¿Cómo acoger la enseñanza de la Iglesia con atención, benevolencia y docilidad, sin renunciar a una auténtica libertad intelectual? He aquí doce maneras de avanzar fielmente en la recepción de los textos del Magisterio
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No
siempre es fácil comprender o incluso aceptar los textos del magisterio. A
veces, estos textos chocan incluso con nuestras convicciones más profundas. La
reciente Declaración Fiducia
supplicans sobre el significado pastoral de las bendiciones
no es una excepción.
Antes
de interpretar estos textos más a la luz de nuestras propias convicciones que
del magisterio en su conjunto, pero también -o sobre todo- a la luz de
interpretaciones mediáticas que incluso inconscientemente orientan nuestro
juicio, conviene escuchar los consejos de la Iglesia para acoger su enseñanza
con atención, benevolencia y docilidad, sin renunciar a una auténtica libertad
intelectual.
He
aquí doce ideas recogidas por un seminarista de la instrucción Donum
Veritatis (1990) de la Congregación para la Doctrina de la Fe,
dirigida a los teólogos, pero cuyos consejos se aplican a todos los cristianos
que quieran progresar en la búsqueda y el conocimiento de la verdad. La
instrucción está firmada por el cardenal Joseph Ratzinger.
1.
Considerar el estado de mi vida espiritual antes de cuestionar el Magisterio
«Puesto que el objeto de la teología es la Verdad, el Dios vivo y
su designio de salvación revelado en Jesucristo, el teólogo está llamado a
intensificar su vida de fe y a unir siempre la investigación científica y la
oración» (DV, n. 8).
2. Toda decisión magisterial, aunque no sea infalible, requiere
mi asentimiento
«Cuando el Magisterio enseña una doctrina, incluso sin la
intención de realizar un acto definitivo, se requiere un asentimiento religioso
de la voluntad y de la inteligencia. Este asentimiento no puede ser puramente
externo y disciplinar, sino que debe situarse en la lógica y en el movimiento
de la obediencia de la fe» (n. 23).
3. El lugar del Magisterio en el tiempo puede, sin embargo,
llevar a ocasionales deficiencias en su enseñanza
«En este ámbito de intervenciones de carácter prudencial, ha
sucedido que los documentos magisteriales no están exentos de deficiencias. Los
pastores no siempre han percibido inmediatamente todos los aspectos o toda la
complejidad de una cuestión. Pero sería contrario a la verdad concluir de
algunos casos concretos que el Magisterio de la Iglesia se equivoca
habitualmente en sus juicios prudenciales. En efecto, el teólogo sabe que
ciertos juicios magisteriales pudieron estar justificados en el momento en que
se pronunciaron, porque las afirmaciones en cuestión mezclaban
inextricablemente afirmaciones verdaderas con otras que no lo eran. Solo el
tiempo ha permitido discernir y, tras un estudio profundo, lograr un auténtico
progreso doctrinal» (n. 24).
4. Las dificultades pueden derivarse de la diversidad de lenguas
y culturas
«Por último, la pluralidad de culturas y lenguas, que es en sí
misma una riqueza, puede dar lugar indirectamente a malentendidos que abran el
camino a desacuerdos» (n. 32).
5. Otras dificultades pueden estar ligadas a teologías
particulares, necesariamente incapaces de expresar la plenitud del misterio.
«Gracias a la asistencia divina, la enseñanza del Magisterio es
válida más allá de los argumentos que utiliza, a veces tomados de una teología
particular. En cuanto al pluralismo teológico, solo es legítimo en la medida en
que se salvaguarde la unidad de la fe en su sentido objetivo. La razón de ser
de la pluralidad es el misterio insondable de Cristo, que trasciende toda
sistematización objetiva. Esto no puede significar que sean aceptables
conclusiones contrarias a ella, y en modo alguno pone en duda la verdad de las
afirmaciones con las que el Magisterio se ha pronunciado» (n. 34).
6. La adhesión solicitada no me impide, por tanto, plantearme
ciertas cuestiones
«La voluntad de asentir lealmente a esta enseñanza del Magisterio
en materia del yo no irreformable debe ser la regla. Sin embargo, el teólogo
puede hacerse preguntas sobre la oportunidad, la forma o incluso el contenido
de una intervención» (n. 24).
7. Por todo ello, no debo considerar que mi propio juicio tiene
más valor que el Magisterio.
«Conviene recordar la ideología del liberalismo filosófico que
impregna también la mentalidad de nuestro tiempo. De aquí deriva la tendencia a
considerar que un juicio tiene tanto más valor cuanto más proviene del
individuo que se apoya en sus propias fuerzas. La libertad de pensamiento se
opone a la autoridad de la tradición, que se considera fuente de servidumbre.
La libertad de juicio así entendida es más importante que la verdad misma» (n.
32).
8. Debo excluir toda actitud de hostilidad
En varias ocasiones, el Magisterio ha llamado la atención sobre el
grave daño que causan a la comunión de la Iglesia las actitudes de oposición
sistemática, que llegan incluso a formar grupos organizados. Nos referimos
aquí, en particular, a esta actitud pública de oposición al magisterio de la
Iglesia, llamada todavía disentimiento, que debe distinguirse claramente de las
situaciones de dificultad personal» (n. 32).
9. También debo mantener la discreción
«Aunque la doctrina de la fe no parezca estar en discusión, el
teólogo no presentará sus opiniones o hipótesis divergentes como si fueran
conclusiones indiscutibles. Esta discreción viene dictada por el respeto a la
verdad y al Pueblo de Dios. Por las mismas razones, renunciará a toda expresión
pública intempestiva de las mismas» (n. 27).
10. También debo estar dispuesto a renunciar a mis opiniones
para buscar honestamente la comprensión del texto.
«En cualquier caso, nunca puede faltar una actitud fundamental de
disponibilidad para acoger lealmente la enseñanza del Magisterio, como
corresponde a todo creyente en nombre de la obediencia de la fe. Por eso, el
teólogo se esforzará por comprender esta enseñanza en su contenido, en sus
razones y en sus motivos. A este fin dedicará una reflexión profunda y
paciente, dispuesto a revisar sus propias opiniones y a examinar las objeciones
que le hagan sus coetáneos» (n. 29).
11. Si persisten las dificultades, no puedo servir a la verdad
en las redes sociales
«Si, a pesar de los esfuerzos leales, persisten las dificultades,
es deber del teólogo poner en conocimiento de las autoridades magisteriales los
problemas que plantea una enseñanza en sí misma, en las justificaciones que se
ofrecen de ella o en el modo de presentarla. Lo hará con espíritu evangélico,
con un profundo deseo de resolver las dificultades. En tales casos, el teólogo
evitará recurrir a los medios de comunicación social en lugar de dirigirse a la
autoridad responsable, ya que no es presionando de este modo a la opinión
pública como se puede contribuir a la clarificación de los problemas
doctrinales y servir a la verdad» (n. 30).
12. Como último recurso, la actitud que hay que mantener es el
amor a la Iglesia y la confianza en el Espíritu Santo que la guía
«También puede suceder que al final de un examen serio de la
enseñanza del Magisterio, realizado con voluntad de escucha sin reticencias,
subsista la dificultad, porque al teólogo le parezcan prevalecer los argumentos
en sentido contrario. Ante una afirmación a la que no cree poder dar su apoyo
intelectual, su deber es permanecer disponible para un examen más profundo de
la cuestión. Para un espíritu leal animado por el amor a la Iglesia, tal
situación puede representar ciertamente una prueba difícil. Puede ser una
llamada a sufrir en el silencio y en la oración, con la certeza de que si la
verdad está realmente en juego, al final prevalecerá necesariamente» (n. 31).
Solo así podremos preservar tanto la obediencia que debemos a la
enseñanza de la Iglesia como la libertad que necesitamos para adherirnos a
ella.
Fuente: Aleteia