Mensaje para la Cuaresma 2024, titulado “A través del desierto Dios nos guía a la libertad”
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Es hora de sacudirnos esa "inexplicable
añoranza por la esclavitud" que llevamos dentro y abandonar las
"ataduras opresoras" que nos paralizan y nos impiden soñar con un
mundo distinto. Lo escribe el Papa Francisco en su Mensaje para la Cuaresma
2024.
“Del mismo modo que Israel en el desierto lleva todavía a Egipto dentro de sí ―en efecto, a menudo echa de menos el pasado y murmura contra el cielo y contra Moisés―, también hoy el pueblo de Dios lleva dentro de sí ataduras opresoras que debe decidirse a abandonar”. Esta constatación es planteada por el Papa Francisco en su mensaje para la Cuaresma 2024, titulado “A través del desierto Dios nos guía a la libertad” y publicado el jueves 1 de febrero, a 13 días del inicio del tiempo litúrgico el 13 de febrero, Miércoles de Ceniza.
El Santo Padre
subraya que nos damos cuenta de ello “cuando nos falta esperanza y vagamos por
la vida como en un páramo desolado, sin una tierra prometida hacia la cual
encaminarnos juntos”. En este sentido, recuerda que “la Cuaresma es el tiempo
de gracia en el que el desierto vuelve a ser ―como anuncia el profeta Oseas― el
lugar del primer amor” (cf. Os 2,16-17).
Refiriéndose
al éxodo del pueblo de Israel, el Pontífice asegura que el éxodo de la
esclavitud a la libertad “no es un camino abstracto” y sostiene que “para que
nuestra Cuaresma sea también concreta, el primer paso es querer ver la
realidad”. Para ilustrar mejor este punto, el Obispo de Roma cita un pasaje de
la Escritura, cuando en la zarza ardiente el Señor atrajo a Moisés y le habló,
se reveló inmediatamente como un Dios que ve y sobre todo escucha: «Yo he visto
la opresión de mi pueblo, que está en Egipto, y he oído los gritos de dolor,
provocados por sus capataces. Sí, conozco muy bien sus sufrimientos. Por eso he
bajado a librarlo del poder de los egipcios y a hacerlo subir, desde aquel
país, a una tierra fértil y espaciosa, a una tierra que mana leche y miel» (Ex 3,7-8).
“También hoy
llega al cielo el grito de tantos hermanos y hermanas oprimidos. Preguntémonos:
¿nos llega también a nosotros? ¿Nos sacude? ¿Nos conmueve? Muchos factores nos
alejan los unos de los otros, negando la fraternidad que nos une desde el
origen”, añade.
El Sucesor de
Pedro recuerda su viaje a Lampedusa, en el que ante la globalización de la
indiferencia planteé dos preguntas, que son cada vez más actuales: «¿Dónde
estás?» (Gn 3,9) y «¿Dónde está tu hermano?» (Gn 4,9).
“El camino
cuaresmal será concreto si, al escucharlas de nuevo, confesamos que seguimos
bajo el dominio del Faraón. Es un dominio que nos deja exhaustos y nos vuelve
insensibles. Es un modelo de crecimiento que nos divide y nos roba el futuro;
que ha contaminado la tierra, el aire y el agua, pero también las almas (…)”.
El Obispo de
Roma señaló un detalle relevante en el relato del Éxodo: “Es Dios quien ve,
quien se conmueve y quien libera, no es Israel quien lo pide”. Y nos propone
dos preguntas: “¿Deseo un mundo nuevo? ¿Estoy dispuesto a romper los
compromisos con el viejo?”.
Dios no quiere
súbditos sino hijos
Francisco
reitera que “Dios no se cansa de nosotros” y anima a acoger la Cuaresma “como
el tiempo fuerte en el que su Palabra se dirige de nuevo a nosotros: «Yo soy el
Señor, tu Dios, que te hice salir de Egipto, de un lugar de esclavitud» (Ex 20,2)”.
“Es tiempo de
conversión, tiempo de libertad”, asevera, y explica que “el desierto es el
espacio en el que nuestra libertad puede madurar en una decisión personal de no
volver a caer en la esclavitud”.
“En Cuaresma,
encontramos nuevos criterios de juicio y una comunidad con la cual emprender un
camino que nunca antes habíamos recorrido”.
Esto implica
una lucha, prosigue Francisco, que el libro del Éxodo y las tentaciones de
Jesús en el desierto nos narran claramente: "Más temibles que el Faraón
son los ídolos; podríamos considerarlos como su voz en nosotros. El sentirse
omnipotentes, reconocidos por todos, tomar ventaja sobre los demás: todo ser
humano siente en su interior la seducción de esta mentira. Es un camino
trillado”.
Por ese
motivo, el Papa afirma que “podemos apegarnos al dinero, a ciertos proyectos,
ideas, objetivos, a nuestra posición, a una tradición e incluso a algunas
personas”.
“Esas cosas en
lugar de impulsarnos, nos paralizarán. En lugar de unirnos, nos enfrentarán.
Existe, sin embargo, una nueva humanidad, la de los pequeños y humildes que no
han sucumbido al encanto de la mentira. Mientras que los ídolos vuelven mudos,
ciegos, sordos, inmóviles a quienes les sirven (cf. Sal 115,8),
los pobres de espíritu están inmediatamente abiertos y bien dispuestos; son una
fuerza silenciosa del bien que sana y sostiene el mundo”.
Tiempo de
actuar y de detenerse
El Santo Padre
sugiere detenernos en oración para acoger la Palabra de Dios y detenernos ante
el samaritano, ante el hermano herido.
“El amor a
Dios y al prójimo es un único amor. No tener otros dioses es detenerse ante la
presencia de Dios, en la carne del prójimo”, escribe. Por ello, Francisco
recomienda la práctica de la oración, la limosna y el ayuno, que “no son tres
ejercicios independientes, sino un único movimiento de apertura, de
vaciamiento: fuera los ídolos que nos agobian, fuera los apegos que nos
aprisionan”.
Para el
Pontífice, la dimensión contemplativa de la Vida, que la Cuaresma nos hará
redescubrir, movilizará nuevas energías:
“Delante de la
presencia de Dios nos convertimos en hermanas y hermanos, percibimos a los
demás con nueva intensidad; en lugar de amenazas y enemigos encontramos
compañeras y compañeros de viaje. Este es el sueño de Dios, la tierra prometida
hacia la que marchamos cuando salimos de la esclavitud”.
Tiempo de
decisiones comunitarias
El Sucesor de
Pedro alude a la forma sinodal de la Iglesia, que en estos últimos años estamos
redescubriendo y cultivando, y sugiere que en la Cuaresma se tomen “pequeñas y
grandes decisiones a contracorriente, capaces de cambiar la cotidianeidad de
las personas y la vida de un barrio: los hábitos de compra, el cuidado de la
creación, la inclusión de los invisibles o los despreciados”.
Francisco
invita a todas las comunidades cristianas a “ofrecer a sus fieles momentos para
reflexionar sobre los estilos de vida; a darse tiempo para verificar su
presencia en el barrio y su contribución para mejorarlo”.
“Más bien, que
se vea la alegría en los rostros, que se sienta la fragancia de la libertad,
que se libere ese amor que hace nuevas todas las cosas, empezando por las más
pequeñas y cercanas. Esto puede suceder en cada comunidad cristiana”.
El destello de
una nueva esperanza
En la medida
en que esta etapa sea de conversión, entonces, la humanidad extraviada sentirá
un estremecimiento de creatividad, agrega. El Santo Padre incentiva a todos los
fieles a buscar y arriesgar, como dirigió la invitación a los jóvenes durante
la JMJ Lisboa 2023.
En su discurso
a los universitarios, el Obispo de Roma decía que “en este momento histórico
los desafíos son enormes, los quejidos dolorosos —estamos viviendo una tercera
guerra mundial a pedacitos—, pero abrazamos el riesgo de pensar que no estamos
en una agonía, sino en un parto; no en el final, sino al comienzo de un gran
espectáculo. Y hace falta coraje para pensar esto» (Discurso a los
universitarios, 3 de agosto de 2023).
“Es la
valentía de la conversión, de salir de la esclavitud. La fe y la caridad llevan
de la mano a esta pequeña esperanza. Le enseñan a caminar y, al mismo tiempo,
es ella la que las arrastra hacia adelante”, escribe Francisco y desea a todos
un buen camino cuaresmal.
Sebastián
Sansón Ferrari – Ciudad del Vaticano
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