No es un hobby. Es una pasión. Cada domingo cantan en la impresionante catedral de Florencia conectando a los fieles con Dios a través de esta música
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"Es una alegría para el alma,
pero también para el cuerpo", dicen Michele (54 años) y su hijo
Michelangelo (14). Ellos ayudan a que la misa allí sea una experiencia
inolvidable "que acerca a Dios a los corazones"
Sorpresa en la
misa dominical. Era una escapada turística de fin de semana de este que les
escribe con su mujer. Un deseado viaje a Florencia.
Con la agenda
apretada para ver todo, programamos la visita al Duomo para poder
subir a la cúpula de Brunelleschi, al campanario de Giotto, al tour de la
catedral… y por supuesto, aprovechar para acudir a la misa dominical en ese
imponente templo Santa María di Fiore.
Domingo, 10:30
de la mañana. Colas fuera para entrar a las visitas. En una pequeña puerta
lateral se permite el acceso a los que acudimos al culto. Llegamos con diez
minutos de antelación.
Había muy poca
gente. Nos íbamos acercando al altar por la nave central. Nos acabábamos de
sentar en el segundo banco cuando nos invitaron a sentarnos en los bancos
laterales que colindan con el altar. Solo dos filas. No llegábamos a 30
personas. A nuestra derecha sólo quedaba un banco libre pegado a un órgano.
Y justo antes de comenzar la misa, allí toman asiento tres personas. El coro.
Tres adultos y un adolescente, con sus cuadernos en la mano. Y un organista.
Canto
gregoriano
Uno de los
adultos llevaba la voz cantante. Dirigía el coro. Comenzó a entonar canto
gregoriano.
Apenas
comenzaron a cantar, quienes acudíamos allí por primera vez nos sorprendimos
gratamente. Fue una experiencia cautivadora.
Yo no podía
quitarles ojo cuando cantaban, cómo el director marcaba con sus manos las notas
y la entonación. Qué música más bella. Qué fácil era seguir la misa. Qué
clima de oración. Entonces, me sorprendí del muchacho, no le echaba más de
quince años. Pero tenía la misma cara que el director. Seguro que era su hijo.
Se les veía perfectamente compenetrados.
Disfrutaban del
canto. Estaban en armonía. Se les notaba la pasión por lo que hacían y sus
ganas de transmitirlo. Disfrutamos tanto de la misa todos los asistentes, que
no tuve más remedio que abordarles al terminar la celebración.
Michele y
Michelangelo
Hablamos con el
organista, que conocía parte de España, y con nuestros protagonistas. Michele
(54 años) y su hijo Michelangelo (14) nos relataron que cada domingo, a esa
hora, participan en la misa de esa hora, además de en otras celebraciones que
le piden en la Catedral.
Lo hacen con
responsabilidad y con el deber de quienes saben de primera mano «que el
canto gregoriano es el repertorio más adecuado para la liturgia, es simplemente
perfecto. Por eso, cuando se canta, no sólo hay alegría personal, sino que
se suma la conciencia de que este canto es el instrumento más adecuado para
transmitir las palabras de la Liturgia, es decir, para transmitir mejor el
mensaje evangélico«.
Pasión compartida
Michele nació
en Chianti, una región montañosa, en una casa que lindaba con un convento de
frailes menores franciscanos. Allí le enseñaron gregoriano. Después estudió en
el Pontificio Instituto de Música Sacra en Roma. Es compositor y director de innumerables
obras.
Hace 7 años le
ofrecieron, como Maestro di Capella del Duomo, reconstruir el Coro de las
Voces Blancas. Michelangelo comenzó a participar. Tenía 7 años. Pero desde
los 4 ya se sentaba en el órgano cuando su padre actuaba. Y lo hacía con gusto.
Cautivado por
el gregoriano, sigue con devoción los pasos de su padre. No como una afición
compartida con su progenitor, sino como mucho más: «Difícilmente encontraremos
el canto gregoriano en la televisión todas las tardes o en todo caso no es tan
accesible como un partido de fútbol, porque no es como cualquier afición que
uno se decida a practicarlo», comentaba el muchacho.
Recuerda feliz
que la primera obra que le enseñaron fue la Misa de Angelis: «El estudio
de este repertorio es sumamente fascinante, transmite continuidad con la
historia de la música sacra y eclesiástica, pues el canto gregoriano conjuga su
historia con la de la Iglesia, y a pesar de tener una tradición milenaria,
siempre es muy actual, a diferencia de lo que se podría pensar. Esta pasión que
comparto con mi padre sin duda nos une mucho». Una unión que se afianzó
especialmente durante los meses que el covid golpeó más duro, cuando Michele se
vio obligado a cantar solo, sin el coro. Entonces su hijo se convirtió en su
principal ayudante.
Ensayos en casa
Normalmente
ensayan en la Capilla Musical, «pero sucede muy a menudo antes de una Misa, en
casa hacemos la última revisión, es decir, el domingo por la mañana o domingo
por la noche, antes de salir para la Catedral, hacemos una revisión general de
todo, sobre todo de las cosas más difíciles», cuenta Michele. En casa tienen
para ello dos pianos, dos órganos y varios armonios, fortepianos, etc.
Al preguntar al
padre si se sentía orgulloso de su hijo, respondió: «¡Sí, debo decir que
estoy muy contento! Y no es una alegría relacionada sólo con el hecho de que el
hijo quiere volver sobre los pasos de su padre, sino que es la alegría por el
hecho de que Michelangelo se ha dado cuenta de la gran importancia del canto
gregoriano. Una importancia que va más allá incluso del mero dato objetivo, que
es el repertorio a cantar. Se dio cuenta de que el canto gregoriano es la
base de toda la cultura musical europea, por no decir mundial.»
Reivindicación
del canto gregoriano
Nuestros
protagonistas reivindican el canto gregoriano en las celebraciones
eucarísticas: «El repertorio gregoriano es ciertamente el repertorio más
coherente con el rito, ya que es el rito mismo musicalizado. Las melodías
que revisten los textos sagrados han sido moduladas con infinita sabiduría por
nuestros padres y siempre evocan el sentimiento correcto en el oyente; en otras
palabras, son el mejor medio para la transmisión de la palabra. Por
eso cantamos, para que todos puedan participar en la celebración de la mejor y
más auténtica manera«.
El joven
Michelangelo también se suma a esa defensa desde la experiencia personal de
cómo se prepara y aprende este tipo de canto.
Ambos sienten
el canto gregoriano como parte de su vida, con un gran sentimiento de
responsabilidad, entendiendo que su aportación durante la Misa y las
celebraciones en las que entonan los cantos, se convierten en vehículo
para vivir mejor la liturgia y transmitir el mensaje evangélico.
Benito
Rodríguez
Fuente: Aleteia