El arzobispo de Madrid propone «una mirada creyente» de los atentados de hace 20 años, y propone a las víctimas «dejaros encontrar por Dios, porque Él os regalará el consuelo, la sanación y la luz»
El cardenal José Cobo preside la eucaristía en el 20 aniversario de los atentados del 11-M. Foto: Archimadrid/Iganacio Arregui |
«Hay fechas que quedan grabadas a fuego en el alma de un pueblo». Así ha comenzado este lunes el cardenal Cobo su homilía durante el funeral en la catedral de la Almudena en memoria de las víctimas del 11-M.
Al cumplirse el vigésimo aniversario de los atentados, el
arzobispo de Madrid ha señalado que «estoy casi seguro de que la mayoría de
nosotros recordamos cómo amanecimos aquel trágico jueves de hace 20 años, dónde
estábamos cuando tuvimos noticia de los atentados y cómo vivimos las primeras
horas».
Según José Cobo, las 192 personas fallecidas y los numerosos heridos
que provocaron los atentados «no son números ni estadísticas», sino «vidas
humanas que quedaron segadas de golpe: individuales, singularísimas, únicas,
irrepetibles, todas especiales». A todos ellos «queremos ofreceros el abrazo
sentido y cariñoso de la Iglesia —ha dicho asimismo—, junto con el deseo de que
vuestras heridas vayan cicatrizando con consuelo, abrazos, medidas
institucionales de apoyo efectivo, y la promesa esperanzada de nuestro Dios de
que la muerte no tiene la última palabra».
El arzobispo de Madrid ha recordado que cada Eucaristía es
«memoria de la vida de Jesús, también truncada a destiempo, trágica y
cruelmente», por lo que el funeral en memoria de las víctimas del 11-M es al
mismo tiempo recuerdo «de nuestra historia dolorida», y «de la vida entregada
de Jesús», ya que «hacer memoria es un deber y también una necesidad».
«Debemos recordar a las víctimas que siguen vivas en nuestra
memoria y pedir para ellas el abrazo de Dios», ha insistido Cobo, para quien
una forma de «buscar la verdad» consiste en «aprender de nuestros errores y no
volver a repetirlos», pues «los pueblos que olvidan su pasado están condenados
a repetirlo».
En este sentido, al hacer estos días «una lectura que nos ayude a
procesar lo vivido», aparecen «miradas e interpretaciones», tanto «políticas,
culturales, mediáticas y hasta polémicas». Por su parte, el cardenal Cobo ha
propuesto «una mirada creyente», que también «es necesaria», y que es válida
«no solo para quienes comparten la misma fe».
Desde esta perspectiva, «lo primero que brota, paradójicamente, es
una acción de gracias», ha propuesto, lo que «evidentemente no consiste en dar
las gracias por lo que ocurrió», sino «porque, a la luz de la tragedia,
comprendemos y caemos en la cuenta aún más del valor de la vida, de tanta
bendición que a menudo damos por sentada y nos pasa desapercibida». En este
sentido, «damos las gracias por el amor que nos unió y nos une a nuestros
seres queridos, por sus vidas y por la huella indeleble que dejaron en
nosotros». Se trata de una mirada que incluye asimismo «a quienes gastan su
vida para que otros vivamos en paz», y a aquellas personas «con corazón
generoso y capaces de dar la vida por causas nobles».
En segundo lugar, brota «una petición de perdón», porque «en un
mundo como el nuestro, en el que el ser humano es capaz de tanta belleza y
posibilidades, es también capaz de sembrar dolor y destrucción», ha dicho José
Cobo, quien ha definido el terrorismo como «una forma equivocada y llamada a
fracasar para afrontar los conflictos, una forma indecente e inhumana».
«Perdón, Señor, por no ser capaces de buscar la justicia desde la concordia,
desde el diálogo, desde el respeto», ha rezado, mencionando «tantas situaciones
en las que vidas humanas se convierten tan solo en piezas prescindibles de un
juego de egoísmos».
«Lo tercero que nos surge es un compromiso por convertirnos», ha
señalado el arzobispo de Madrid en relación también con el tiempo de Cuaresma,
lo que supone concretamente «cambiar de rumbo y modificar los hábitos del
corazón», pasando así «de la actitud violenta a la paz, del odio o las
descalificaciones sistemáticas a la misericordia, de la indiferencia a la cercanía,
y de la distancia y la asepsia a la convivencia amable y comprometida con el
otro y sus necesidades».
«Necesitamos crecer en humanidad», ha insistido el arzobispo, de
modo que «no basta una política de vuelo rasante y mirada cortoplacista e
interesada», sino un «verdadero diálogo de quien está dispuesto a escuchar y a
hablar, en ese orden». Solo así podremos «abrirnos juntos a los problemas, las
angustias y las heridas de las personas», tal como hizo Jesucristo «en su
pasión por la verdad, su compromiso por el mundo y por el ser humano hasta dar
la vida por cada uno», pues «la última victoria no es del mal, del pecado ni de
la muerte. Es de Dios, que es Amor».
El cardenal José Cobo ha terminado su homilía dirigiéndose a los
creyentes, «para que demos testimonio de una esperanza firme»; a los habitantes
de Madrid, «para que seamos conscientes del regalo que somos los unos para los
otros»; a las autoridades, «para que no dejéis de tomar en serio vuestras
propias palabras al servicio del bien común y las convirtáis en herramienta
activa para la paz, la justicia, la concordia y la convivencia»; y a las
propias víctimas y a sus familias, a quienes ha pedido «dejaros encontrar por
Dios, porque Él os regalará el consuelo, la sanación y la luz».
Juan
Luis Vázquez Díaz-Mayordomo
Fuente: Alfa y Omega