Subraya la primacía de Dios y del Espíritu en cualquier forma de evangelización
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En la audiencia general, Francisco saluda a los
presentes en el Aula Pablo VI pero no lee la catequesis, reiterando que está
"mucho mejor", pero que se cansa si habla "demasiado". La
reflexión dedicada al cuarto pilar del celo apostólico, el Espíritu Santo, que
inspira creatividad y sencillez en el anuncio del Evangelio
El Papa, como viene siendo habitual
desde que fue afectado por la inflamación de sus pulmones, confía la lectura de
la catequesis de la audiencia general en el Aula Pablo VI, la primera del
tiempo de Adviento, a monseñor Filippo Ciampanelli, funcionario de la
Secretaría de Estado, reiterando a los presentes: "Todavía me cuesta.
Estoy mucho mejor, pero me fatigo si hablo demasiado".
En el texto, Francisco se detiene
en el don del Espíritu Santo que debe animar todo celo apostólico. Completa así
la serie de características del anuncio del Evangelio, que es alegre, universal
y actual, pero, sobre todo, añade, debe realizarse en el Espíritu.
Sin el
Espíritu todo celo es vano
Francisco despeja inmediatamente
cualquier sombra de duda y cualquier tentación de egocentrismo: citando la
Evangelii gaudium, subraya la primacía de Dios y del Espíritu en cualquier
forma de evangelización. El hombre es sólo su colaborador.
Sin el Espíritu Santo todo celo es
vano y falsamente apostólico: sería sólo nuestro y no traería fruto. [...] El
Espíritu es el protagonista, precede siempre a los misionarios y hace brotar
los frutos. ¡Esta conciencia nos consuela mucho! Y nos ayuda a especificar
otra, igualmente decisiva: es decir que en su celo apostólico la Iglesia no se
anuncia a sí misma, sino una gracia, un don, y el Espíritu Santo es
precisamente el Don de Dios, como dijo Jesús a la mujer samaritana (cfr Jn
4,10).
La primacía
del Espíritu no debe llevar a la indolencia
Este reconocimiento, sin embargo,
no puede conciliarse con una actitud de pereza e indolencia por parte del
hombre, prosigue el Pontífice. Estamos llamados, de hecho, a cooperar de manera
consciente, adulta, valiente, dinámica:
La confianza no justifica la retirada. La vitalidad de la semilla que crece por sí misma no autoriza a los campesinos al abandono del campo. [...] El Señor no nos ha dejado cuadernos de teología o un manual de pastoral para aplicar, sino al Espíritu Santo que suscita la misión. Y la audacia valiente que el Espíritu Santo infunde nos lleva a imitar el estilo, que siempre tiene dos características: la creatividad y la sencillez.
No ceder al
refugio en la “zona de seguridad” de la costumbre
Muchas veces el Papa Francisco
utiliza la palabra "creatividad". La considera un verdadero motor de
la acción de Dios, a imitar por cada uno en su propia condición. Hoy recuerda
su importancia precisamente para el anuncio del Evangelio. Admite que nuestra
época "no ayuda a tener una visión religiosa de la vida" y que el
anuncio se ha hecho en diversos lugares "más difícil, cansado,
aparentemente infructífero". Vuelve a advertir sobre la tentación de
“desistir del servicio pastoral”:
Quizá nos refugiamos en zonas de
seguridad, como la repetición habitual de cosas que se hacen siempre, o en las
tentadoras llamadas de una espiritualidad intimista, o incluso en un
sentimiento mal comprendido de la centralidad de la liturgia. Son tentaciones
que se disfrazan de fidelidad a la tradición, pero a menudo, más que respuestas
al Espíritu, son reacciones a las insatisfacciones personales.
Creatividad y
sencillez
La creatividad pastoral, en cambio,
el "ser audaces en el Espíritu, ardientes en su fuego misionero, es prueba
de fidelidad a Él", dice el Papa, que por eso exhorta a volver al estilo
de aquel "primer anuncio", dejándose cautivar por el Espíritu.
Recomienda invocarlo diariamente:
Él vivifica y
rejuvenece la Iglesia: con Él no debemos temer, porque Él, que es la armonía,
mantiene siempre creatividad y sencillez juntas, suscita la comunión y envía en
misión, abre a la diversidad y reconduce a la unidad. Él es nuestra fuerza, el
aliento de nuestro anuncio, la fuente del celo apostólico.
Antonella Palermo – Ciudad del Vaticano
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