Desde su regreso a la fe y arrepentimiento, Peter y Tricia se han entregado a la causa provida para reparar por sus dos abortos pasados a través de la fe y una gran familia numerosa.
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En la imagen, Pete, a la derecha, en una vigilia de oración de 40 Días por la Vida. Dominio público |
Sus
hijos sonríen a todas las cámaras de los digitales que visitan su casa, como si
no fuesen conscientes de la dura historia que hizo a sus padres tomar terribles
decisiones cuando ni si quiera habían terminado el colegio. Pero sí lo son. Y
también de que gracias a ello, pudieron reencontrarse con su fe, tener una familia y ser hoy firmes
evangelizadores ProVida.
El
camino de Pete y Tricia comenzó con lo que hoy se conocería como una
"relación tóxica" de dependencia iniciada a los 16 años en plena
escuela secundaria.
Tan
solo llevaban un año de relación cuando Tricia supo que estaba embarazada. Aunque asustado,
para Pete no fue una novedad en su vida, pues como relató a Catholic Philly su hermano también tuvo
un hijo en plena escuela secundaria, al que educó junto con su novia en la casa
de sus padres.
"No
quería volver a poner a mis padres en esa situación", expresó a Life Action. Tras pedir consejo a sus amigos,
le dijo a Tricia que él "se encargaría de eso" antes de pedir cita en la clínica de Planned Parenthood de
Atlantic City.
Al
principio no tenían claras las implicaciones de lo que iban a hacer y todo lo
que sabían era que "Tricia entraría a la clínica embarazada y saldría sin
estarlo".
"Ahora
sabemos que no tomamos la
decisión correcta", confesó Tricia.
"Despojados de nuestra
inocencia"
La
joven recuerda su aborto como algo
"surrealista" y cuando todo acabó, al salir por la puerta, supo con
certeza que su relación "estaba contaminada": "Habíamos sido despojados de nuestra inocencia,
aunque no comprendiésemos por completo la gravedad de lo que acabábamos de
hacer".
Tras
concluir su etapa escolar, la pareja comenzó sus estudios en universidades
distintas pero manteniendo su relación, cargando con un oscuro secreto que
Peter trataba de ocultar con las drogas y el alcohol y Tricia con el estudio.
"Estábamos
en una relación dependiente que no era sana. Estábamos demasiado consumidos el uno por el otro,
casi obsesionados con lo que estaba haciendo la otra persona. Nuestra
relación no estaba bien y guardamos este oscuro secreto que nadie conocía”.
Hoy, Peter no duda en que todo ello "fue consecuencia del aborto".
Sin
mucho control sobre sus vidas, el segundo embarazo no tardó en llegar, cuando cursaban su
tercer año de universidad. Ahora más conscientes de lo que suponía, la pareja
se comprometió a no abortar a su segundo hijo, pero entonces fueron los padres de Tricia los que la
forzaron a hacerlo, bajo amenaza de dejarla a su suerte.
"No
es que no tuviera otra opción, pero si hubiera tenido el bebé, estaría
sola", admitió. Conducida a la clínica por sus padres, entró, llevó su
embarazo a término y continuó su vida, manteniendo en secreto que la
experiencia no era nueva para ella.
Del dolor y la muerte al perdón:
"Cásate con ella"
Pasaron
los años y Tricia y Peter empezaron a trabajar y a vivir juntos, manteniendo a flote una relación que no
hace mucho parecía estar abocada al fracaso.
Un
nuevo revés cayó sobre Peter cuando simultáneamente diagnosticaron cáncer a su madre y a su hermano.
La primera lo superó, pero el pronóstico de su hermano Mike era cada vez peor,
con múltiples tumores infestando su cuerpo. Aquella experiencia hizo
reflexionar a Pete, llevándole a retomar la práctica religiosa y a "empezar de
cero" con su novia, respetándola aún a pesar de no haberla perdonado por
haber abortado a su segundo hijo sin haber contado con él. "La amaba pero
también la odiaba por lo que hizo", relata.
Mike
sabía que no le quedaba mucho tiempo cuando se dirigió seriamente a su hermano:
"Quieres a Tricia, ¿no?
Entonces cásate con ella". Fue uno de sus últimos consejos, que la
pareja hizo suyo comenzando a preparar la boda de inmediato, con la esperanza
de que Mike al menos pudiese estar presente ese día. Murió en agosto de 2003, solo tres meses antes de que Tricia
caminara por el altar.
"La
muerte de mi hermano fue
como tocar fondo. Estaba tan vacía por dentro que me di cuenta de que el
dinero y el éxito no eran la nada de cara a los desafíos de la vida. Le pedí a Dios que me perdonara por
todo lo que había hecho, que se hiciera cargo de mi vida y que arreglara mi
corazón roto", relata.
Una nueva visión
Aunque
desolado, aquella experiencia fue el impulso definitivo para regresar a la fe.
Al año siguiente, Peter fue a un retiro de hombres en 2004, se confesó y
profundizó en una nueva
visión sobre la sexualidad, la moral y la misericordia de Dios, que
compartió con su mujer viendo como su matrimonio comenzaba a sanar de sus
heridas.
La píldora
anticonceptiva se terminó de inmediato, Tricia quedó embarazada y comenzó un
matrimonio nuevo, entregado por completo a la fe y la defensa de la vida, que desde
entonces enseñan a sus siete
hijos tras perder a dos en abortos espontáneos.
"Algunas
personas tratan de hacerte sentir que los niños son una carga, pero no
cambiaríamos a ninguno de ellos", comenta la madre.
Líderes ProVida: "Cada día
experimentamos la sanación de Dios"
Hoy,
la familia dedica buena parte de sus esfuerzos a militar en la causa ProVida, participan como ponentes e
invitados en las marchas
anuales por la vida y en distintas iniciativas como Proyecto Raquel,
Pennsylvanians for Human Life, el Jersey Shore Women's Center y o el Respect
Life Leadership Council de la Arquidiócesis de Filadelfia.
“A
través del Proyecto Raquel, podemos ayudar a otros a ver que pueden tenerlo
todo, que Dios puede
restaurarlos a la plenitud”, dijo Pete. “Ambos queremos ayudar a la gente.
No tienes que elegir el aborto. Y si lo hiciste, puedes seguir adelante
con Dios. Compartir nuestra historia con otros me ayuda a sanar”, agrega
Tricia.
El
matrimonio habría agradecido saber lo que hacían cuando eran casi unos niños, y
hoy hablan a sus hijos de la realidad del aborto desde la más tierna infancia,
convencidos de la importancia de educar a los adolescentes sobre los peligros
del aborto hablando a los jóvenes en las escuelas. "No fuimos informados,
y nos cuesta caro. Todos los días experimentamos la sanación de Dios a medida que nos
abre nuevas puertas para compartir su amor y defender la vida",
concluye.