Cada 27 de septiembre la Iglesia Católica celebra la fiesta de San Vicente de Paúl, patrono de las obras de caridad. En una reflexión que compartió con sus misioneros dio unos consejos sobre cómo soportar a los demás y crecer en la caridad. Aquí los detalles.
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Imagen de San Vicente de Paúl en su urna Crédito: FLLL - Wikimedia Commons CC BY-SA 4.0 |
Luego
recordó el ejemplo de Cristo, quien soportó a San Pedro, aún cuando renegó de
Él, y también a San Pablo. Por ello, preguntó “¿Se encontrará en alguna parte a
un hombre que sea perfecto y sin defecto alguno, al que no tengan que soportar
los demás?”
“¿Se
encontrará en alguna parte algún superior que carezca de defectos, y al que
nunca tengan necesidad de soportar sus súbditos? ¡Ojalá hubiera alguno!”,
exclamó.
1. Soportarse uno mismo
En
este sentido, el santo empezó a explicar que el saber soportar es una virtud
que no sólo se debe ejercer con los demás, sino sobre todo con uno mismo, que
es lo que a veces cuesta más.
2. Soportar “todo” de los hermanos
“¿En
qué hemos de soportar a nuestros hermanos? En todas las cosas, en todas las
cosas, hermanos míos: soportar su mal humor, su manera de obrar, de actuar,
etcétera, que no nos gusta, que nos desagrada”, enfatizó.
3. Pedir humildad a Dios
Más
adelante indicó que para alcanzar esta virtud se necesita pedírsela a Dios y
cultivar la humildad. Es decir, evitando sentirse superior a los demás y
alejando la tristeza si se escoge a otros, antes que a uno, en las misiones,
cargos o demás tareas. “En fin, soportarlo todo alegremente, por amor a nuestro
Señor”, destacó.
4. Pedir perdón
Posteriormente,
San Vicente de Paúl se arrodilló ante sus hermanos pidiendo que le sigan
concediendo la caridad de soportarlo en sus defectos y en la etapa de
ancianidad en la que se encontraba ya que “los ancianos, como dice David,
tienen mucha necesidad de que los soporten”. De igual manera les pidió perdón
por lo que no había hecho bien en el pasado.
“Así
pues, hermanos míos, soportadme, por favor, y rogad a Dios por mí, para que me
enmiende”, imploró lleno de humildad el santo fundador de la Congregación de la
Misión, cuyos integrantes son conocidos como vicentinos.
Finalmente,
el bondadoso y caritativo San Vicente besó el suelo y toda su compañía hizo lo
mismo.
Por Abel
Camasca
Fuente: ACI