Para el Pobrecillo de Asís, el amor por Cristo y la Eucaristía era primordial y se esmeraba en que el Señor tuviera los mejores vasos sagrados porque era Dios
![]() |
By KYNA STUDIO | Shutterstock |
Creía firmemente que Jesús estaba verdadera y
sustancialmente presente bajo la apariencia de pan y vino en la Misa. Con esto
en mente, siempre buscó darle a Jesús en la Eucaristía su mayor respeto y
devoción. Si san Francisco visitaba una iglesia y veía que estaba sucia, sacaba
una escoba y la limpiaba.
Esta devoción
eucarística se extendió a los vasos preciosos usados durante la Celebración Eucarística y escribió en una carta a los
sacerdotes sobre por qué debían usar cálices y tabernáculos de alta calidad.
«[Que] todos los que
administran tan santos misterios, especialmente los que lo hacen con
indiferencia, consideren entre sí cuán pobres pueden ser los cálices,
corporales y lienzos donde se sacrifica el Cuerpo y la Sangre de nuestro Señor
Jesucristo. Y por muchos es dejado en lugares miserables y llevado por el
camino irrespetuosamente,
recibido indignamente y administrado a otros indiscriminadamente».
«Entonces, corrijamos de
inmediato y resueltamente estas y otras fallas; y donde quiera que el Santísimo
Cuerpo de nuestro Señor Jesucristo sea incorrectamente reservado y abandonado,
que sea extraído de allí y puesto y reservado en un lugar precioso».
San Francisco quiso que su recomendación perdurara
después de su muerte y reiteró este punto en su Testamento.
«Por encima de todo,
quiero que este Santísimo Sacramento sea honrado, venerado y reservado en
lugares ricamente ornamentados».
El pobre de
Asís amaba profundamente a Jesús y pasó el resto de su vida ofreciéndole cada
una de sus acciones.
Su deseo de
tratar la Eucaristía con tal respeto solo tiene sentido cuando se ve a través
del lente de la presencia real de Jesús. El pensamiento del santo era que, si
Jesús está realmente presente bajo la apariencia de pan y vino, entonces san
Francisco creía que cualquier cosa que contuviera la Eucaristía debería ser
digna de un rey.
Esta forma de
pensar debería ser rescatada, pues tenemos la certeza de la presencia real de
Jesús en la santísima Eucaristía, ahora con el análisis científico de los milagros
eucarísticos.
Y sobre todo,
con la promesa del mismo Cristo: «Coman todos de él porque esto es mi
cuerpo…tomen y beban todos de él porque este es el cáliz de mi sangre» (Mt 26, 26;28).
Philip
Kosloski
Fuente:
Aleteia