Xiaolong Wang, conocido como Felipe, es un seminarista de la arquidiócesis de Pekín (China) que actualmente estudia en España para ser presbítero en su tierra, pues sabe que el ejemplo de un buen sacerdote es vital para la evangelización
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Foto: Fundación CARF. Domino público |
Procede de un pueblo
situado al norte de China (Liuhe) con un porcentaje muy alto de cristianos. En
esa zona la situación para los católicos es fácil, porque en otros lugares del
país, como en el sur, todavía hay muchas cosas que mejorar para la práctica de
la religión católica y de los que creen en Dios, a pesar del acercamiento entre
el Vaticano y el Gobierno de la República Popular China.
“En China los católicos
hemos sufrido mucho. En estos últimos años la relación va mejorando, pero queda
mucho por hacer. El Papa Francisco está propiciando un mayor acercamiento, pero
el Gobierno chino pone sus pegas. Algunas diócesis del sur de China no tienen
obispo y hay muy pocos sacerdotes. Y todavía existen prohibiciones”,
comenta Felipe.
Los católicos en
China constituyen el 0,46 % de la población, los
protestantes el 2,06 %, los musulmanes el 0,50 % y los budistas el 8,96 %. Los
bautizados oscilan cada año entre 40.000 y 50.000 fieles; 48
diáconos fueron ordenados sacerdotes en 2019. Existe un total de 78
obispos en actividad, 4 mil 950 sacerdotes, 12 seminarios,
470 seminaristas, 4 mil 360 religiosas y unas 6 mil iglesias y
capillas.
Educado en la fe católica
Xiaolong Felipe ha tenido
la gran suerte de pertenecer a una archidiócesis con un gran número de
católicos: más de 50 mil. No obstante, es consciente de que, para evangelizar,
antes hay que interiorizar las costumbres de la cultura de China, de las
tradiciones particulares de cada provincia y sortear las peculiaridades de la
actual China comunista.
Tanto él como sus dos
hermanos fueron educados en la fe católica. A los seis años ya percibía en su
interior el llamado vocacional:
“Recuerdo un día que
asistí a Misa con mi mamá. Tenía seis años. Me sentí con mucha paz interior, y
desde aquel día quise ser sacerdote. ¡Siempre ha sido el sueño de Dios y el
mío!”
Un año más tarde, antes
de cumplir los ocho años, comenzó a servir en el altar ayudando al cura de su
parroquia.
Sin
embargo, en la adolescencia empezó a plantearse otra forma de vida como el ser
profesor de música, una pasión que le encanta. Pero esta incertidumbre le duró
poco tiempo. Otro hecho le marcó para siempre en su vocación:
“Asistí y ayudé como
acólito en la primera Misa de un sacerdote joven en la parroquia de mi
pueblo. Aquello me impactó. Entonces me di cuenta de que tenía que continuar
con mi sueño, y entré en el seminario menor a los 16 años”.
La evangelización en China
En su opinión, la
llave de la evangelización en China es el buen ejemplo de los sacerdotes. «Lo
primero la oración a Dios; después, el ejemplo de los presbíteros, acompañar a
los fieles y apoyarles. También la adoración al Santísimo y el santo Rosario
son dos prácticas imprescindibles para conseguir la conversión de mi país”.
Felipe admira
enormemente a los mártires que han sembrado la semilla de la evangelización en
China. «Sé que ser sacerdote en China es muy difícil, pero no tengo miedo. Dios
me dará la Gracia y el Espíritu Santo guiará a los fieles de mi país», expresa
Wang que, enviado por su obispo, se prepara para ser un buen sacerdote en las
Facultades de Estudios Eclesiásticos de la Universidad de Navarra, donde recibe una formación integral.
Su experiencia en España
Reconoce
que el primer año en España fue duro sin saber absolutamente nada de español.
Pero, gracias a los formadores y al rector, junto con los compañeros y los
profesores, el idioma ya no es un obstáculo.
«La
formación de Bidasoa es
muy buena y la liturgia es impresionante. Ahora soy el organista del seminario
y estoy muy contento». También está disfrutando de los viajes por España:
Torreciudad, Almería, Zaragoza, la Javierada… «Recen por mí como yo lo hago por
todos los benefactores de la Fundación CARF, para que Dios, el Señor,
siga suscitando más vocaciones a la vida sacerdotal, sobre todo en China».
Marta
Santín