Podemos aprender a conducir de forma más segura y atenta gracias a las enseñanzas de un hombre que vivió 400 años antes de la invención del automóvil
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Bernardo Ramonfaur/Shutterstock |
San Ignacio es
un gran santo que nos enseñó mucho sobre el discernimiento de espíritus y
gracias a él ahora conocemos el examen de conciencia ignaciano. Se trata de una
oración diaria según la cual dedicas 15 minutos a examinar tu corazón, tus
sentimientos, tus deseos y -lo que es más importante en este contexto- los
«movimientos de nuestra alma».
Estos
movimientos son los pensamientos que surgen en nuestro interior antes de pasar
a la acción. El examen de conciencia ignaciano centra nuestra atención no tanto
en el acto en sí, sino en el pensamiento, el impulso, la conmoción que nos ha
llevado a él y el espíritu que hay detrás.
Jesús mismo
dice: «Porque de dentro del corazón de los hombres salen los malos
pensamientos» (Mc 7,21).
El corazón, en
el sentido bíblico de la palabra, significa el centro de la toma de decisiones
humanas, donde se formulan los pensamientos.
¿Cómo se
relaciona esto con el gesto de conducir un carro?
Es raro que
haya un día en que las noticias no reporten un accidente de tráfico, sobre todo
en las grandes ciudades; los titulares, la agresividad, la velocidad excesiva y
la conducción bajo los efectos del alcohol son solo algunos de los factores que
provocan accidentes tristes y evitables.
Cualquiera que
conduzca un coche sabe también que es habitual encontrarse con otros peligros y
obstáculos en la carretera; alguien corta el paso, un coche gira mal en un
cruce, un motociclista no respeta las normas y crea una situación peligrosa,
solo por mencionar algunos.
La reacción de
los conductores
¿Cómo
reaccionan los conductores? Con ira creciente, insultos o gestos obscenos, así
como bocinazos insistentes. En casos extremos, la reacción es la agresión
violenta. Estas reacciones pueden generar un círculo vicioso entre los
conductores, ya que la agresividad engendra agresividad.
Sin embargo,
este comportamiento comienza cuando etiquetamos a las personas en nuestros
pensamientos. Julita Maleska, psicóloga del transporte del Centro
Regional de Medicina del Trabajo, declaró a TOKfm: «Puede tratarse de las
llamadas etiquetas de pensamiento, como ‘conductor estúpido’, ‘qué idiota’ o
‘¿cómo puede conducir?'».
Julita también
señala que los hombres parecen más propensos al comportamiento agresivo que las
mujeres. Esto es especialmente cierto en el caso de los hombres más jóvenes,
que pueden tener un exceso de confianza. Pero estos impulsos pueden afectar a
personas de cualquier nivel social. «Algunos creen que su posición
(socioeconómica) es un salvoconducto para sentirse ‘importantes’ en la
carretera y exigen que los demás se adapten a ellos», afirma Julita.
Seguridad vial
Si la agresión
en el tráfico comienza con un pensamiento, un movimiento del alma, ¿cómo puedo
hacerle frente?
El primer paso
útil, que nos enseña el propio San Ignacio, es aprender a reconocer estos
movimientos, los pensamientos que nos acompañan al volante. Julita también lo
menciona. «En el momento en que nos ponemos al volante, tenemos la posibilidad
de agitarnos a causa de los atascos o de otros conductores, y si somos
conscientes de ello, ya es un paso positivo. Es el primer paso para afrontar el
problema».
Es
importante reconocer las posibles consecuencias del comportamiento
agresivo. Al explicar el discernimiento y cómo tomar buenas decisiones, San Ignacio anima a la gente a
imaginar las consecuencias de sus propios actos. Cuando estoy al volante, puede
ser difícil imaginar lo que podría pasar si actúo agresivamente hacia otro
conductor, pero puede ser muy útil reflexionar sobre este tipo de acciones
antes o después de conducir.
En última
instancia, es importante entender a los demás. Los otros conductores
que encuentro en la carretera no son marionetas, sino personas. Tienen sus
propias historias y problemas. Quizá tengan prisa por llegar a algún sitio.
Quizá estén cansados o tengan un mal día. En general, el comportamiento que
suele molestarnos en el tráfico no es fruto de la malicia, sino de un simple
error humano.
De todos modos,
la próxima vez que alguien te interrumpa mientras conduces, en lugar de
maldecirle mentalmente, presta atención a la rabia y la ira que se acumulan
rápidamente en tu interior. Si respiras un poco y te calmas, puede que
encuentres en tu corazón la posibilidad de bendecirles. Esta sería sin duda una
opción ignaciana de lo que es más profundo, mejor y más agradable a Dios.
Dariusz
Dudec
Fuente: Aleteia