Cuando vamos al gimnasio ejercitamos los músculos, pero el espíritu también necesita moverse para lograr vencer las tentaciones con las virtudes
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Dios nos ha dotado de ayudas espirituales para vencer las
tentaciones, y entre ellas están las virtudes. Hay muchas. Algunas son tan
semejantes entre sí que se pueden confundir, sin embargo, el hecho de tenerlas
no es suficiente, hay que ejercitarlas para que se fortalezcan.
¿Qué son las virtudes?
Para saber de qué estamos hablando, el Catecismo de la Iglesia
católica nos ilustra:
"La virtud es una disposición habitual y firme a hacer el
bien. Permite a la persona no solo realizar actos buenos, sino dar lo mejor de
sí misma. Con todas sus fuerzas sensibles y espirituales, la persona virtuosa
tiende hacia el bien, lo busca y lo elige a través de acciones concretas".
CEC 1803
Como lo explica el Catecismo, Dios ha dotado al bautizado con las
virtudes teologales: fe, esperanza y caridad. Pero las virtudes cardinales:
justicia, prudencia, fortaleza y templanza; además de que son adquiridas, son
la base de toda la moral humana, y, por supuesto, del comportamiento cristiano:
"Las virtudes humanas son actitudes firmes,
disposiciones estables, perfecciones habituales del entendimiento y de la
voluntad que regulan nuestros actos, ordenan nuestras pasiones y guían nuestra
conducta según la razón y la fe. Proporcionan facilidad, dominio y gozo para
llevar una vida moralmente buena. El hombre virtuoso es el que practica
libremente el bien".
CEC 1804
Ejercitar las virtudes para fortalecerlas
Es necesario conocer las virtudes y ponerlas en práctica para que
se conviertan en hábitos que faciliten a la persona la relación con sus
semejantes. Además, irá puliendo su personalidad, convirtiendo a la persona en
un modelo a seguir:
"Las virtudes morales se adquieren mediante las fuerzas
humanas. Son los frutos y los gérmenes de los actos moralmente buenos. Disponen
todas las potencias del ser humano para armonizarse con el amor divino" (CEC 1804).
Ejercitemos el cuerpo y el espíritu. De nada sirve una presencia
hermosa con una personalidad aborrecible.
Por Mónica Muñoz
Fuente: Aleteia