Es lo que reveló en su día, en una impactante entrevista, el famoso exorcista del Vaticano
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El padre Amorth reconoció haber realizado más de cincuenta mil exorcismos |
Los más de
50.000 exorcismos que ha realizado le convirtieron en el mayor experto en la
materia. Cuando tenía 87 años, el padre Gabrielle Amorth, exorcista de la
diócesis de Roma, alertó de la importancia de que en cada diócesis
hubiera un exorcista. En 2016, con 91 años, fallecía en Roma.
-Padre Amorth,
¿qué es un exorcismo?
-El exorcismo
es una oración pública de la Iglesia que se hace con la autoridad de la
Iglesia, porque la hace un sacerdote designado por el obispo; es una oración
de liberación del demonio, de su influencia maligna o del mal provocado por
él.
-En la
actualidad hay muy pocos exorcistas, ¿No son necesarios?
-Durante
trescientos años la Iglesia ha abandonado los exorcismos. Los motivos son
diversos y los explico en el libro Habla un exorcista. Sin embargo, en
cada diócesis debe haber uno ¡como mínimo! Pero ¿cómo los va a haber,
si la gente no cree en el Demonio, incluso gente de Iglesia, como sacerdotes y
obispos? Es necesario saber que el obispo que no proporciona la ayuda
espiritual necesaria a un fiel con un problema demoníaco está pecando gravemente.
-¿Por qué
permite Dios una posesión o un mal demoníaco?
-Hay gente a
la que he tratado que va a misa, reza y hace ayuno. Yo les pregunto: “Si no
estuvieses poseído, ¿lo harías?”. Y me responden que no. Además, pregunto a los
demonios mientras hago este exorcismo: “¿Por qué te empeñas en quedarte? Y me
dicen: “No puedo irme porque Dios no me lo permite. Si me fuera de esta
persona, se alejaría de los sacramentos, y estando así, acude a Dios y es
ferviente su oración”. Luego es posible que para esas personas, esa cruz
sea necesaria para su salvación y la de los que comparten esa cruz con
ella: su entorno, su familia y sus amigos.
-En el
Evangelio, Jesús dice que algunos demonios sólo se van con ayuno y oración,
pero existen casos en los que el exorcismo dura muchos años, o que incluso no
llega a producir nunca esa liberación, aunque se recurra al ayuno y la oración.
¿Por qué?
-Hay ocasiones
en que el Señor permite un caso de posesión en el que la persona no llegue a
liberarse nunca. Yo los he tratado. El Señor invita a acudir al ayuno y a la
oración para expulsar cierto tipo de demonios, porque hay varios. Igual
que hay ángeles con diferentes funciones y misiones, con los caídos
pasa lo mismo, pues también son ángeles. Pero como digo, en ocasiones nada
funciona, ya que Dios lo permite para la salvación de muchas almas,
no sólo de la persona poseída, aunque no es normal.
-Otra cosa
incomprensible es cómo puede comulgar un poseído y que no se dé su liberación,
siendo como es la Sagrada Forma el cuerpo vivo de Cristo. ¿Acaso no nos ha
dicho la Iglesia que el demonio huye de Cristo como de la peste?
-¿Por qué?
-Porque se
siente profundamente humillado. El saberse obligado a hincar la rodilla
ante una mujer, la Madre de Cristo... ¡Ah! No puede con eso. Las oraciones
a la Virgen durante un exorcismo son extraordinariamente poderosas a mi
favor...
»También
ocurre con las reliquias que han pertenecido a algunos santos. Yo
suelo utilizarlas con mucha frecuencia, porque no las puede soportar. Suele
‘salir’ despavorido por la misma razón: la humillación de la obediencia a la
que le obliga Nuestro Señor, que le induce a doblegarse ante un hombre, no ante
un ángel o ante Dios mismo: ante un hombre que ha sido santo.
»Me ocurre
mucho con las reliquias que utilizo del padre Pío de Pietrelcina, a quien tengo
especial devoción. Sale huyendo ante las oraciones y las invocaciones
que hago sobre él. ¿Sabe que lo conocí siendo yo muy jovencito? ¡Le tiraba
de la barba y él se partía de risa! Yo le adoraba, era una persona de
una bondad hiperbólica, un hombre de Dios de pies a cabeza. Un gran
santo de nuestro tiempo.
-Usted cuenta
que durante los exorcismos un poseído puede expulsar por la boca objetos de
metal, cristal y cosas así.
-Es curioso,
ocurre a veces. Esos objetos no están dentro de la persona físicamente, se
materializan en la boca, al ser expulsados. Los he cogido con mi mano, incluso
cuchillas de afeitar. Tengo una caja enorme llena de estos objetos. La guardo
para demostrar físicamente lo que ocurre durante la expulsión de un
demonio. Es muy difícil de creer, pero están ahí.
»Una vez, una
persona sobre la que oraba me escupía todo el rato y yo esquivaba sus salivazos
como podía. Una de esas veces, le vi que me iba a escupir y puse mi mano ante
su boca. Fue todo muy rápido, pero cogí al vuelo un clavo enorme y estaba seco.
No tenía saliva ni nada. Se había materializado en el momento de salir
de su boca.
-Usted cuenta
que una sola sesión de exorcismo puede ser durísima
-Se necesita
una enorme fuerza psicológica para asistir a un exorcismo y no
distraerse de la oración con nada, diga lo que diga o haga lo que haga el
demonio. La fatiga puede ser muy grande.
-¿Cómo nos
protegemos para que nunca nos suceda algo así?
-El mejor
remedio contra el demonio es la oración y la confianza en la Misericordia. Con
oración y siendo fieles a los regalos infinitos de la Iglesia: los
Sacramentos. Dios jamás abandona a un hijo fiel. Lo protege, lo ama
con locura, lo mima con sus regalos. ¡No debéis tener miedo jamás!
-¿Usted no ha
tenido miedo nunca?
-El mismo día
que me nombraron exorcista me encomendé a la Santísima Virgen. Le pedí
que me arropase y me protegiese cada día con su manto materno. Además,
tengo una profunda devoción a mi ángel de la guarda, al que me encomiendo cada
día y antes de cada exorcismo. Por lo tanto, creo que es el demonio, por la
gracia de Dios, el que se echa a temblar cuando me ve aparecer y empiezo a
rezar.
-¿Es cierto
que usted exorcizó junto a Juan Pablo II?
-Le cuento una
anécdota de ese impresionante santo. Estaba yo exorcizando a una pobre muchacha
joven, a la que llevaba muchos años intentando liberar. El exorcismo
esa mañana había sido durísimo y tanto ella como yo estábamos agotados.
Entonces nos fuimos los dos a una misa que celebraba el Papa en San Pedro.
»Ella estaba
tranquila, con unas ganas tremendas de estar en la Misa y de ver al Papa. Todo
iba bien hasta que el Papa entró en la basílica, con todos los ropajes,
preparado para celebrar. En cuanto esta muchacha le vio, se puso fatal:
alaridos, convulsiones, etc. Estaba claro que el demonio no soportaba la
presencia de ese hombre tan de Cristo. El Papa la miró lleno de
compasión y dio la orden de que la alejaran un poco, pues los gritos que
profería y las palabrotas iban a ser un incordio para la celebración.
»Cuando
finalizó la Misa, el Papa se acercó a ella, que seguía con una inquietud
horrorosa. Le impuso las manos, comenzó a orar y la muchacha se puso
fatal. Así estuvo el Santo Padre un buen rato, hasta que se calmó un poco.
Quizá logró expulsar un par de demonios. El caso es que, agotado, le dijo a su
secretario: “Avise al padre Amorth. Que siga él”. Y ahí tuve que seguir
yo, que había estado antes no sé cuántas horas con la pobre desdichada sin
ningún fruto. Me reí: el Papa no lo sabía.
-¿Le obedeció?
-¡Por
supuesto! Yo quise muchísimo a Juan Pablo II.
-Hay un
elemento muy fuerte en el mundo actual en la lucha contra el demonio, un
fenómeno que el Papa Juan Pablo II amaba mucho como ha revelado el postulador
de su causa de beatificación, que es el fenómeno de Medjugorje. ¿Qué opinión le
merece?
-Medjugorje es
un lugar de gran fortaleza contra Satanás. Nuestra Señora dijo en Medjugorje el
14 de abril de 1982: “Dios ha permitido que Satanás ponga a prueba a la Iglesia
durante un siglo”, pero añadió que no la destruiría: “Este siglo en el que vivís
está bajo el poder de Satanás, pero cuando sean realizados los secretos que os
he confiado, su poder se quebrará”.
»Estas
palabras nos dicen que Satanás está hoy trabajando, pero a la vez que él,
también está la Virgen. Ahí están los frutos de Medjugorje. Son ya más
de 30 años de buenos frutos y el Evangelio es claro sobre cómo
discernir los acontecimientos que suceden. Al árbol se le conoce por sus
frutos, y los de Medjugorje son tan claros que a mí me da pena que se ignoren.
Incluso creyentes, laicos y consagrados, que sin haber estado si quiera
allí, ya tomaron su decisión de rechazarlo. Pero bueno, de lo poco que
sabemos de los secretos confiados a los videntes de Medjugorje es que cuando se
realicen, el dragón será derrotado y el reino de la luz triunfará.
-¿Qué
recomienda a una persona que quiera ir al cielo sin pisar el purgatorio y sin
saber nada de Satanás?
-Hijo mío, yo
también quiero ir al cielo. Agárrate a los sacramentos y sobre todo a la Virgen
María. Ella jamás te abandonará.
Jesús García
Fuente:
Religión en Libertad