Ha solicitado, una vez más, que se liberen los rehenes israelíes «de inmediato» y que la ayuda humanitaria llegue a la Franja
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Unos 20.000 fieles, según la Gendarmería Vaticana, han acompañado al Papa desde la plaza de San Pedro. Foto: Vatican Media |
Francisco ha presidido el rezo del
ángelus en una calurosa jornada de otoño en Roma donde no termina de llegar el
frío. Ello propicia que en la plaza de San Pedro se hayan congregado un buen
número de fieles y peregrinos.
El Papa ha
aprovechado para dar las gracias a cuantos se unieron este viernes a la
jornada de ayuno, oración y penitencia por la paz en Tierra Santa y para implorar la
paz en el mundo. «No desistamos. Continuemos rezando por Ucrania y por la grave
situación en Palestina e Israel y por las demás regiones en guerra», ha dicho
Francisco quien ha repetido las ideas centrales de su mensaje sobre el estallido
de violencia en Tierra Santa.
La guerra
siempre es una derrota
Por un lado,
«que se dejen espacios para garantizar la ayuda humanitaria» a Gaza. Por el
otro, «que se liberen inmediatamente a los rehenes». «Que nadie abandone la
posibilidad de que paren las armas», ha deseado.
Francisco los
domingos suele ver un programa de televisión sobre la vida de la Iglesia. En
ocasiones hace alusión de sus contenidos y este domingo se ha referido a unas
declaraciones del padre Ibrahim Faltas para esta emisión. El franciscano,
vicario de Tierra Santa, pedía un alto el fuego. El Pontífice se ha unido a
este llamamiento: «También nosotros decimos como el padre Ibrahim, cesad el
fuego. Deteneos, hermanos y hermanas. La guerra es siempre una derrota,
¡siempre, siempre!».
Amar a Dios a
quien no vemos a través del hermano que vemos
En su alocución
previa a la oración mariana, el Pontífice ha reflexionado sobre el Evangelio de
la jornada en el que Jesús responde a un doctor de la Ley con el mandamiento
del amor: «Amor a Dios y al prójimo, inseparables el uno del otro. Detengámonos
entonces a reflexionar sobre dos aspectos de esta realidad». Ha invitado a
pensar en estas dos caras de la misma moneda.
Primero en que
Dios siempre sale al encuentro y «nos anticipa con su infinita ternura». En los
brazos de Dios «encontramos el amor que nos empuja a donarnos con generosidad a
los hermanos». «Todo comienza a partir de Él. Solo encontrándolo, rindiéndonos a
su amor, nos volvemos verdaderamente capaces de amar. Por eso, no resistamos:
abramos nuestro corazón al Señor, cada día», ha asegurado Francisco.
En segundo
lugar, el Pontífice ha señalado que el otro aspecto que se desprende del
mandamiento del amor vincula el amor a Dios al amor al prójimo: «Significa que,
amando a los hermanos, nosotros reflejamos, como espejos, el amor del Padre».
«Reflejar el amor de Dios, aquí está el centro de la cuestión; amarle a Él, a
quien no vemos, a través del hermano, a quien vemos», ha aclarado el Santo
Padre que ha echado mano de Madre Teresa de Calcuta para recordar que una
sencilla gota también puede reflejar el amor de Dios.
Francisco ha
destacado que, como los santos, cada cristiano está llamado a reflejar este
amor «sin esperar a que otros se muevan, sin esperar a que el mundo, la
sociedad y la Iglesia cambien, sin esperar ni pretender reconocimientos».
Ángeles Conde Mir
Fuente: Alfa y Omega