Las obras de este artista y educador adornan iglesias y llevan la fe a los cinco continentes
Valdés, realizando una imagen de la coronación de la Virgen María. Dominio público |
Entrevistado
por Religión en Libertad, Valdés
no se define con tópicos ni con convencionalismos. No le gusta "separar la
pintura y la pintura sacra", la considera "una necesidad" y,
sobre todo, tiene un objetivo definido, "ayudar a la gente a acercarse a
Dios y formar a muchos otros pintores con el mismo deseo". Evangelizar a
través del arte, dice, "siempre ha sido posible, y ahora también".
Transmitiendo la gracia con lienzos y
pinturas
Por
ello, en no pocas ocasiones Valdés admite que se ruboriza cuando es consciente
de que la fe de quienes
ven sus obras se vigoriza y fortalece: "Me da un poco de vergüenza
cuando me llega algún mail o mensaje, no sé qué decirles, les agradezco las
palabras. Yo sé que los dones que tenemos los artistas son regalados, y además,
también sé que el Señor
usa las imágenes para dar su gracia y eso no es mérito del artista".
Como
en muchos artistas, su dedicación no nace solo de un simple dominio de la
técnica o de una trayectoria familiar. En su caso, fue una decisión puramente
vocacional que al principio también estuvo marcada por el "miedo a cómo
vivir" de esta profesión.
"Empecé
estudiando arquitectura, hasta que me di cuenta que en la vida hay que intentar
hacer lo que a uno le gusta", explica. En un primer momento, el papel de
la fe en su vocación se limitó al aspecto del "Dios proveerá, yo me lanzo
Señor y tú te encargas". Pero conforme pasaron los años, se fue
convirtiendo en algo
"decisivo". Especialmente a la hora de comenzar en el arte sacro
y buscar crear un "arte de calidad técnica que tenga la finalidad de servir a la Iglesia".
Dios y los santos, "a nuestro
lado": cercanía, devoción y fe
Su
obra se encuentra expuesta en capillas e iglesias de todo el mundo. Hay quien
podría pensar que se debe exclusivamente a la técnica, a la fe o a su propio
estilo. Lo cierto es que Valdés responde a una demanda que existe entre los
fieles y que él pretende contestar: la "cercanía".
"El
drama de muchos cristianos se resume en que, en lo profundo de sus almas piensan que Dios te ha creado y te
ha dejado en la tierra sin importarle lo que hagas. Es la peor
distorsión de quién es Dios, porque él, su Madre, San José, ángeles y santos
están siempre a nuestro lado. Por eso intento hacer imágenes cercanas, que se
las pueda tratar, que sirvan para rezar", explica.
Realismo, devoción,
cercanía y fe se
conjugan en todos los elementos de sus obras, como es el caso de los modelos
que representan a José o a María.
Precisamente
por la escuela en la que se inscribe su obra, destaca que "la realidad es
la fuente", seguida de una mayor o menor idealización de los modelos.
"A
mí me gusta no hacerlos demasiado idealizados, porque estaría en contradicción
con la cercanía. Cuando se idealizan demasiado, con la intención de destacar lo
sobrenatural, pienso que se alejan de nosotros en un espacio celeste. Tampoco
me parece bien un hiperrealismo que cayera en lo banal", agrega.
El artista, "reflejo de la belleza
de Dios en la tierra"
Algo
especialmente bonito de su labor es que, aunque no quiere que sus personajes
den la impresión de alejarse en ese "espacio celeste", Valdés es
consciente de que los modelos que dan cara a los personajes sacros también
pueden llegar al Cielo. Por eso les dice muchas veces que "cuando lleguen
a su presencia -de María,
José o los santos- les tendrán en cuenta este servicio, porque gracias a ellos,
muchas personas han rezado".
Si
el realismo es para Valdés la forma de expresar la Verdad al mundo, la fe y el
arte sacro también son un medio de representar la Belleza.
"Las mayores obras de arte aquí en
la Tierra son un leve reflejo de la Belleza de Dios en el cielo. Si alguno
puede tener una dificultad para percibir el `misterio´ en una imagen realista,
por el hecho de ser realista, igual le cuesta reconocer al mismo Dios que se
hace hombre, que nace en un pesebre, que llora o se cansa, tiene hambre… o a
ver a Cristo en el prójimo", observa.
El
dilema entre el arte realista, una corriente con siglos de historia, o el
generalmente conocido como "contemporáneo", marcado por la
abstracción, tiene más importancia de la que parece para Valdés.
El taller y el pincel, campo y armas de
una batalla espiritual
Hablando
del arte en general, encuentra tres corrientes. Una "oficial", que "no tiene nada que ver con el
arte", cuyas obras se valoran "no por los parámetros clásicos
estéticos, sino por los grupos que controlan el mercado" y que siguiendo
la máxima de Duchamp de que el arte es lo que el artista decide, se desvincula
por completo de la calidad, la técnica y la belleza. También está "el arte
de los accesorios",
esencialmente decorativo en base a cinturones, zapatos o joyas y siempre
"sujeto a la moda del momento" sin mayor pretensión. Y por último, el
"arte de siempre",
marcado por la "belleza, la conexión espiritual y la capacidad de
comunicar sentimientos".
Estas
tres visiones, sobre todo la primera y la tercera, libran actualmente una
encarnizada batalla que tiene mucho de trascendente y espiritual. Valdés,
ligado a la "tradición artística occidental" pero no necesariamente
"en contra de la abstracción", es consciente de que hoy "la realidad y la
verdad" no están de moda y que el realismo "se ha abandonado
en la casi totalidad de escuelas de Bellas Artes del mundo".
El
problema, dice, es cuando esta pugna penetra en el propio arte sacro, de modo
que incluso en las propias
iglesias se aspire a "cancelar la imagen" en aras de un arte
"más conceptual o abstracto".
"Estamos
en un nuevo movimiento iconoclasta, y no lo digo yo, lo dice Benedicto XVI en
su libro Introducción a la Liturgia. Detrás de una conversión o un
cambio de vida, siempre hay una imagen. Por eso hay un interés en cancelar
la imagen. Lo que suele ocurrir ahora es que se hace una iglesia nueva, el
arquitecto pone énfasis en `los espacios´ y luego llega el pueblo fiel
estrenando parroquia, y como necesita las imágenes, se colocan sin mucha
armonía, pero al menos las tienen", explica.
¿Batalla cultural... o propuestas?
Verdad, Bien y Belleza
Precisamente
por ello, Valdés considera importante recuperar el sentido y misión del artista -también
el sacro- que, "aunque no lo sepa, es un reflejo de cómo actúa Dios en la creación". Y para
ello, "no basta con dominar la técnica".
"Un artista que se dedique a esto
debe conocer las verdades de nuestra fe, conocer las Escrituras, la
Historia del Arte, simbolismo cristiano, las normas litúrgicas", explica
en referencia a la labor que lleva a cabo en sus encargos o en la Sacred
Art School formando a artistas de todo el mundo.
¿Forma
parte la labor de Valdés y la Sacred Art School de la llamada batalla cultural?
Él prefiere pensar que "no lucha contra nadie" y que "más que
una batalla cultural, lo que faltan son más propuestas. La Verdad, el Bien, la Belleza, al
final se imponen por sí mismas", concluye.
José María Carrera
Fuente: ReL