El ser humano es comunicativo por naturaleza. Nuestro Señor Jesucristo lo sabía perfectamente y por eso nos dejó el regalo del sacramento de la Confesión
Dominio público |
Gracias a su
naturaleza divina, nuestro Señor Jesucristo era un profundo conocedor del
hombre y entendía perfectamente esta necesidad. Por eso los Evangelios recogen
los hechos del Señor, que en un principio fueron transmitidos de manera oral,
cumpliendo su mandato:
«Vayan, y hagan
que todos los pueblos sean mis discípulos, bautizándolos en el nombre del Padre
y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a cumplir todo lo que yo les he
mandado». Mt 28, 19-20
Confesarse es una necesidad
Cuando el Señor
Jesús fue crucificado los discípulos se escondieron y, luego de la
resurrección, para ellos parecía que todo tendría que volver a la normalidad
pues no sabían que Jesús vivía, como lo narra el episodio de los discípulos de
Emaús:
«Y conversaban
entre sí acerca de todas estas cosas que habían acontecido. Y sucedió que
mientras conversaban y discutían, Jesús mismo se acercó y caminaba con ellos»
(Lc 24, 14-15).
Ellos tenían
mucho qué platicar, debían procesar los hechos y poner orden a sus ideas. Por
eso, el mismo Jesucristo se aparece a los apóstoles y les da el poder y la
orden:
«Jesús les dijo
de nuevo: ‘¡La paz esté con ustedes! Como el Padre me envió a mí, yo también
los envío a ustedes’. Al decirles esto, sopló sobre ellos y añadió ‘Reciban al
Espíritu Santo. Los pecados serán perdonados a los que ustedes se los perdonen,
y serán retenidos a los que ustedes se los retengan'».Jn 20, 21-23
El perdón se da después de decir los pecados
Por supuesto,
¿cómo podían perdonar los pecados si no los escuchaban? Era y es necesario
decirlos para que el sacerdote, que ha recibido ese mismo poder de Jesús, pueda
saber si debe perdonarlos o retenerlos. Es parte de la lógica humana. Si no
digo lo que quiero, no puedo esperar que se me dé solo por el deseo que tengo
dentro de mí.
En los juicios
orales, es evidente que para dictar una sentencia hay que presentar la
acusación y las pruebas, y el abogado defensor hace gala de la retórica para
convencer al jurado de la inocencia de su cliente.
Solo el sacerdote puede perdonar
Quienes
pertenecen a otras denominaciones religiosas hacen una confesión de sus culpas
ante la comunidad cuando dan sus testimonios. Hay quienes acuden al pastor para
contarle sus tentaciones, y él, lo más que puede hacer, es escucharlos y
aconsejarles qué hacer, pero no perdonarles sus culpas.
El Señor fue
muy claro. Es un privilegio para los católicos, porque nadie más puede perdonar
válidamente en el nombre de Dios. Además, tenemos el enorme consuelo del perdón
dicho de viva voz, no por mera suposición. El que se confiesa tiene la certeza
de que sus pecados han sido perdonados. Por eso, aprovechemos esta gracia y
confesémonos.
Mónica Muñoz
Fuente: Aleteia