¿Es verdadera esa trillada esa frase de "te tengo envidia, pero de la buena"? Probablemente has sentido o causado envidia en alguien más; por ello, te compartimos algunos consejos
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Está tan trillada esa frase de “te tengo envidia, pero de la buena“,
como tratando de excusar algún pequeño o gran malestar e intranquilidad
interior por el bien que mi prójimo posee. ¡Cuántas veces la habremos dicho o
sentido!
La envidia es la tristeza o pesar del bien ajeno; el deseo de algo
que no se posee. Así es, la envidia es esa sensación de malestar por no tener
lo que el otro tiene, ya sean cualidades, experiencias vividas, talentos,
virtudes, dones, o cualquier otro tipo de bienes o posesiones.
La envidia no edifica
Por lo tanto, aquí desechamos la frase de “tengo o siento envidia
de la buena”. La envidia jamás será algo edificante, por
lo tanto, valdría la pena identificar si lo que siento es realmente envidia o
un simple y noble deseo de mi corazón por algo que me hubiera gustado poseer y
eso lo sabré por la emoción o sensación que se genere en mi interior.
Por ejemplo, puedo observar en ti algo que a mí me hubiera gustado
tener como un papá amoroso, una familia unida, una casa grande, muchos hijos,
una gran voz para cantar, etc. Sin embargo, el que tú tengas eso que yo no
poseo no genera ningún malestar ni desasosiego, por lo tanto, no es envidia. Al
contrario, yo gozo y me alegro por que tú poseas aquello que yo no tengo; de
todo corazón siento placer por que tú goces de eso que yo noblemente deseo y no
poseo. Es decir, tu felicidad alegra mi alma.
Bandera roja
Ahora bien, si lo que siento es una profunda autocompasión por mí,
me siento víctima porque yo no tengo nada de eso, me causa un profundo
malestar, rabia o tristeza y no me permite gozar y ser agradecido por lo que
tengo, entonces es envidia, tal cual.
Aquí es muy importante que diferenciemos 2 situaciones: cuándo soy
yo quien siente la envidia; y cuándo soy yo la persona que genera la envidia.
Los siguientes puntos de cada te servirán para lidiar mejor con la envidia.
¿Qué hacer contra los sentimientos de envidia?
Así es, hasta que no admitas de corazón y de forma muy honesta que
lo que sientes se llama envidia, no podrás hacer algo para trabajar en ti. Es
como cualquier adicción que, hasta que no se acepte que se tiene, no se puede
comenzar a trabajar.
Transforma esos sentimientos de envidia por unos de conformidad y
admiración; dale un giro a esa sensación y comienza a generar paz y amor en tu
corazón.
Date cuenta exactamente de qué es lo que ves en la otra persona
que te gustaría a ti poseer o llegar a ser y comienza a trabajar en conquistar
ese deseo. En este punto es muy importante que te preguntes si es un deseo
noble que te edificará como persona.
A diario, escribe
un mínimo de tres cosas por las que te sientas agradecido con la vida -con
Dios- reconociendo tus atributos, dones, talentos y, por qué no, hasta los
bienes materiales que te fueron confiados. Cosas tan simples como ser puntual,
el agua de la llave o el poseer un auto… hasta el milagro de haber despertado
hoy con salud. Trata de quedarte en esa actitud de gratitud durante el día
hasta el día siguiente, así, un día a la vez y sólo por hoy…
Y cuando seas tú a quien envidian:
Es muy importante que, desde la humildad, reconozcas y aceptes que
tienes todo el derecho de no caerles bien a todos y que puedes generar envidia
en alguno que otro. Ten bien claro que eso no te define y que si te rechazan,
no te rechazan a ti sino a aquello que ven en ti y que de manera personal no
han podido superar.
Muestra aceptación y una profunda compasión por los que te
envidian porque generalmente esas personas traen detrás una historia de dolor
muy pesada y lo que menos necesitan es tu rechazo, sino tu amor y comprensión.
Por lo tanto, si eres creyente, reza por ellos pidiendo a Dios
que les dé la capacidad de ver todas las bendiciones que ellos tienen en sus
vidas.
Continua dando lo mejor de ti con más frutos, manteniendo tu ego a
raya y evitando la soberbia y la vanidad. El que tengas una luz que
probablemente opaque los ojos de muchos no significa que seas más que nadie.
Recuerda que, aunque todos tengamos distintos talentos, en dignidad somos
iguales.
Mantener el ego apagado con humildad y alegrarse por los demás de
forma amable es un trabajo diario que requiere disciplina y constancia, pero
que sin duda te ayudará a ser mejor cada día.
Luz Ivonne Ream
Fuente: Aleteia