Es muy beneficioso para nuestras almas pensar y soñar con el Cielo, ponderando cómo será y lo hermoso y perfecto que es, y entre más pensemos, más lo desearemos
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Esto es lamentable, ya que el
pensamiento del Cielo puede ser una poderosa motivación durante nuestra vida en
la tierra, impulsándonos hacia adelante en la práctica de la virtud. Cuanto más
pensamos en el Cielo, más deseamos estar allí.
¿Cómo será
el Cielo?
San Francisco de Sales anima a los cristianos
a pensar en el Cielo en su Introducción a la vida devota,
comparándolo con las mayores bellezas de la tierra:
"Recuerda una hermosa noche tranquila, cuando
los cielos brillan con innumerables estrellas: añade a la belleza de esa noche
la máxima belleza de un glorioso día de verano, sin que el brillo del sol
impida el claro resplandor de la luna o de las estrellas, y entonces ten la
certeza de que todo queda inconmensurablemente por debajo de la gloria del
Paraíso. ¡Oh brillante y bendito país, oh dulce y precioso lugar!"
A continuación, desplaza nuestra atención de la
belleza del Cielo a la gloria de todos los que lo
habitan:
"Considera
la belleza y la perfección de los innumerables habitantes de ese país bendito;
los millones y millones de ángeles, Querubines y Serafines; la gloriosa
compañía de Apóstoles, mártires, confesores, vírgenes y santos. Oh bendita
compañía, uno solo de cuyos miembros supera toda la gloria de este mundo, ¿qué
será contemplarlos a todos, cantar con ellos el dulce Cantar del Cordero? Se
regocijan con un gozo perpetuo, comparten una dicha indecible, y delicias
inmutables".
La Presencia de Dios
Por muy glorioso que sea, todo palidece en
comparación con estar en presencia de Dios:
"Considera cómo disfrutan de la Presencia de
Dios, Quien los colma con la riqueza de Su Visión, que es un océano perfecto de
deleite; la alegría de estar por siempre unidos a su Cabeza. Son como pájaros
felices, revoloteando y cantando para siempre dentro de la atmósfera de la
divinidad, que los llena de placeres inconcebibles. Allí cada uno compite sin
celos en cantar las alabanzas del Creador".
San Francisco de Sales cree que después de meditar
en las glorias del Cielo, deberíamos sentirnos inspirados para examinar
nuestras propias vidas y desarraigar cualquier cosa que nos impida alcanzar la
bienaventuranza eterna.
Pensar en el cielo es ciertamente un hermoso
lugar, pero si queremos estar allí algún día, tenemos que trabajar ahora para
asegurarnos de que nuestros corazones están abiertos a la gracia de Dios el día
de nuestra muerte.
Philip Kosloski
Fuente: Aleteia