Los paños sagrados son objetos importantes en la liturgia, sobre todo porque se utilizan en el corazón de la Misa, por eso no se lavan como una tela ordinaria
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© Juan Aunion - Shutterstock |
En la liturgia, el objeto más pequeño debe ser adecuado para su
uso sagrado, ya que se trata de permitir que el sacrificio de Cristo, muerto y
resucitado por la salvación del mundo, cobre vida, aunque sea de forma muy
material. Para la Misa, en el altar se utilizan varios paños sagrados para el
ofertorio, la consagración y la purificación.
Tejidos con
fibras naturales (lino y algodón), una cruz bordada recuerda su función
litúrgica. El palio, el manutergio, el purificador o el corporal, en diversos grados,
protegen o tocan las sagradas especies y dan testimonio del respeto debido al
Cuerpo y la Sangre del Señor.
Cuidar lo
sagrado
Este respeto
explica por qué los tejidos que entran en contacto con el pan y el vino no se
lavan como el lino ordinario.
La
instrucción Redemptoris Sacramentum hace una recomendación
respecto al lavado de estos objetos sagrados:
"Cuiden
los pastores que los paños de la sagrada mesa, especialmente los que reciben
las sagradas especies, se conserven siempre limpios y se laven con frecuencia,
conforme a la costumbre tradicional. Es laudable que se haga de esta manera:
que el agua del primer lavado, hecho a mano, se vierta en un recipiente
apropiado de la iglesia o sobre la tierra, en un lugar adecuado. Después de
esto, se puede lavar nuevamente del modo acostumbrado".
(no. 120)
Cómo lavar
los paños
El purificador,
que puede haber absorbido gotas de la Sangre de Cristo, y el corporal, que,
como su nombre indica, es el receptáculo de trozos del Cuerpo de Jesús, deben
limpiarse con especial cuidado.
En primer
lugar, se remojan el tiempo suficiente para disolver cualquier rastro de la
presencia real de Jesús. Después se lavan, se almidonan y se planchan con
pliegues para que puedan distinguirse en la sacristía: seis rectángulos para el
purificador, nueve cuadrados para el corporal.
El manutergio es más fácil de lavar. Como no toca ni el
Cuerpo ni la Sangre de Jesús, no requiere ningún protocolo especial, aparte de
doblarlo longitudinalmente en forma de acordeón y luego por la mitad.
En cuanto a la
palia, la pieza cuadrada que impide que las impurezas caigan en el cáliz, se
limpia en seco o la costura, que es desmontable, permite retirar el cartón para
lavarlo y no dañarlo.
Valdemar de Vaux
Fuente:
Aleteia