizó el pasado martes en Timor Oriental, que está considerado el país más
católico del mundo después del Vaticano, ya que así se declara el 98 % de su
población. La capital, Dili, le recordó lo que es un descomunal baño de masas,
con las calles abarrotadas por decenas de miles de personas que esperaban —a
pesar del sol abrasador y la humedad— ver el paso fugaz de su coche blanco.
En la catedral
de la Inmaculada Concepción de Dili, Francisco se reunió con los 347 sacerdotes
y 1.038 religiosas del país, que gestionan más de 50 hospitales y 300 escuelas,
y les pidió que «amen la pobreza» y no se dejen tentar por la «soberbia y el
poder». A pesar de sus recursos petrolíferos, Timor Oriental sigue siendo un
país subdesarrollado. Un tercio de su población vive con menos de dos dólares
al día. El Papa —que eligió el español para sus discursos— también consideró
que necesita un «renovado impulso de evangelización», con el objetivo de lograr
una reconciliación nacional tras los «sufridos años de conflicto». Las heridas
de la guerra de independencia de Indonesia, que duró de 1976 hasta 2002 y acabó
con el 10 % de su población, siguen abiertas entre las nuevas generaciones.
Francisco
celebró Misa ante cerca de 600.000 personas, la mitad del país, en la explanada
Taci Tolu. Muchos durmieron a la intemperie para poder ocupar un puesto lo más
cercano posible al altar. La gran afluencia fue facilitada por el Gobierno del
país, que concedió tres días libres en el trabajo y en los colegios coincidiendo
con la visita papal. En la homilía instó a no tener miedo de «hacernos pequeños
ante Dios, de perder nuestra vida o de dar nuestro tiempo» para la acogida a
los demás. Y mostró su alegría por la presencia de tantos jóvenes y niños, lo
que definió como «un don inmenso».
Posible ataque
La Policía
indonesia detuvo a siete personas que, presuntamente, planeaban
un ataque contra el Papa durante su visita al país. Los sospechosos fueron
arrestados entre el 2 y el 3 de septiembre en las ciudades de Bogor y Bekasi, a
unos 50 kilómetros de la capital, pero sus identidades no han sido reveladas
por la unidad antiterrorista Densus-88, encargada del operativo. Durante el
registro de una de las viviendas de los sospechosos, confiscaron arcos y
flechas, un dron y material propagandístico del Estado Islámico. El hallazgo de
esta propaganda reforzaría la hipótesis de un intento frustrado de ataque
terrorista de corte islamista contra el Pontífice. Pese a que las autoridades
se esfuerzan por promover un islam tolerante y pacífico, Indonesia ha
registrado en los últimos años varios ataques yihadistas.
La última etapa
de este viaje fue Singapur, una ciudad-Estado de cinco millones de habitantes
que ostenta la privilegiada posición de ser uno de los principales enclaves
financieros mundiales. Francisco ha alertado del reto que suponen las nuevas
tecnologías en tanto que miraba de reojo hacia China, de la que la separan poco
más de 3.700 kilómetros en línea recta.
Victoria Isabel Cardiel C.
Fuente: Alfa y Omega