El Padre Nuestro nos ofrece un modelo a seguir en la oración para dirigirnos a Él, pues comienza alabando a Dios antes de pedirle nada para nosotros
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By Volodymyr Goinyk | Shutterstock |
Por lo general, cuando queremos orar a Dios, nos lanzamos
directamente a nuestras peticiones, dándole a Dios una larga lista de
exigencias. Aunque Dios escucha con gusto nuestras oraciones, nos enseñó a orar
de una manera que primero profesa nuestro amor por Él, en lugar de nuestros
deseos personales. El Catecismo de la Iglesia Católica reflexiona sobre este
modelo de oración en su sección sobre el Padre nuestro:
“Después de habernos puesto en presencia de Dios, nuestro Padre,
para adorarlo, amarlo y bendecirlo, el Espíritu de adopción suscita en nuestro
corazón siete peticiones, siete bendiciones. Las tres primeras, más teológicas,
nos llevan hacia la gloria del Padre… La primera serie de peticiones nos lleva
hacia Él, por Él mismo: ¡Tu nombre, tu reino, tu voluntad! Es propio del amor
pensar primero en aquel a quien amamos”.
CEC 2803-2804
Si lo piensas bien, en nuestras relaciones humanas no solemos
tratar a nuestros seres queridos como máquinas que nos dispensan lo que
queremos.
Al contrario, les demostramos que les queremos primero,
profesándoles nuestro amor y admiración antes de pedirles su amor a cambio.
Alabar a Dios
Es conveniente que comencemos el Padre nuestro alabando a Dios, en
lugar de centrarnos en nosotros mismos:
“En ninguna de las tres peticiones nos mencionamos a nosotros
mismos; nos embarga el deseo ardiente, incluso angustioso, del Hijo amado por
la gloria de su Padre: “santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino,
hágase tu voluntad. . . . “Estas tres súplicas fueron ya atendidas en el
sacrificio salvador de Cristo, pero desde ahora se dirigen con esperanza a su
cumplimiento final, pues Dios no es todavía todo en todos”.
CEC 2804
Las tres primeras súplicas del Padre Nuestro fortalecen también
nuestra fe y nuestro amor a Dios, buscando en Él un apoyo:
“Las tres primeras peticiones nos fortalecen en la fe, nos llenan
de esperanza y nos encienden en la caridad. Siendo criaturas y todavía
pecadores, tenemos que pedir por nosotros, por ese “nosotros” limitado por el
mundo y la historia, que ofrecemos al amor sin límites de Dios. Porque por el
nombre de su Cristo y el reinado de su Espíritu Santo, nuestro Padre realiza su
plan de salvación, para nosotros y para el mundo entero”.
CEC 2806
Este formato de oración puede inspirarnos también en nuestras
oraciones privadas, alabando primero a Dios, antes de intentar pedirle algo.
Incluso la Misa comparte este formato, ya que comenzamos con el
Gloria y solo a mitad de la Misa llegamos a las peticiones.
A través de este modelo, es probable que Dios intente enseñarnos
un sentido adecuado de la humildad.
Philip Kosloski
Fuente: Aleteia