'En 1977, hice un trabajo sobre John Neumann. Su historia me conmovió. Recuerdo ir a misa un día, mientras el sacerdote levantaba el cáliz, en total silencio, le pregunté al Señor: ¿Quieres que sea sacerdote?', rememora Barres
![]() |
Mons. John O. Barres , obispo de la diócesis de Rockville Center, Nueva York. Dominio público |
Barres
charló recientemente con CWR sobre su educación, la interesante amistad de su
familia con el obispo Fulton
Sheen y Frank Sheed, la educación que recibió en casa y los
desafíos a los que se enfrentan hoy en día los católicos.
Un hogar donde se respiraba santidad
"Mi
madre estudió teología y mi padre fue conductor de ambulancia durante la
Segunda Guerra Mundial en Italia y el norte de África. Lidiando con la guerra y
la muerte se enfrentó a cuestiones existenciales. Cuando regresó de la guerra,
trabajó como periodista y conoció a mi madre. Ambos fueron ordenados ministros
congregacionalistas. Pero, un tiempo después, mi madre se sintió atraída por la Iglesia Católica tras leer
vidas de santas. Ambos ingresaron en la Iglesia en 1955. Mi padre escribió
la historia de su conversión en su libro Un pastor, un
rebaño", comenta el obispo Barres.
El
padre de Barres trabajó en Propaganda Fide –hoy el Dicasterio vaticano para la
Evangelización–, donde conoció al obispo Fulton Sheen. "Él nos bautizó a
mi hermana y a mí. Cuando era pequeño, mi padre me llevó a su estudio de
televisión para ver una grabación de su programa. En nuestra casa teníamos sus
libros firmados, es más, en una dedicatoria nos menciona a mí y a mi hermano. La espiritualidad de Sheen fue
siempre una gran influencia para mí. A nivel personal, él siempre fue muy
amable con mis padres", reconoce.
El
obispo Barres destaca también la gran influencia que tenía Sheen sobre las
personas. "Había una enfermera, que mi madre conocía, que tenía un
marido protestante. Ella trataba de animarlo a abrazar la fe católica. Su
respuesta era: 'Sólo me convertiré si conozco al obispo Sheen'. Mis padres organizaron la reunión
y el hombre se hizo católico", explica.
La
casa del pequeño Barres fue un lugar de encuentro para ilustres personalidades,
tanto de la Iglesia como de fuera de ella. "Mis padres estaban
encantados de ayudar en la evangelización y abrimos nuestras puertas a muchos
misioneros. Uno que recuerdo fue John Considine, consultor de Propaganda Fide,
y el obispo William McNaughton, el primer obispo de Incheon, en Corea del Sur.
Era un obispo santo. Venían
a nuestra casa para almorzar y cenar, y su ejemplo me ayudó", cuenta.
El
famoso apologista y autor católico Frank Sheed (1897-1981) visitaba también la
casa de los Barres con frecuencia. "Era buen amigo de mis padres, venía a
cenar los domingos y yo escuchaba sus conversaciones. Él escribió la
introducción al libro de mi padre. Cuando asistí a la Universidad de Princeton,
me animó a estudiar a GK Chesterton. Él nos compartía sus conversaciones con Chesterton, su sentido
del lenguaje y las paradojas. Recordaba la única vez que escuchó al
filósofo católico Jacques Maritain contar un chiste ("TS Eliot agotó su
capacidad de conversión a la Iglesia católica cuando se hizo inglés").
También contaba que cuando hablaba en el Speaker's Corner en Hyde Park, en Londres,
si la gente empezaba a tirar cosas, lo mejor era quedarse quieto, si te movías,
¡te golpearían!", recuerda con gracia.
Para
Barres, unas personas, las que conoció en su casa de pequeño, que pueden ser la
solución para una época de pérdida de fe generalizada en Occidente.
"Necesitamos nuevos santos. Los flujos de la historia de la Iglesia lo
demuestran. Las nuevas
épocas traen nuevos santos con grandes carismas. Cuando las cosas parecen
desmoronarse o estar a punto de morir, hombres y mujeres santos aparecen en escena
y puede haber un gran cambio. Pueden ser sacerdotes y religiosos, pero también
laicos dedicados", explica.
"Siempre
me ha parecido atractivo Santo Tomás Moro. Es el patrón de estadistas,
políticos y abogados. También creo en la importancia del apostolado de los
laicos en el mundo secular. En cuanto a los papas, leí la autobiografía del
Papa Juan XXIII, le tuve una gran devoción. Pablo VI significa mucho para mí.
Han pasado más de 50 años desde que publicó su encíclica Humanae Vitae (que
reafirmaba la condena de la Iglesia al control artificial de la natalidad) y se ha demostrado que es
increíblemente acertada. Las cosas que predijo realmente se han hecho realidad.
Él cargó la cruz por esa enseñanza", añade.
Compañero del hijo de Kennedy y de
Duchovny
El
obispo Barres se graduó en la Academia Phillips en Andover, conocida por acoger
a ilustres personalidades, incluidos presidentes de Estados Unidos. "Entré
el mismo año que John F. Kennedy, Jr. Fue una gran experiencia. Fue intenso
académicamente y allí discerní mi vocación al sacerdocio. En 1977, hice un
trabajo sobre John Henry Newman. Su historia me conmovió. Recuerdo ir a misa un día y,
mientras el sacerdote levantaba el cáliz, en total silencio, le pregunté al
Señor: '¿Quieres que sea sacerdote?'", rememora Barres.
La
Academia tenía un auténtico espíritu liberal, una aceptación de las conciencias
de las personas y de sus creencias. Algunos de sus profesores no católicos se
convirtieron en los mayores defensores de su vocación. Barres se graduó en Princeton
y obtuvo un MBA en la Escuela de Negocios de la Universidad de Nueva York.
"En mi último año en Princeton estaba abierto al matrimonio, pero también
consideraba el sacerdocio. Así que tomé la decisión de no tomar ninguna
decisión. Trabajé en contabilidad pública durante un tiempo, lo que me ha sido
de gran ayuda como obispo en el gobierno de la diócesis", explica.
Miembro
de la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz del Opus Dei, el obispo Barres
reconoce que esta pertenecía ha sido importante para su formación. "Suelo
ir a Manhattan en busca de dirección espiritual; tienen cursos de verano en
Arnold Hall en Pembroke, Massachusetts, en los que oramos, exploramos temas teológicos y
disfrutamos de la fraternidad", relata.
Sobre
sus aficiones, reconoce que algunas las ha tenido que dejar de lado.
"Disfruto de la literatura, las biografías y la historia. También me gusta
el atletismo, me encanta el golf, pero mi agenda no me permite jugar desde hace
cuatro años. Soy un fanático del baloncesto y jugué en Princeton, donde uno de mis compañeros de
equipo junior fue el actor David Duchovny", dice Barres.
Sobre
su diócesis, el obispo asegura que le reporta grandes alegrías. "Tenemos
más de 500.000 católicos hispanos. Ha sido una de mis grandes alegrías como obispo estar y aprender con ellos. Veo las cruces que tienen cuando vienen a Estados Unidos.
Recuerdo a una mujer de 28 años, Rebecca, a quien conocí en una confirmación,
venía de El Salvador. Tuvo que aprender inglés, adaptarse a la cultura
estadounidense y recibir educación. Obtuvo una licenciatura en ingeniería
mecánica y ahora es catequista", concluye Barres.
Fuente: ReL