El Papa Francisco ha presidido el acto penitencial con el que se inaugura por undécimo año la iniciativa 24 horas para el Señor, que se celebra cada año en diócesis de todo el mundo en la víspera del cuarto domingo de Cuaresma.
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Dominio público |
El Pontífice recuperó en la lectura de la homilía el vigor y
estilo que en días pasados no había podido desarrollar, debido a su estado de
salud que le impidió pronunciar varios discursos y catequesis durante las
audiencias.
Así, improvisó numerosas veces e interactuó con los presentes en
la parroquia San Pío V de Roma, donde, tras la liturgia de la Palabra y su
homilía, ha confesado a algunos penitentes.
Antes de presidir el acto penitencial, el Santo Padre pudo
saludar a numerosos fieles que se agolparon a las puertas del templo y que
trataban de dar la mano al Pontífice y recibir su bendición, cosa que ocurrió
de manera especial con los niños.
Una vez iniciado el acto penitencial y tras las lecturas, el
Papa Francisco pronunció una homilía sobre la Confesión, a la que definió como
“el sacramento de la curación y la alegría”. Además, no cesó de remarcar que
Dios perdona siempre y ha invitado en reiteradas ocasiones a repetir la
invocación “Jesús, si quieres, puedes purificarme”.
Sobre la base de un extracto de la Carta de San Pablo a los
Romanos, en la que el apóstol de los gentiles explica que “podemos caminar en
una vida nueva”, el Papa Francisco ha explicado que eso es posible gracias al
Bautismo, y que se trata de un camino en el que, en ocasiones, perdemos de
vista “la vida santa que fluye dentro de nosotros” por el Espíritu Santo.
Esto sucede porque vivimos “inmersos en un mundo repetitivo,
atrapados en mil cosas” que nos hace olvidar “que ya hay una vida nueva que
fluye dentro de nosotros y que, como brasas bajo las cenizas, está esperando
para arder e iluminarlo todo”.
Esa ceniza “oculta la belleza a la vista de nuestra alma”, ha
afirmado el Papa, y, en consecuencia, “Dios aparece como un amo” en vez de como
un Padre, “los demás, en vez de ser hermanos, hijos del mismo Padre, nos
parecen obstáculos y adversarios” y “no vemos con claridad ni siquiera dentro
de nosotros mismos: sentimos una fuerza imparable para hacer el mal que
querríamos evitar”.
El Papa Francisco ha señalado también que “necesitamos una nueva
señal, un cambio de ritmo, una dirección que nos ayude a reencontrar el camino
del Bautismo, renovar nuestra belleza original, debajo de las cenizas, renovar
el sentido de seguir adelante”.
Ese camino de vuelta, ha subrayado, es el perdón de Dios:
“Pongan esto en la mente y el corazón: Dios no se cansa nunca de perdonar” ha
dicho antes de invitar a los presentes a repetirlo hasta en dos ocasiones,
antes de añadir: “¿Cuál es el drama? Es que somos nosotros los que nos cansamos
de pedir perdón”.
¿Cuáles son los efectos del perdón de Dios?
Sin embargo, el perdón de Dios, ha detallado el Papa, “nos
limpia por dentro, devolviéndonos a la condición del renacimiento bautismal:
hace que las aguas frescas de la gracia fluyan de nuevo en el corazón, reseco
por la tristeza y empolvado por los pecados; quita las cenizas de las brasas
del alma, limpia esas manchas interiores que nos impiden confiar en Dios,
abrazar a nuestros hermanos y hermanas, amarnos a nosotros mismos”.
Esa purificación del corazón necesita de nuestro compromiso, ha
explicado el Pontífice, pero no es suficiente. Así, ha añadido, “sólo Dios es
capaz de conocer y sanar el corazón. Sólo Él puede librarlo del mal. Para ello,
debemos llevarle nuestro corazón abierto y contrito; imitar al leproso del
Evangelio, que le reza así: ‘¡Si quieres, puedes purificarme!’”.
El Papa Francisco ha vuelto a interactuar con los presentes para
repetir las palabras del leproso dos veces en voz alta y otra más en silencio.
Y, a continuación, siguiendo uno de sus momentos improvisados, también ha
llamado a reiterar que “el Señor no se cansa de perdonar”.
“Dios se da a conocer perdonando”
En el transcurso de su homilía, el Pontífice ha instado a no
posponer el momento de la Confesión: “No posterguemos el encuentro con su
perdón, porque sólo si Él nos pone de nuevo en pie podremos volver al camino y
ver la derrota de nuestro pecado, borrado para siempre”.
Es en el pecado donde “Dios entra en contacto con el hombre. Así
Dios se da a conocer perdonando”, ha explicado el Papa Francisco, que ha
insistido: “solamente cuando tu corazón está arrepentido y vas donde él
mostrando tu corazón sucio. Ahí conocerás a Dios que perdona e irás en paz
porque tus pecados serán perdonados”.
¿Qué es el sacramento de la Reconciliación?
El Papa Francisco ha pedido que no renunciemos al sacramento de
la Reconciliación, destacando que “no es una práctica de devoción, sino el
fundamento de la existencia cristiana; no se trata de expresar bien los
pecados, sino de reconocernos pecadores y arrojarnos en los brazos de Jesús,
del amor de Jesús crucificado para ser liberados; no es un gesto moralista,
sino la resurrección del corazón”.
Dirigiéndose a los sacerdotes, el Pontífice ha recomendado:
“Sintámonos dispensadores de la alegría del Padre que encuentra a su hijo
perdido; sintamos que nuestras manos, puestas sobre la cabeza de los fieles,
son las manos traspasadas por la misericordia de Dios, que transforma las
llagas del pecado en canales de misericordia”.
El Papa Francisco también ha aprovechado el momento para instar
a poner “de nuevo el perdón en el centro de la Iglesia”. En concreto, a los
presbíteros, les ha indicado que perdonen “siempre como Dios, que no se cansa
de perdonar”, que ayuden “a quien tiene miedo a acercarse con confianza al
sacramento de la curación y de la alegría” y que, durante la Confesión “no
pregunten mucho”, sino que más bien dejen que los penitentes se expresen: “Que
ellos hablen y [ustedes] perdonen todo”.
La homilía ha concluido con una invitación a repetir la jaculatoria
del leproso: “Jesús, si quieres, puedes purificarme”, para finalizar: “Sí,
Jesús, creo que puedes limpiarme, creo que necesito tu perdón. Jesús, renuévame
y volveré a caminar en una vida nueva”.
Por Nicolás de Cárdenas
Fuente: ACI