En junio del próximo año se celebrará un congreso internacional
Dominio público |
La diócesis de Córdoba acogerá en 2025 la
exposición «Símbolo: Luz de Nicea», un acontecimiento cultural con dos
vertientes, una exposición y un congreso, todo en conmemoración del Concilio de
Nicea del año 325. El P. Patricio de Navascués recuerda que fue precisamente
Osio, obispo de Córdoba, quien presidió dicho concilio.
El pasado 5 de abril, y hasta el 5 de julio,
hay una exposición en la Catedral, que alberga piezas llegadas de instituciones
nacionales e internacionales, tanto eclesiásticas como civiles.
Para entender la importancia de aquel Concilio,
de su resonancia en la actualidad y el significado para los cristianos, se
celebrará en el contexto de esta muestra un congreso que reunirá a expertos y
especialistas que han investigado el Concilio hasta extraer el significado
actual de aquel encuentro del siglo IV. Esta cita será entre los días 10 al 13
de junio de 2025.
El comisario de esta exposición y congreso, el
sacerdote Patricio de Navascués, catedrático de Patrología en la Facultad de
Teología de San Dámaso de Madrid y profesor invitado en el Instituto
Augustinianum de Roma trabaja intensamente en esta propuesta sin precedentes,
porque ninguna ciudad atesora la particularidad de albergar la celebración del
1.700 aniversario del primer Concilio universal de la Iglesia, en el lugar
donde su presidente fue Obispo, el obispo Osio. El patrocinio del Cabildo
Catedral y el impulso del Obispo de Córdoba permiten reconocer la importancia
histórica, teológica y espiritual del Obispo Osio en su contexto universal.
El presidente de aquella reunión, que inauguró
un tiempo nuevo para la Iglesia, fue un obispo cordobés, el obispo Osio. ¿Qué
sentido especial tiene para Córdoba que «Símbolo: luz de Nicea se vaya a
celebrar aquí?
Para cualquier iglesia local, para cualquier
diócesis, conmemorar el aniversario del primer Concilio ecuménico, que es el
Concilio de Nicea, del año 325, hace 1.700 años sigue teniendo sentido para la
vida del cristiano hoy. Es verdad que en el caso de la Iglesia en Córdoba, se
añade una razón muy peculiar y es que este Concilio celebrado en una ciudad que
hoy está muy cerca de Estambul, en la capital de Turquía, un lugar lejano de
Córdoba, fue presidido, ni más ni menos, que por el entonces obispo de Córdoba, Osio. Esta razón sólo la puede esgrimir
Córdoba y yo creo que es muy afortunada la decisión de realizar esta exposición
y congreso.
Un acontecimiento cultural que tiene dos
vertientes, un congreso y una exposición. Hablemos de la exposición. ¿Cuáles
son las piezas irrenunciables en las que usted trabaja para que formen parte de
ella, ¿qué lectura debemos sacar de ellas?
La exposición exige mucho tiempo de
preparación. Estamos en una fase de solicitud, entonces antes de tener el
acuerdo definitivo, prefiero no mencionar ninguna. Habrá piezas, por ejemplo,
de encargo, es decir, piezas de nueva creación de artistas españoles y
extranjeros que supondrán, lo que se llama en el marco de las exposiciones, un
retorno para Córdoba, para la ciudad y la institución que lo organiza, porque
no se limitará sólo a la exposición, sino que quedarán para siempre en Córdoba.
Y hay otro tipo de piezas que tienen un valor artístico, documentario,
cultural, que están en algunas instituciones como museos o algunas iglesias. De
estas también quería resaltar que algunas están en Córdoba y otras fuera, pero
también trataremos de poner de relieve el patrimonio propio de la ciudad de
Córdoba.
Estas piezas, además, cobrarán un valor
distinto al ser exhibidas en un templo declarado por la UNESCO Patrimonio
Mundial, por donde cada año pasan casi dos millones de personas, de turistas.
¿Qué mensaje se quiere trasladar a un mundo diverso y fracturado?
Nos gustaría considerarlos uno a uno, porque
cada persona es un misterio. Algunos creyentes, otro gran número probablemente
no creyentes o bautizados, pero cuya fe está un poco dormida. Fundamentalmente,
yo creo que se trata de, para los de cerca, realizar un itinerario en la
exposición que refuerce su fe y las raíces de su fe. Y para los de lejos tratar
de mostrar este misterio de la fe cristiana que reconoció el Concilio de Nicea,
hablando de Jesucristo como luz de luz, que se envía al misterio del amor en la
diferencia; el amor en la misma naturaleza y sustancia divina, diría el
Concilio de Nicea. Yo creo que es un mensaje siempre necesario y siempre
vigente para un mundo fracturado. Lo más necesario, yo creo, es recibir ese
anuncio.
El Concilio de Nicea determinó un tiempo nuevo
para el cristianismo, ¿qué cambió desde entonces para la iglesia?
Los concilios no se celebran para introducir
novedades, pero de hecho las introducen. El origen de los concilios es dar
respuesta a cuestiones que se consideran importantes en ese momento. Pero se
puede decir que el cristiano, para ser fiel a la tradición, debe renovarse
continuamente. Nicea no aporta novedades de un día para otro, sino que se va
dando una recepción paulatina. Una de las novedades es quizás la necesidad de
tener una fórmula de fe a la que referirse de modo único y universal. Hasta
entonces había varios credos, unánimes en la fe, pero muy variados en la forma.
El concilio inicial fue imponiendo poco a poco esa necesidad de tener el credo,
que llamamos también símbolo, de referencia universal.
Como doctor en teología patrística, ¿cómo se
contempla la figura del obispo Osio en el contexto de la Iglesia Universal?
¿Cuál sería su relevancia histórica?
Me gustaría recordar una iniciativa que tuvo
lugar en el año 2013, muy feliz, del actual Obispo de Córdoba, que determinó
realizar un congreso sobre la figura de Osio. Eso potenció mucho la
investigación, la publicación de fuentes acerca de la vida de Osio, directas e
indirectas y de su obra. Han quedado publicadas las actas. Yo creo que podemos
concluir hoy, sin perjuicio de seguir investigando, que Osio pudo no ser un
grandísimo escritor, pero por los escritos que nos han llegado podemos deducir
su talante martirial, libre, frente al poder político, su figura teológica y
también su valor sobre todo como canonista. Fue un hombre de gobierno en la
Iglesia, presidió varios concilios en Oriente de los que hoy llamaríamos
universales. Propuso varios cánones que fueron aceptados. Estamos ante una
figura de mucho valor, no sólo histórico y teológico, sino también me atrevería
a decir de valor espiritual.
Fuente: InfoCatólica