El procedimiento clásico para las beatificaciones y canonizaciones, establecido por el Papa Benedicto XIV en el siglo XVIII y que se sigue utilizando hoy en día, exige el reconocimiento de un milagro
Antoine Mekary | ALETEIA |
He aquí una explicación
de este procedimiento, que puede durar varios años, y para el que la Iglesia es
extremadamente prudente, recurriendo a la ayuda de científicos y teólogos
Salvo algunas excepciones, como los mártires, la Iglesia no reconoce a los
beatos o santos si no hay un milagro físico -no se tienen en cuenta las
afecciones psicológicas o neurológicas- atribuido a su intercesión. Para
beatificar o canonizar a un bautizado, "no basta con tener un expediente
bien construido, tiene que haber un signo que no dependa de nosotros, que venga
de Dios. Una confirmación que nos ofrece la Providencia", explica el padre
Bernard Ardura, presidente emérito del Pontificio Comité para las Ciencias
Históricas y postulador de la causa de canonización de Charles
de Foucauld.
En la larga marcha hacia el reconocimiento de un milagro, primero
hay que encontrar un hecho que no pueda explicarse científicamente. Aunque haya
milagros "técnicos", como "escapar de un peligro", un
porcentaje muy elevado son curaciones, afirma el religioso premonstratense
francés.
La
investigación diocesana
La primera
parte del procedimiento oficial, la investigación canónica, tiene lugar en la
diócesis donde se ha producido el presunto milagro. El obispo, contactado por
el postulador, debe constituir un tribunal de información -formado por el
obispo o un delegado, un promotor de justicia, un notario, un secretario y un
médico- que reúne toda la documentación. Se nombra a dos médicos -o ingenieros,
según el caso- para que examinen de forma independiente a la persona
beneficiaria del "presunto milagro". Su testimonio será escuchado por
el tribunal. En particular, es necesario establecer que la recuperación es
completa, duradera y sin recidivas, cuando el pronóstico era desesperanzador.
También se
escuchará a los testigos del suceso, así como a los testigos de las oraciones
dirigidas específicamente a esta persona venerable o beata. El elemento
científico no basta. "Los milagros son una categoría teológica. Solo
pueden ocurrir si se piden", subraya el padre Ardura. Una vez escuchados
todos, el expediente se envía a Roma.
Las
etapas romanas
En primer
lugar, el Dicasterio para las Causas de los Santos comprueba
todos los documentos del caso para emitir el decreto de validez legal. Una vez
obtenido este documento, el postulador debe preparar la primera parte de la "positio", una
tesis que contiene los hechos y testimonios que prueban que se trata de un
hecho científicamente inexplicable que puede calificarse de milagro.
La parte
técnico-médica de la "positio" es examinada en primer lugar por dos
científicos independientes. Si sus dos opiniones coinciden, el caso pasa a la
"Consulta medica": un comité de 7 médicos que deben dar su opinión
sobre el caso. "Queremos unanimidad, pero aceptamos que haya una o dos
voces que no compartan totalmente la opinión de los demás", explica el
Padre Ardura.
Si el caso
se reconoce como "inexplicable", el aspecto religioso del caso, que
contiene testimonios de oraciones, peticiones de intercesión y posibles
recomendaciones espirituales, se confía a 9 consultores teólogos. Ellos deben
decidir si se trata de un milagro de Dios obtenido por intercesión del
Venerable o Beato
Hasta
el pontífice
La positio que contiene los
resultados de todas las comisiones se somete a los cardenales y obispos
miembros del dicasterio, que darán su dictamen final. Es este dictamen el que
finalmente presenta al Papa el prefecto del Dicasterio, actualmente el cardenal
Marcello Semeraro. El Papa aprueba entonces la publicación de un decreto que
atestigua que se trata efectivamente de un milagro, abriendo la puerta a la
beatificación o la canonización.
Generalmente,
el proceso diocesano dura unos meses, mientras que las etapas romanas pueden
durar entre dos y cuatro años. ¿Son raros los milagros? Aunque la Iglesia es
prudente y solo reconoce unos pocos al año, siguiendo procedimientos exigentes,
"se trata de una ínfima minoría en comparación con todo lo que ocurre en
el mundo", afirma el padre Ardura.
Anna Kurian
Fuente: Aleteia