La Iglesia Católica enseña que todos recibirán un cuerpo resucitado, sin embargo, es algo que podría acentuar el sufrimiento del Infierno
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Romolo Tavani | Shuterstock |
Mientras
que la Iglesia destaca a menudo la gloriosa resurrección del cuerpo para los
que están en el Cielo, a veces olvidamos lo que les sucederá a los que decidan
ir al Infierno.
Ellos
también recibirán un cuerpo resucitado, pero no de la misma manera que los que
están en el Cielo.
¿Qué enseña el
Catecismo?
El
Catecismo de la Iglesia Católica explica esta enseñanza:
“¿Quién resucitará? Todos los muertos resucitarán, ‘los que hicieron el bien, a la resurrección de la vida, y los que hicieron el mal, a la resurrección del juicio'”. CIC 998
El
P. William Saunders amplía esta creencia en un artículo sobre la Resurrección
de los Muertos del Arlington Catholic Herald.
“¿Y los
cuerpos resucitados de las almas de los condenados en el infierno? Estos
cuerpos tendrán identidad, totalidad e inmortalidad, pero no las cualidades
trascendentes nuestras. Tendrán la condición necesaria para sufrir el castigo
eterno del infierno, pero no la glorificación del Señor que comparten los que
están en el Cielo”.
Para
cualquiera que elija ir al Infierno para separarse de Dios, esto solo
significará sufrimiento, como Jesús menciona frecuentemente en los Evangelios.
El Gehenna que
no se extingue
“Jesús habla a menudo de la ‘Gehenna’ del ‘fuego inextinguible’ reservado a los que hasta el final de sus vidas se niegan a creer y a convertirse, donde pueden perderse tanto el alma como el cuerpo. Jesús proclama solemnemente que ‘enviará a sus ángeles y recogerán… a todos los malhechores y los arrojarán al horno de fuego’, y que pronunciará la condena: ‘Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno'”. CIC 1034
Sin
embargo, cabe señalar que el “principal castigo del infierno es la separación
eterna de Dios, en quien solo el hombre puede poseer la vida y la felicidad
para las que fue creado y que anhela”.
El
sufrimiento físico será ciertamente grande, pero no será comparable al
sentimiento de aislamiento de Dios, un aislamiento que esas almas eligieron
libremente al final de sus vidas.
Dios no manda
a nadie al infierno
Recuerde,
nadie es “enviado” al Infierno. Es una elección libre de aquellos que viven
toda su vida alejados de Dios y que, a las puertas de la muerte, prefieren
estar aislados que en comunión con Dios.
También
el Catecismo, en el punto 1058, nos dice:
“La Iglesia
reza para que nadie se pierda: ‘Señor, que nunca me separe de ti’. Si es verdad
que nadie puede salvarse, también lo es que Dios ‘quiere que todos los hombres
se salven’ (1 Tim 2,4), y que para
Él ‘todo es posible'” (Mt 19,26).
Philip Kosloski
Fuente: Aleteia