Las carmelita de Segovia mantienen vivo el espíritu y el carisma de Teresa de Jesús siglos después de la fundación de la santa en la ciudad castellana
Fachada del convento de San José con una inscripción en la que |
La doble reja (hierro y madera) a través de la cual hablamos con las religiosas del carmelo de Segovia es la misma que estaba cuando santa Teresa de Jesús fundó este convento, el de San José.
El 19 de marzo hace exactamente 450 años. En esa reja se revisó el documento final de Las moradas. Teresa se sentaría en el locutorio, igual que ahora lo están la madre María Ángela, priora, y las otras tres hermanas que nos reciben, anonadadas hasta el punto de no manifestar sus nombres, sino «una de tantas». En nuestro lado hay un cuadro de la santa de Ávila, otro de Jesús y otro de santa Teresita del Niño Jesús. En ningún momento de la conversación las hermanas desvían la mirada de Cristo. A su vez, son profundamente humanas. Dignas hijas de su santa madre.
«Si hay que vender un cáliz para atender a una hermana enferma, se
hace», decía. «Cuando una persona está muy en Dios —sostiene una de las
carmelitas— también está muy en las cosas de Dios». A las dos horas de oración
diaria en silencio ante el Señor se suman dos de recreo, «lo implantó la santa
madre para lograr un equilibrio psicológico». Viven en «mucha soledad para
tratar con Dios», pero son familia a imagen de la de Nazaret, que experimentó
silencio, trabajo, recogimiento, unión, caridad… A veces «hay roces», pero esto
se suple cuando toman conciencia de que «la hermana es amada también por Dios».
No fue fácil la llegada de Teresa a Segovia. Siempre quiso fundar en ciudades principales para tener acceso a los recursos. «Las limosnas eran seguras; ella buscaba bienhechores, no fundadores mangoneantes». Lo cuenta el padre Salvador Ros, carmelita descalzo también de Segovia. Experto en santa Teresa y san Juan de la Cruz y deudor de estos dos doctores de la Iglesia. «Mi vocación se la debo a ellos».
Teresa. Mujer «con dotes de gobierno, con una lucidez y fuerza de persuasión» que a nadie dejaba indiferente. Mujer de palabra «que engancha, seductora, con fuego que pega en el corazón; una palabra además de un contenido teológico precioso, sobre todo cuando habla del Cristo amigo». Mujer audaz y deseosa de cumplir la voluntad de Dios, que cuando este le dijo en oración que fundara en Segovia vio el cielo abierto.
Además de un nuevo carmelo para darle gloria a Dios, podría poner fin al suplicio de las monjas de Pastrana, sometidas a los caprichos de la princesa de Éboli. Las sacó de noche, y también de noche llegaron a Segovia. Era el 18 de marzo de 1574. Se alojaron en una casa alquilada por Ana de Jimena en lo que hoy es el Colegio de Arquitectos de Segovia. Al día siguiente, en el patio, san Juan de la Cruz celebró la primera Misa y con la Eucaristía ya estaba fundado el convento. Seis meses después inauguraron la casa que ocupan actualmente, ya comprada, en la que han estado desde entonces a excepción de los tres años de exclaustración cuando la desamortización de Mendizábal.
Más de 200 monjas han pasado por ella,
hace recuento, así de carrerilla, la madre María Ángela. Mujeres que han
mantenido el legado de la santa madre. De ella destaca la priora su fidelidad a
Dios, su espíritu de sacrificio —fundó estando aquejada de grandes males
físicos— y su devoción a san José. Mujeres que celebrarán el aniversario del
convento con un recital lírico el viernes 15 de marzo a las 19:00 horas en la
iglesia; una conferencia de Salvador Ros el lunes 18 de marzo a las 19:00 horas
y una Eucaristía el 19 de marzo a las 19:00 horas presidida por el obispo de
Segovia, César Franco.
Las carmelitas, «ermitañas» en medio del bullicio de la ciudad, son felices. «Llevamos una vida sencilla, llena de Dios, aceptando los sacrificios», que no ven para tanto, porque «cuántas madres de familia no hacen sacrificios grandes». Solo tienen calefacción en la sala de recreo y en el coro, ayunan siete meses al año y hacen abstinencia perpetua de carne —no aplica en caso de enfermedad o debilidad—, pero se saben amadas por Dios y eso lo cambia todo.
La sobrinita de una de ellas le preguntó un día si no se
aburría… «¡Tengo el día lleno!». «Sí, todos los días es lo mismo, pero es
distinto porque lo vives con Él». Miran mucho a la Virgen María, «que llevó una
vida sencilla, de oración, sin un apostolado visible», y les encantaría que la
gente las conociera más. Por eso animan a que los sacerdotes organicen visitas
con los jóvenes y rezan para que «el Señor quite tapones de los oídos; Él sigue
llamando».
Jesús |
El convento de San José guarda, además de reliquias del cuerpo de santa Teresa, objetos suyos: una almohada, la cofia que usaba para dormir, el comulgatorio, un corporal y una palia bordados por ella y un Niño Jesús al que llamaba El Tornerito. Lo dejó allí para estar al cuidado del torno, desde una repisa durante el día y dentro durante la noche.