La hermana de Carlos Páez revela el papel que tuvo la Virgen para sostener a todas las familias
Dominio público |
A
poco más de medio
siglo del accidente de avión de los Andes, en el que sobrevivieron
16 jóvenes uruguayos que tuvieron que
alimentarse con los cuerpos de sus compañeros, las derivadas de esta
tragedia, convertida con el paso de los días en milagro, son numerosas y todas
ellas enriquecedoras, especialmente, desde el punto de vista espiritual.
"El que no cree, se va"
Sin
embargo, mientras que lo ocurrido arriba de las montañas está sobradamente
documentado -tres películas, numerosos documentales y más de una decena de
libros-, resulta menos conocido lo que aconteció durante los 72 días de angustia en la llamada
"sociedad del llano", o, como el periodista José María Zavala la
acaba de apodar, "la sociedad del Rosario".
En
una emotiva y reveladora entrevista realizada en el canal Refugio
Zavala de YouTube, Agó Páez, la hermana de Carlitos
Páez, uno de los supervivientes más jóvenes de los Andes, comparte
sus reflexiones sobre el éxito de La sociedad de la
nieve, y, sobre todo, de la figura de su madre, que desempeñó un papel crucial tanto
en la supervivencia física como en el fortalecimiento espiritual de los
sobrevivientes. En su casa, cada tarde, se reunían las madres de los
desaparecidos para rezar el Rosario a la Virgen.
Magdalena, conocida artísticamente como Agó, resalta en esta entrevista la determinación y el amor inquebrantable de Madelón, su madre, que, con fe, inspiró al resto de familias en los momentos más oscuros. "Ella era una fuente de luz y esperanza para todos nosotros en medio de la desesperación. Su fe inquebrantable en Dios nos recordaba que nunca estábamos solos, incluso en las circunstancias más desafiantes".
"La
fe nos sostuvo durante aquellos días sombríos en los Andes. Nos recordó que la
vida tiene un propósito más grande, y que incluso en medio de la tragedia podemos encontrar fuerza y
esperanza en Dios", comenta la hija de Carlos Páez Vilaró, el
artista uruguayo, posiblemente, más reconocido en la segunda parte del siglo XX
y encargado en su día de anunciar en la radio local los nombres de los 16
sobrevivientes.
"Mi
abuela era argentina, de la ciudad de Rosario, quedó huérfana y se crió en el colegio con las
monjas del Sagrado Corazón. Ella era como una monja, cocinaba como las
monjas, planchaba como las monjas, era de esas personas impecables. Y rezaba el
Rosario todos los días. Desde que tenía tres años vistió de luto... hasta que
apareció mi hermano en la cordillera", comenta Magdalena sobre la fe de su
familia.
Precisamente,
un rosario fue lo que le entregó la madre de Carlos Páez a su hijo el día que
tomó el avión de los Andes. Era el rosario de su boda, el mismo que rezarían los sobrevivientes cada
noche antes de intentar dormir en el fuselaje del avión. "Jamás le
daba el rosario a nadie, porque era como su protección, mi hermano le dijo que
no se lo diera, pero ella se empeñó y le dijo que se lo llevara porque le iba a
acompañar", comenta Agó.
"Ahora,
cuando me preguntan cómo pudimos superar esos 72 días, yo digo que fue gracias a rezarle
a la Virgen. Tú no puedes pensar que una madre aguante tanto sin derramar
una sola lágrima. Siempre con fuerza, sin parar de buscar. Esa fuerza era de
Dios, no había duda", confiesa la hermana de Carlos Páez.
"Todas
las tardes, mi casa era como 'el club del rosario', venían todas las madres y
las novias de los desaparecidos, muchas a escondidas, porque sus maridos decían que en mi casa
estábamos todos locos, que lo único que hacíamos era motivar para algo que
no iba a ser real. La madre de uno de los sobrevivientes se escondía tras las
plantas para que nadie la viera y así poder rezar, ella estaba segura de que su
hijo estaba vivo".
Pero,
si hay algo sorprendente en toda esta historia son los elementos providenciales
que la salpican de principio a fin. Algunos de ellos muy vinculados con la fe,
la Virgen y el rezo del Rosario. Como, por ejemplo, que el lugar donde cayó el
avión se llamara "el valle de las lágrimas" -como se reza en la Salve-,
y que el glaciar que atravesaron Parrado y Canessa en su travesía final hacia
Chile se conociera como
"el glaciar de la Resurrección".
"Cuando
ya habían pasado muchos días desde el accidente, llegó el médico de la familia
a casa y nos dijo a mí y a mi hermana que le dijéramos a mi madre que se
hiciera a la idea de que Carlitos no iba a aparecer. Fuimos a decírselo y
nuestra madre nos dijo: 'En
esta casa el que no cree, se va'. Y, entonces, nos quedamos", comenta
Agó Páez en Refugio Zavala.
La
hermana de Carlos Páez concluye la entrevista con unas palabras sobre el arte,
al que ha dedicado toda su vida, y la importancia de la fe. "Yo pinto
diferentes técnicas, pero lo que hago tiene que ayudarnos siempre a
ser mejores. Llevo todo este camino del arte a los niños, que son mis mejores
espectadores, para que se puedan encontrar
con esta esencia divina a través del Espíritu Santo, y que sean mejores y colaboren con el entorno", explica
J. Cardoso
Fuente: ReL