La crisis por la que pasa la institución del matrimonio en España es evidente según se desprende de un reciente estudio realizado por el Observatorio Demográfico de la Universidad CEU San Pablo, que refleja que sólo 2 de cada diez bodas se realizan según el rito sacramental de la iglesia Católica.
El informe Transformación y
crisis de la institución matrimonial en España es el primero de una
trilogía que se completará con dos más relativos al divorcio y la ruptura
familiar.Celebración del sacramento del matrimonio. Dominio público
Según detalla el Observatorio Demográfico en su análisis, “las
bodas por la Iglesia se han desplomado desde 1976” y de manera destacada a
partir del año 2001. Según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE),
en 1996 los matrimonios por la Iglesia Católica fueron casi 150.000 y
representaban el 77%. Los civiles, un 23% y los realizados según otras
confesiones religiosas apenas suponían un 0,2%.
En el año 2022, sólo celebraron algo más de 34.500 matrimonios
religiosos (la inmensa mayoría católicos) de un total de más de 178.000, lo que
representa el 19%.
Según se expone en el estudio, “a partir de 2001 se produjo una
caída continua del número de bodas religiosas” y un crecimiento de igual
magnitud de los compromisos civiles, hasta llegar a 4 ceremonias
administrativas por cada 1 de carácter religioso.
En otras palabras, en España se produce un 83% menos de
matrimonios católicos que en 1975.
El estudio pone de manifiesto otros muchos datos que evidencian
la crisis de la institución matrimonial en España. Así, los españoles cada vez
se casan más tarde, retrasándo la edad de contraer nupcias por primera vez casi
10 años en cinco décadas.
En 1976, los varones se casaban a los 26, 7 años y las mujeres a
los 24,1. Hoy, es a los 36,8 y 34,9 años respectivamente. Las probabilidades de
contraer nupcias antes de los 30 años ha pasado de cerca del 90% al 14% para
las mujeres y al 8 % para los varones.
En ese aspecto sólo los suecos, por poco, superan a los
españoles entre los países europeos, siendo los rumanos, polacos, búlgaros,
húngaros y checos los únicos que se casan antes de cumplir la treintena.
España tiene ley del divorcio por primera vez en democracia
desde el año 1981, si se exceptúa la norma aprobada durante el régimen de la
Segunda República. Las rupturas se fueron incrementando de manera paulatina,
pero sostenida, hasta alcanzar las 100.000 al año con la llegada del nuevo
milenio.
En 2005, la ley conocida como de “divorcio exprés” propició una
explosión de rupturas, que alcanzó en 2006 el récord histórico de 146.000.
Desde entonces, las tasas han decrecido (84.000 en 2022), también porque son
muchas menos las personas que se casan.
La probabilidad de que un español medio se divorcie ha caído en
proporción, desde el 31% en 2011 al 24% de 2022, lo que se explica por el menor
número de bodas. Sin embargo, según el estudio “la probabilidad aproximada de
que un matrimonio termine en divorcio estaría en torno al 50% en números
redondos” si se aplica a los que se casan.
La baja nupcialidad y la alta tasa de fracasos matrimoniales son
dos factores de desestructuración familiar que afecta además a la
fecundidad.
“Si no tuviéramos un invierno demográfico en España de grado
siberiano, eso podría tener sus inconvenientes, pero no resultaría
catastrófico”, se subraya en el informe. Sin embargo, “al haber una fecundidad
bajísima, que haya cada vez menos nupcialidad estable no es algo que facilite
en absoluto que se recupere la fecundidad necesaria para llegar al nivel de
reemplazo”, añaden los expertos del Observatorio Demográfico.
Esta consideración se basa en los datos que muestran cómo el
número medio de hijos por mujer decae según el tipo de compromiso que
establezca. Así, la tasa es de 1,81 si hay matrimonio, de 1,39 en parejas de
hecho registradas, del 1,21 en las que están sin registrar y del 0,88 si no
tienen pareja.
Otros datos negativos que aporta el informe hacen referencia a
que, con la caída de la nupcialidad y el auge de rupturas, ha crecido el
porcentaje de bebés nacidos en España de madres no casadas y que el 10% de los
bebés “no vivirían con su padre desde el nacimiento”.
Asimismo, cada vez hay más hogares monoparentales, hijos que
viven sin alguno de sus progenitores y cada vez hay más personas viviendo en
soledad.
El informe concluye afirmando que “si se quieren abordar en
serio los problemas de la baja fecundidad y de la soledad en el hogar, es
fundamental que haya, sobre todo, parejas estables, para lo cual el matrimonio
ha sido siempre la forma de convivencia idónea”.
En este sentido, desde el Observatorio demográfico del CEU se
denuncia que el hecho de que “apenas se dé importancia por parte de los poderes
públicos” a estos datos “es muy mal síntoma de la salud social de nuestra
sociedad”, tanto respecto a la fecundidad como la desestructuración
familiar que repercute en tantos adultos, niños y adolescentes.
Aunque reconocen que en una sociedad plural caben diversas
opciones, los autores del informe señalan que no es igual “que haya un 5% de
personas en España que no se casen nunca a que sean un 50%” ni que “se acaben
rompiendo el 50% de los matrimonios a que les ocurra esto al 5%”.
“Lamentablemente, en España estamos en ambas cosas en torno al
50% y no al 5%, y tan lamentable o más es que ante todo esto la respuesta
masiva sea de indiferencia”.
Por Nicolás de Cárdenas
Fuente: ACI
·