El próximo 19 tiene lugar la primera presentación de la desconocida obra de Juan Pablo II escrita en plena ocupación alemana, "Jeremías": todo un alegato de la virtud del patriotismo.
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Dominio público |
Carmen Álvarez Alonso, profesora en la Facultad de Teología de
la Universidad Eclesiástica san Dámaso (Madrid) y teóloga, es la responsable de
la edición y estudio preliminar de Jeremías.
Habla
con Religión en Libertad sobre
una obra relacionada con multitud de retos actúales y, curiosamente, con el
hispanismo, ofreciendo respuesta a dos interrogantes cargados de actualidad:
"¿Por qué ha caído Polonia -u Occidente-? ¿Puedo yo cambiar el destino de mi nación?".
Álvarez
Alonso, profunda conocedora del papa polaco y especialmente de esta obra,
considera que Jeremías ni
tiene un enfoque particularista y mucho menos coyuntural. Tanto es así que
se equivocaría quien piense que este drama teatral "tiene como
destinataria únicamente la nación polaca".
La
obra, dice, "no busca resolver la cuestión polaca, sino plantear entre otras la gran
cuestión de la identidad nacional", tantas veces tratada por Wojtyła.
Algo
que se plasma en la multitud de temas abordados: La noción de patria, la importancia de la tradición, la relación entre
el destino del hombre y el destino de la nación, la cuestión de la libertad individual y nacional,
el valor identitario de la
cultura, el actuar de Dios en el decurso de la historia y en la vida de las
naciones, la visión
cristocéntrica de la historia o los mesianismos políticos, sociales o
ideológicos… Son, según la profesora, algunas de esas conexiones con el
presente que también "iluminan el momento histórico y cultural que vivimos
en Occidente".
¿Por qué ha caído España, Europa u
Occidente?
Sin
embargo, hay otra relación plasmada en la obra más relevante si cabe entre
septiembre de 1939 y la actualidad, que la entrevistada expone en forma de
pregunta: "¿Por qué
ha caído Polonia? ¿Por qué ha caído España, Europa, Occidente, en manos de
ideologías globalistas y totalitarias, que diluyen el valor sagrado de cada
persona en el anonimato de la masa, o imponen dictatorialmente su sistema para
lucrar y sostener el poder de unos pocos?".
La
respuesta de Wojtyła que se desprende de Jeremías no da lugar a equívocos.
Álvarez Alonso la secunda y explica afirmando que el motivo es haberse "apartado de la ley
de Dios" y, en su lugar, tratar de "construir un imperio sobre
el poder del hombre y de la maquina, en el que no haya espacio para lo
sagrado ni lo espiritual".
Lo
cierto es que la invasión alemana o soviética de Polonia fue un sinónimo de
"despolonización" o, más precisamente, "borrar cualquier rastro de la cultura polaca y
especialmente de sus profundas raíces cristianas".
Hacerlo
así fue según la profesora "el
modo más eficaz de disolver la identidad nacional y el sentido de la
patria". Aquello motivó a que Wojtyła se viese movido durante sus
años como obispo, cardenal y pontífice a reiterar en innumerables ocasiones la
cuestión del patriotismo y su inclusión en el cuarto mandamiento.
Y
en parte, explica, también por eso escribió Jeremías, "para consolar a su
pueblo, alentar su esperanza y fortalecer su fe en Dios, presente en la
oscuridad de la prueba, para reflexionar sobre ese sombrío momento histórico a
la luz de la visión cristiana de la historia".
La
obra no se queda en lamentos. De hecho, interpela a sus lectores de entonces y
de hoy dirigiendo una segunda pregunta, "¿puedo yo cambiar el destino de mi nación?", a lo que
responde con el afamado general polaco Stanisław Żółkiewski, fallecido en la
batalla de Cecora.
La patria, una auténtica
"madre" según Wojtyła
En
este sentido, Jeremías no es más que un capítulo más de la extensa obra de
Wojtyła en torno al patriotismo: abundan las "bellísimas reflexiones sobre
el amor a la patria y a la verdad de la nación que pone en boca de sus
personajes", así como la misma referencia a Polonia como su "madre".
Para
Wojtyła, dice Álvarez Alonso, "el hombre no es un sujeto pasivo",
sino que "se configura como sujeto histórico a través de sus acciones y
del ejercicio de su libertad", de modo que su destino "está unido inseparablemente a la historia y
destino de su nación".
"De
ahí que la dimensión patria sea constitutiva de nuestra identidad personal. La
tierra deja de ser una tierra anónima y se convierte en patria cuando se vincula definitivamente al
origen de cada hombre que nace en ella. La generación y el nacimiento
sitúan objetivamente al hombre en un entramado de relaciones originarias, entre
las que se encuentra su vinculación con esa tierra concreta, que se ha
convertido para él en su patria, y con la comunidad natural de una familia y
una sociedad", explica.
Un manual de batalla para la batalla
cultural: fe, belleza y patriotismo
La
especialista en Juan Pablo II también considera que en medio de este debate del
patriotismo, su papel configurador en la persona y su relación con la fe,
emerge de Jeremías un
cierto manual para la "batalla cultural" o ideológica.
Así,
Wojtyła, se enfrenta en esta obra a la "apropiación exclusivista del concepto de nación por
parte de una minoría selecta y elitista" que guarda no pocas semejanzas
con "las ideologías de hoy": "imponer de forma violenta y
forzada sus argumentos y el interés personal de unos pocos por encima de la verdad y del bien
común de la nación o del bien individual del sujeto".
"Cuando
una nación cae en la trampa de las ideologías y vende su cultura, su historia,
su religión o su moral, tarde o temprano saborea su fracaso histórico y pierde
la fuerza moral, histórica y social de su específica identidad", subraya.
En
el plano cultural, también se desprende de Jeremías y de la misma profesora una
concepción de la belleza
"como camino que conduce hacia la Belleza suprema" y que Wojtyła
persiguió especialmente tras el estallido de la guerra y la invasión alemana.
En
ese momento, explica, "eligió las armas de la palabra, del arte y de la
cultura" para "custodiar
la propia tradición cultural y defender la identidad nacional".
"Muchos
jóvenes formaron grupos de teatro clandestinos para interpretar a Mickiewicz,
Słowacki, Norwid o Wyspiański, o para recordar al gran Chopin, corriendo el
riesgo de ser fusilados. ¿Quién
de nosotros arriesgaría así su vida por leer a Cervantes, Lope de Vega o
Calderón de la Barca?", plantea.
La curiosa relación de Juan Pablo II y
el hispanismo
Álvarez
Alonso concluye mencionando la curiosa relación de Jeremías y
su por entonces joven autor con la cultura hispana, pues ya desde sus estudios
en la Universidad de Cracovia frecuentó los cursos de hispanística que ofrecía
la cátedra de Filología Románica.
De
hecho, explica, en Jeremías no solo
"es perceptible la huella
cervantina a través del tema quijotesco", sino también la
influencia de Calderón de
la Barca, admirado por Wojtyła, o de San Juan de la Cruz, plagado de referencias en la obra.
José María Carrera
Fuente: ReL