En su "Testamento espiritual", que escribió cuando se encontraba con buena salud, dejó por escrito sus últimas voluntades
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Eso es precisamente lo que
motivó a san Carlos Borromeo a escribir su Testamento Espiritual, un inspirador libro
que el patrón de la banca escribió cuando se encontraba con buena salud para
renovar en el momento de la muerte:
Siendo
innumerables los peligros a que está sujeta la vida humana, y conociendo yo
pecador que he nacido para morir, y no sé la hora, con el fin de que no me
sorprenda la muerte desprevenido, he determinado disponerme con la ayuda de
Dios”
Fidelidad
a la Iglesia
¿Qué es lo que san
Carlos quiso dejar por escrito cuando se sentía lúcido, por si
acaso no podía aclararlo cuando le llegara su hora? En primer lugar, su
fidelidad a la Iglesia:
«Mi voluntad es vivir y
morir obediente a la santa Iglesia Católica, Apostólica, Romana, creyendo
firmemente como creo, todos los artículos de la Fe, enseñados por los Santos
Apóstoles, como los propone y explica nuestra santa madre Iglesia. Así pues, si
alguna cosa contra ellos me ocurre alguna vez, la tengo desde luego por error y
tentación del enemigo. Y si dijera o hiciera algo que sea contrario (Dios no lo
permita), en virtud de esta cláusula lo revoco y anulo, y es mi voluntad se
tenga por no dicho ni hecho».
Sacramentos
En segundo lugar, san
Carlos Borromeo pide por adelantado perdón por sus pecados y manifiesta su
deseo de confesarse y de amar a Dios en todo:
«Declaro
por esta mi última voluntad que en mi muerte deseo recibir el santo sacramento
de la penitencia confesándome enteramente de mis pecados; y si por algún
accidente no me pudiera confesar, en mi voluntad confesarme y dolerme de todos
ellos y llorarlos amargamente, no tanto por el temor de las penas eternas
cuanto por haber ofendido al Sumo Bien, a quien debo servir y amar sobre todas
las cosas, lo cual ahora propongo firmemente con su divina gracia todo el
tiempo que me reste de vida».
San Carlos también deja por escrito su voluntad de
recibir el Viático, el sacramento de la extremaunción y la ayuda de Dios en su
paso a la vida eterna.
«También es mi
voluntad acabar la vida esperando en la infinita misericordia de Dios el perdón
de todos mis pecados y la salvación de mi alma, teniendo como tengo por
infalible la palabra de mi Señor Jesucristo que dijo: no había venido a llamar
a los justos sino a los pecadores».
Muerte
digna
Es
especialmente inspiradora, en el siglo XXI, la declaración de este arzobispo de
Milán sobre lo que quiere cuando la muerte corporal esté cercana:
«Es mi voluntad
padecer con paciencia y conformidad hasta el último aliento de mi vida, en
unión de lo que mi divino Salvador padeció por mí, cualquier enfermedad y dolor
que Dios me envíe; y si por fragilidad y miseria caigo en alguna impaciencia o
queja inmoderada, desde ahora me arrepiento de la culpa y mal ejemplo que dé,
sea de obra, sea de palabra, rogando a Dios no me desampare en aquel peligroso
y último trance».
Perdón
y gracias
El Testamento
espiritual de san Carlos Borromeo reserva también un lugar al
perdón y al agradecimiento:
Perdono
todas las injurias que me hayan hecho los hombres, rogándoles que también a mí
me perdonen, y a Dios que de ellas no les tome cuenta”.
«Doy gracias al
Señor por todos los beneficios que me ha dispensado así espirituales como
temporales, particularmente por los de la creación, redención y vocación a su
santo conocimiento, y también por haberme, hasta ahora, esperado a penitencia,
habiendo merecido que me castigase mil veces con penas eternas».
Pidiendo
ayuda por adelantado
Para favorecer
ser recibido «en la paz eterna de los santos», pide la ayuda de la Virgen
María, san José, los santos, su ángel de la guarda y sus parientes y amigos.
Y finalmente
declara estar dispuesto a «aceptar la muerte en cualquier modo y hora en que me
la mande, recibiéndola humildemente en satisfacción de mis pecados y
conformando en esto y en todo mi voluntad a la suya santísima y amabilísima, de
la que rendidamente le suplico no permita que me aparte jamás».
San Carlos
Borromeo propone también un «ejercicio fácil e importante para el trance de la
agonía».
Es una antigua
devoción que consiste en pedir a una persona cercana que al ver acercarse el
instante de la muerte rece tres veces la oración del Padrenuestro.
Pedirle que
ofrezca cada uno de ellos a Jesús en honor a su agonía en Getsemaní, sus
dolores y angustias en la cruz y todos los sufrimientos de la vida que eligió
vivir en la tierra.
Y que le ruegue
a Jesucristo que ofrezca todo lo que pasó en su pasión y muerte por los pecados
del moribundo y las penas que merecen, y para salvarle y abrirle el cielo.
Patricia Navas
Fuente: Aleteia