La figura de Pedro en el Nuevo Testamento está llena de contrastes. Dotado de una personalidad impulsiva, de temperamento primario, se deja llevar de los primeros movimientos de su naturaleza que muestran su grandeza y fragilidad al mismo tiempo.
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Dominio público |
Pocos gestos de confianza en una persona pueden compararse
con este de conceder la autoridad en la iglesia a quien por tres veces negó a
su Señor. Quiere decir que, a sabiendas de su fragilidad, Jesús confió en él,
sin duda porque lo conocía bien y sabía que, a fuerza de cometer errores,
terminaría dando testimonio de Jesús con su propia sangre.
En el episodio del Evangelio de hoy,
conocido como la confesión de Pedro en Cesarea de Filipo, Jesús pregunta a los
apóstoles sobre lo que la gente dice de él. De Jesús se decían muchas cosas y
quería saberlo por boca de los suyos. Unos decían que era Juan Bautista; otros,
el profeta Elías; y otros, uno de los profetas. Insatisfecho con esta encuesta,
Jesús pregunta directamente a los suyos: «Y
vosotros, ¿quién decís que soy yo?»
(Mt 16,15). Pedro respondió de inmediato: «Tú
eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo».
¡Perfecta síntesis de la fe! Pedro confiesa que Jesús es el Mesías, que en
griego se dice Cristo, y, más aún, el Hijo de Dios vivo.
Esta solemne confesión de fe merece
la alabanza de Jesús que le llama bienaventurado porque sus palabras no
proceden de su condición humana, lo que se denomina «carne y sangre»,
sino de la revelación recibida del Padre que está en los cielos. Y a causa de
esta revelación, Jesús promete a Pedro que ostentará la máxima autoridad
espiritual en su Iglesia. El cambio de nombre —«tú
eres Pedro»— revela
la nueva misión que recibe como fundamento de la Iglesia instituida por Jesús.
Pedro significa piedra, y piedra es el apóstol Pedro investido con la autoridad
de Cristo.
La autoridad espiritual de Pedro
procede del mismo Jesús que le hace partícipe de su capacidad de «atar y desatar» en la tierra lo que Dios
sanciona en el cielo. No se trata de un poder arbitrario, sino sometido a la
providencia y sabiduría de Dios que tiene como finalidad la salvación del
hombre. Se trata del mismo poder que Jesús conferirá a los doce apóstoles tal
como enseña Mt 18,18. Pero, como Vicario de Cristo, recibe esta primacía de
autoridad por haber confesado la verdadera fe en Jesús, lo que indica que sólo
en la fe puede entenderse la misión de Pedro. De ahí que Jesús resucitado
confirma a Pedro en su misión de pastorear la Iglesia (Jn 21,15-19) y le ordena
confirmar a sus hermanos en la fe confesada.
Jesús sabe que Pedro es frágil, y, por ello, necesita que ore por él para que pueda cumplir su misión. Es claro que, en un futuro cercano, Jesús sabe que Pedro le negará tres veces. En el contexto de la Última Cena, Jesús dice a Pedro: «Simón, Simón, mira que Satanás os ha reclamado para cribaros como el trigo. Pero yo he rogado por ti para que tu fe no desfallezca; y tú, cuando te conviertas, confirma a tus hermanos» (Lc 22,31-32).
Estas misteriosas palabras aluden al escándalo que sufrirán los
apóstoles cuando vean preso a Jesús y condenado a muerte. Será la ocasión de
Satanás para «cribar» a los doce, es decir,
para inducirlos a la tentación de abandonar la fe en Jesús. Pedro, de modo
especial, pasará por esta prueba, para la cual necesitará una especial
asistencia de Jesús. Sin la «conversión» de Pedro la obra de
Jesús se ve amenazada. Por eso, Jesús le promete que rezará por él de modo que,
una vez convertido, pueda confirmar a sus hermanos en la fe que él confesó por
primera vez.
César Franco
Obispo de Segovia.
Fuente: Diócesis de Segovia