Aunque los
sacerdotes son ordenados para actuar en la persona de Cristo en la Misa,
dependen del poder de Dios para transformar el pan y el vino en Jesús
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Dios es el
hacedor de milagros
El sacerdote es técnicamente solo un instrumento a
través del cual Dios ejerce su poder.
El Catecismo de la Iglesia Católica lo
deja bien claro:
"Es por la conversión del pan y del vino en
el cuerpo y la sangre de Cristo que Cristo se hace presente en este sacramento.
Los Padres de la Iglesia afirmaron con fuerza la fe de la Iglesia en la
eficacia de la Palabra de Cristo y de la acción del Espíritu Santo para
realizar esta conversión. Así declara san Juan Crisóstomo:
'No es el hombre quien hace que las cosas
ofrecidas se conviertan en Cuerpo y Sangre de Cristo, sino Cristo mismo que fue
crucificado por nosotros. El sacerdote, figura de Cristo, pronuncia estas
palabras, pero su eficacia y su gracia provienen de Dios. Esto es mi Cuerpo, dice. Esta
palabra transforma las cosas ofrecidas'". CEC 1375
San Ambrosio dice palabras similares,
afirmando el papel de Cristo en la conversión:
"Estemos
bien persuadidos de que esto no es lo que la naturaleza ha producido, sino lo
que la bendición ha consagrado, y de que la fuerza de la bendición supera a la
de la naturaleza, porque por la bendición la naturaleza misma resulta cambiada
(...) La palabra de Cristo, que pudo hacer de la nada lo que no existía, ¿no
podría cambiar las cosas existentes en lo que no eran todavía? Porque no es
menos dar a las cosas su naturaleza primera que cambiársela". CEC 1375
Ciertamente,
Dios ha elegido a los sacerdotes como sus canales privilegiados de la gracia
divina, pero el sacerdote nunca debe pensar que es él quien tiene poder sobre
la creación.
Solo
a través de las palabras de Jesús, el simple pan y el vino pueden convertirse
en su cuerpo y su sangre.
Philip Kosloski
Fuente: Aleteia