Lo primero y más fundamental que todos los católicos debemos tener presente es que no existen muchas Misas, la Misa es una sola
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Misa de sanación, de réquiem, votiva, cantamisa... Algunas de estas expresiones son de naturaleza litúrgica, referidas a una celebración o intención en particular, mientras que otras señalan una característica del misterio de nuestra fe. ¿Por qué tendríamos que hacer esta distinción y cuántas Misas existen realmente?
Lo primero y más fundamental que todos los
católicos debemos tener presente es que no existen muchas Misas, la Misa es una
sola. Podrá celebrarse de diversas maneras (ritos) y por diferentes intenciones,
pero es una sola porque creemos en un solo Dios, porque tenemos una sola fe que
nos viene de un solo bautismo y porque formamos parte de una sola comunidad
llamada Iglesia.
San Justino, mártir, describe la santa Misa
Los numerales 1322 al 1419 del
Catecismo de la Iglesia Católica nos dan luz y doctrina sólidas acerca de la
Sagrada Eucaristía con sabias y sentidas palabras, enraizadas en la Palabra, la
Tradición y la reflexión magisterial.
Ahí encontramos una descripción de la
santa Misa, escrita hacia el año 155 d.C. por san Justino (mártir
de la Iglesia primitiva griega, filósofo y Padre apologista). Después de tantos
años, sorprende la vigencia de sus palabras:
"El día que se llama día del sol
tiene lugar la reunión en un mismo sitio de todos los que habitan en la ciudad
o en el campo. Se leen las memorias de los Apóstoles y los escritos de los
profetas, tanto tiempo como es posible.
Cuando el lector ha terminado, el que
preside toma la palabra para incitar y exhortar a la imitación de tan bellas
cosas.
Luego nos levantamos todos juntos y oramos
por nosotros [...] y por todos los demás donde quiera que estén, [...] a fin de
que seamos hallados justos en nuestra vida y nuestras acciones y seamos fieles
a los mandamientos para alcanzar así la salvación eterna. Cuando termina esta
oración nos besamos unos a otros.
Luego se lleva al que preside a los
hermanos pan y una copa de agua y de vino mezclados. El presidente los toma y
eleva alabanza y gloria al Padre del universo, por el nombre del Hijo y del
Espíritu Santo y da gracias largamente porque hayamos sido juzgados dignos de
estos dones. Cuando terminan las oraciones y las acciones de gracias, todo el
pueblo presente pronuncia una aclamación diciendo: Amén. [...]
Cuando el que preside ha hecho la acción
de gracias y el pueblo le ha respondido, los que entre nosotros se llaman
diáconos distribuyen a todos los que están presentes pan, vino y agua
'eucaristizados' y los llevan a los ausentes(Apología, 1, 67 y 65)".
(CIC, n. 1345)
La semejanza que, esencialmente, guardan
los diferentes ritos reconocidos por la Iglesia con lo narrado por san Justino
es muestra clara de cómo la Iglesia conserva con amoroso cuidado aquello que
recibió de nuestro Señor Jesucristo en la Última Cena (la primera Misa):
"Llegada la hora, se puso (Jesús) a
la mesa con los Apóstoles; y les dijo: 'Con ansia he deseado comer esta Pascua
con vosotros antes de padecer; porque os digo que ya no la comeré más hasta que
halle su cumplimiento en el Reino de Dios' [...] Y tomó pan, dio gracias, lo
partió y se lo dio diciendo: 'Esto es mi cuerpo que va a ser entregado por
vosotros; haced esto en recuerdo mío'. De igual modo, después de cenar, tomó el
cáliz, diciendo: 'Este cáliz es la Nueva Alianza en mi sangre, que va a ser
derramada por vosotros'" (Lc 22,7-20; cf Mt 26,17-29; Mc 14,12-25; 1 Co
11,23-26).
Un memorial vivo
La Iglesia, desde su inicio, celebra la
"fracción del pan" conforme a lo ordenado por nuestro Señor,
repitiendo sus gestos y palabras, no como acto de memoria (como si fuese un
simple recuerdo de un hecho histórico), sino como memorial apostólico; es
decir, de los Apóstoles y sus sucesores
La palabra “memorial” tiene una acepción
particular, ya que señala la celebración viva; es decir, la santa Misa, que
hace real, actual y presente el misterio completo de Jesús.
Una Misa, muchos adjetivos relacionados con la
liturgia
Aclarado el punto de que la santa Misa es
una, nos detenemos ahora para reconocer algunos de los adjetivos de uso
litúrgico y celebrativo:
Estos términos expresan diversos grados de
solemnidad, según la ocasión que se celebre. Entre estas está la Misa
pontifical, que celebra el Obispo en ocasiones muy especiales, como la
dedicación de su Iglesia Catedral.
Es la que preside el Obispo el Jueves
Santo, en la que se bendicen los santos óleos.
Es la que se celebra para fomentar la
devoción de los fieles hacia algunos de los misterios de nuestra fe.
Es la que obliga a todos los fieles.
Es la que se celebra por un difunto en
particular o de manera general por los fieles difuntos. Entre estas encontramos
las Misas gregorianas que se celebran durante 30 días consecutivos por el
descanso eterno de un difunto.
Es la primera Misa celebrada por un nuevo
Presbítero.
Es la que se celebra con dos o más
Ordenados. Siempre es presidida por uno de ellos y se trata de una Misa, no
varias.
Es la que se celebra en la medianoche en
algunas solemnidades o fiestas particulares; por ejemplo, el santo patrono de
una comunidad.
Adjetivos no exclusivos ni excluyentes
También hay otro tipo de adjetivos que
señalan una característica del misterio de nuestra fe:
Esta expresión señala, esencialmente, la
intención por la que se celebra la santa Misa, pero tal adjetivo no es
exclusivo de ella, ni excluye el mismo provecho de cualquier otra Misa.
Pretender particularizar esta característica general, implicaría abrir la
puerta a un grave error: pensar que hay Misas que no ofrecen este
provecho.
Esta expresión señala, en el uso práctico,
un rito en particular, el de san Pio V –conocido también como Misa tridentina–, pero
tal adjetivo no es exclusivo de este rito, sino que destaca esa característica
general. La realidad es que todas las Misas reconocidas por la autoridad de la Iglesia,
como ya vimos, tienen una misma fuente u origen; es decir, comparten una misma
tradición, la de la Última Cena del Señor.
En este sentido, todas las Misas son
tradicionales. Cabría destacar la conveniencia de llamar a estas celebraciones
por el nombre del rito particular –tridentino–, no por la característica
general que comparte con otros ritos.
"Fuente y culmen de toda la vida cristiana"
La Constitución Apostólica Lumen Gentium, del Concilio Vaticano II, reconoce que la Eucaristía es "fuente y culmen de toda la vida cristiana" (n. 11). Ante semejante y asombroso misterio no podemos sino acercarnos a la santa Misa con devoto y profundo respeto, conciencia de estar en el umbral del cielo, y con amorosa disposición, haciendo eco de aquellas palabras del Centurión romano: "Señor, no soy digno de que entres en mi casa, pero una palabra tuya bastará para sanarme" (Mt 8,8).
Luis Carlos Frías
Fuente: Aleteia