Maree Ataya es una referencia evangelizadora en Sídney: cuenta que «Jesús cambió totalmente» su vida
Maree, en el centro, con su marido Atef y sus hijos. Dominio público |
Lo
que no todos saben es que Maree no siempre se presentó como la amable librera y
hermana en la fe que hoy ven en ella.
Antes,
su día a día también se desarrollaba en un local, pero en lugar de una librería
diocesana era un pub
reconocible por el estruendo de icónicas estrellas de la escena
musical como los Midnight Oil o The
Angels. Como relató
recientemente a la archidiócesis, para ella "todo era sexo, drogas y rock".
Y la fe vino a cambiarlo todo.
Criada
en las soleadas playas de Sídney en una familia católica como más pequeña de
nueve hermanos, recuerda que todos fueron criados en la fe, pero conforme
pasó el tiempo, la piedad mutó en una precoz vida de excesos.
"Nos criaron en la fe, pero a
medida que crecimos, mis hermanos y hermanas mayores se volvieron totalmente salvajes", comenta.
Una "niña salvaje"
Su
hermano mayor, "como un padre" para ella, abrió el camino al volverse adicto a la heroína.
Para
cuando entró en la adolescencia, la familia al completo había abandonado la práctica religiosa.
Aunque nunca abandonó por completo la Iglesia, el alcohol, el consumo de drogas
ocasionales y "un estilo de vida bastante salvaje" se convirtieron en
su nueva norma de vida. Maree "era una niña salvaje de los años 70".
De
jueves a domingo, el pub era su hogar. Pero cuando acababan las noches de
exceso, "estar borracha o drogada" no era impedimento para entrar a
la parroquia, en la misma calle que el bar.
"Dios, sácame de esto"
"Era
sincera, estaba buscando y le
pedía a Dios que me ayudara", comenta.
En
una de esas ocasiones, recuerda, "me acerqué a Él y le dije: `Por favor, Dios, sácame de esta
situación´".
Poco
después conoció "casualmente" a un joven que se preparaba para el
sacerdocio y le invitó a un evento con miles de jóvenes católicos. Al ir, quedó
impactada, viendo como "a
algunas chicas les brillaba el rostro y había algo diferente en
ellas".
Y
entonces rezó de nuevo: "Jesús, quiero entregarte mi vida".
Lo
siguiente que recuerda son las palabras de uno de los ponentes evangelizadores,
como si fuese la respuesta que esperaba. "Todo lo que tienes que hacer es clamar a Dios para que te salve y
te ayude".
Y
así lo hizo, quedando completamente rendida a su redescubierta fe, empezando a
ser consciente de que ese paso supondría "cambiar, dejar ir a mis amigos, mi estilo de vida y mi ego".
Un increíble encuentro y un llamado a
evangelizar
"Tuve un encuentro increíble con Dios.
¡Nadie me había dicho nunca que podía encontrarme con Él! Sentí una alegría
increíble e inexplicable porque era como si me quisiera de todas formas, sin
importar lo que pasara. Jesús cambió totalmente mi vida", menciona.
Cuando
despertó al día siguiente, recuerda que "todo era más brillante" y lo veía todo "como si
tuviera ojos nuevos", comparando su experiencia a la de una "luna de
miel, como si me hubiese enamorado". Con la fuerza del converso, fue
consciente de que "muchos jóvenes no sabían que Jesús quiere que le
encontremos, empoderarnos y cambiarnos" y sintió un llamado a dedicar su vida a evangelizar.
Su
nueva fe la llevó a unirse al incipiente Youth Mission Team,
un vigoroso apostolado radicado en Australia próximo a cumplir 40 años de
misión. Entonces eran los años 80, cuando también conoció a Atef Ataya, su actual esposo,
con quien tuvo tres hijos y con el que siempre compartió su pasión por
evangelizar.
“Como
madre, fui parte de la comunidad escolar y solía invitar a la gente a los
eventos que organizábamos. Dirigí
un grupo de oración de mujeres en la parroquia y teníamos varios
programas a los que también animaba a venir", menciona.
Evangelizando con libros y jóvenes:
"He encontrado mi lugar"
Pasadas
las décadas, su compromiso evangelizador persiste. Actualmente lo desarrolla
desde la Mustard Seed
Bookshop, una de las librerías católicas más relevantes del país adscrita a
la archidiócesis de Sídney y regentada por su marido, donde se ofrecen recursos
para profundizar en el discipulado de los católicos y la evangelización.
"Utilizo [mi trabajo] para
evangelizar. Ha sido una
verdadera oportunidad de compartir mi fe. Y eso es un regalo para mí,
porque mi mayor deseo es ver a nuestros jóvenes encontrar el sentido de la
vida. Me encanta trabajar aquí, sinceramente, siento que he encontrado mi lugar",
detalla.
Concretamente
dedica sus esfuerzos a los que, como lo fue ella, son considerados "niños
salvajes" y espera que, "como Iglesia, abramos espacio para las
personas que regresan a nuestra fe".
"Estaré eternamente agradecida con Dios.
Ha habido muchos giros, vueltas y muchos callejones aparentemente sin salida,
pero por medio de la fe Dios cambia todo para su gloria y para nuestra
bendición", concluye.
J. M. C.
Fuente: ReL