La Hermana Beatriz de la Cruz, carmelita en Madrid. Ella, que representó a España con el Ministerio de Interior en cumbres de ministros por toda Europa, ahora reza por España y por Europa.
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Hermana Beatriz de la Cruz. Dominio público |
Rodeada
de economistas de alto nivel, se hacía preguntas sobre temas de justicia
social, pero también espirituales. ¿Por qué las naciones no pueden actuar de
forma más virtuosa? ¿Y por qué no lo hacen los hombres?
Cinco años y algunos
retiros después, con 47 años, entró en el convento de carmelitas descalzas de la
calle Ponzano en Madrid. Ahora es la
Hermana Beatriz de la Cruz. Lleva 20 meses allí, "muy feliz", dice, cuando explica a ReL
su apasionante itinerario espiritual y algunas de las exigencias de la vida
carmelita. "Yo quería una fórmula ya probada después de haber pasado por
cosas novedosas y experimentales", explica.
Hija de senadora, educada en el Colegio
del Pilar
Beatriz
es hija de profesores ingenieros. "Mi madre fue senadora por la Unión de Centro
Democrático en la primera legislatura", detalla. Beatriz estudió
en los muy prestigiosos colegios Jesús y María, Jesús Maestro y Nuestra Señora
del Pilar. "Me licencié en ICADE en Administración y Dirección de
Empresas, en Madrid; y cursé un año de bachillerato en Estados Unidos".
"A mis padres les interesaba más la
política que la religión. Íbamos juntos a misa los domingos y rezábamos una
bendición antes de comer. Mi
bisabuelo materno murió mártir en Paracuellos en 1936. Pero en casa
ellos no hablaban casi de religión, lo consideraban algo 'ya dado', así que no
lo valoraban mucho", explica a ReL.
"Ellos
trabajaban todo el día, así que nos cuidaba una niñera vasca, muy religiosa. Ella fue la que nos enseñó a rezar al
acostarnos y levantarnos y a ofrecer cosas a Dios, porque en casa no
teníamos esas devociones", recuerda. Los padres delegaron la educación
religiosa en los colegios.
"De niña yo era muy devota y decía
que quería ser monja. Me salía así. Yo veía a Jesús como alguien cercano. Me podía pasar toda
la tarde cantando canciones de fe con la guitarra. La familia de mi padre
estaba algo más alejada de la fe y a mi padre no le gustaba mucho que hiciera
eso. En cambio, mi madre,
cuando yo llegué a la adolescencia, fue valorando más la fe y me invitaba a
rezar el Rosario con ella. En los viajes familiares la acompañaba a
visitar imágenes de la Virgen".
Una familia de EEUU: devoción pero sin
austeridad
En
su año de bachillerato en EEUU se quedó en una familia de la que se hicieron
muy amigos. "Eran metodistas
devotos, su hija tenía muy buenos valores. En ellos vi que la vida espiritual es una
lucha que hay que asumir intencionalmente. Por ejemplo, ella sólo escuchaba música
cristiana. Y seleccionaban muy bien lo que veían en televisión. Pero,
por otra parte, yo veía que eran prósperos, ricos, sin necesidad de la Iglesia
Católica. De alguna manera, el catolicismo hace más hincapié en la austeridad y
el sacrificio. El caso es que yo deseé mejorar mi situación económica y parece que empecé a pensar en
hacer una religión, digamos, 'a mi medida'".
Alejada de la fe a los 23 años
Con
22 o 23 años empezó a
salir con novios que no eran creyentes, y a volcarse en el trabajo, donde
ganaba éxitos y reconocimiento. "Dejé de confesarme, de comulgar y de ir a misa. Mi
bisabuelo había sido mártir y yo, en apenas tres generaciones, ya estaba lejos
de la Iglesia, simplemente porque mi cristianismo era superficial. Sentía que los mandamientos de
Dios no me dejaban tomar mis propias decisiones. Caí en el
razonamiento fácil que el mundo cuenta, que una vida plena y feliz consiste en
tener prosperidad material, una buena carrera profesional, una vida de lujo y amigos exitosos".
Tiempos duros... descubre la Biblia
Dejó
un buen trabajo para intentar entrar en la Administración y se encontró atascada y enfangada
estudiando unas oposiciones muy duras. Además, su madre se enfrentaba
a un cáncer. Se sentía agobiada y desconcertada. Sus amigos de EEUU le
recomendaron un libro que, le dijeron, encarnaba el "espíritu
americano" que ella tanto admiraba. Se trataba de "El poder del
pensamiento positivo", de Norman Vincent Peale,
publicado en 1952.
"Yo
pensé que trataría de horarios y disciplina y superarse, pero me descolocó,
porque este autor había sido un pastor protestante en la Quinta Avenida y animaba a poner en el centro
a Jesucristo y leer la Biblia. Así que tomé la Biblia, empecé a leer desde
Génesis... y la devoré. La leía cada noche, veía que ganaba paz y que ya dormía
mejor. Me leí la Biblia
dos veces de pe a pa, de Génesis a Apocalipsis, subrayando citas y
memorizándolas".
La
Biblia transformó a Beatriz y la acercó a Dios. "Con la historia del Rey David, llegué a la certeza de que Dios
es mi padre. Antes había visto a Dios como algo inalcanzable, pero la
Biblia me lo mostraba como alguien cercano a la gente, acompañando a su pueblo,
aunque ellos le fallen. Me
gustaba cómo David estaba enamorado de Dios, yo quería enamorarme igual".
Además,
tuvo una experiencia que le mostró la fuerza que Dios da a quienes acuden a Él.
"Estaba tumbada en la cama, muy desanimada con lo de las oposiciones.
¿Debía renunciar a ellas? Y recé:
'Dios mío, si he de seguir, dímelo'. Y sentí como un empujón fortísimo que me
levantó de la cama. Yo antes estaba hecha polvo, pero me puse a
estudiar con mucha fuerza, y ya no paré: 11 horas diarias. Y aprobé". Esas oposiciones la
llevarían al Ministerio de Economía.
La monja anciana con don de profecía
Volcarse
en las oposiciones ordenó
su vida y le alejó de malas amistades y malos hábitos. Para no cansar
a su madre enferma, se fue una temporada a estudiar a una hospedería de
benedictinas en Ávila.
"Una de las monjas, la Madre
Natividad, hospedera, muy simpática, de más de 80 años, tenía don de profecía.
Y me dijo: "estás aquí por tu familia". 'No, no, yo estoy aquí para
estudiar un examen'. Pero me dijo: 'Mi hermano tampoco creía, pero al final de
mi vida conseguí que se confesase y comulgase y muriese bien'. Yo no le había
contado nada, pero también mi hermano estaba alejado de Dios desde los 18 años
y me entristecía".
La
situación era peculiar, porque la carrera profesional de Beatriz en el
Ministerio de Economía iba bien, pero su relación con Dios no incluía casi ni a Jesús ni a la Iglesia. "Yo
iba muy por libre, pensaba que la Iglesia era demasiado dura, porque rechazaba
el dinero y porque pedía sacrificios".
Se
volcó en asistir a cursos
de crecimiento personal: "Cómo organizarse bien, cómo tomar buenas
decisiones, cómo ahorrar, cómo gestionar las emociones, cómo tener buenas
relaciones personales... me interesaba todo eso, pero no involucraba a Jesucristo en ninguno de esos temas. Tardé
tiempo en entender que sin sacramentos y comunidad podemos acercarnos a Jesús
sólo por poco tiempo".
Murió
su madre y su padre se volvió a casar. Los hermanos se iban alejando poco a
poco unos de otros. Los cursos
de 'crecimiento' a los que iba tenían cada vez tonos más cercanos a la New Age y los veía
desequilibrados.
Rodeada de ministros, visitó cada país
de la UE
Con
42 años era asesora de Asuntos Europeos, acompañaba al Ministro Luis de Guindos y a delegaciones
españolas a reuniones por toda Europa. "Había una reunión cada
mes en Bruselas y cada seis meses en otro país. Yo hablaba inglés e italiano. Visité casi todos los países
de Europa, en las reuniones de ministros, las bilaterales..."
Veía
a políticos de Europa del Norte hablar mal de Europa del Sur por su deuda alta.
"Una vez vi al Gobernador del Banco Central de Luxemburgo pedir que nos
multaran por ser poco ahorradores. Le
dijimos: 'Si Luxemburgo dejara de ser paraíso fiscal y de atraer así a empresas
de nuestros países, tendríamos mejor renta'. Un paraíso fiscal presumiendo de
virtuoso...".
Eso
le hizo pensar que la
ética y la coherencia no era sólo una exigencia entre países, sino también en
la vida de cada persona. Intuyó que la mejora de Europa no sólo pasaba por
mejorar la economía, sino por mejorar los corazones de las personas. Y esos
corazones, lo veía ya, no iban a mejorar a golpe de cursos de crecimiento
personal.
Del curso materialista al Retiro de
Emaús
"Fui
a un curso de crecimiento que ya me cansó, porque me quedó claro que los profesores lo único que querían
era cobrar y hacerse ricos. Eso colmó el vaso. Y sentí una inspiración del
Espíritu Santo. Me surgió un
pensamiento claro: 'Tengo que volver a la Iglesia católica. A mi parroquia,
que no sé cual será'".
En
ese momento recibió una llamada de una amiga, otra antigua opositora, una
católica que había rezado por ella pero de la que había desconectado.
Era
un curso de medio año de
unas franciscanas
alcantarinas, sobre vivir el amor esponsal. Lo que le gustó
a Beatriz fue tratar con las religiosas, "me gustaba verlas, tan sencillas y felices". Su
amiga, además, pidió a unas clarisas que oraran por Beatriz. Y la invitó a un
curso de Misión+, de liderazgo con buenos valores.
"Era
un curso muy normalito, pero a mí me dio como una gran ternura, al ver que cada uno, al
presentarse, era un católico comprometido en algo. Pensé que tenía que
comprometerme yo también y saber qué es lo que pide la Iglesia", recuerda.
Viajó
a Medjugorje, donde sintió un mensaje del Espíritu Santo: estaba convencida de que debía
entrar en un grupo de oración, "aunque yo no sabía ni lo que era
eso".
"Un
chico, que era directivo
del BBVA, me invitó a hacer un Retiro de Emaús. Había uno para mujeres en
mi parroquia, pero faltaban tres meses. Pensé: '¿y qué hago este tiempo? Me voy a perder'. Y así decidí
empezar a ir a misa cada domingo".
"No vi a Cristo pero sé que estaba
allí"
Tres
meses después, en el
retiro de Emaús, Beatriz tuvo lo que llama su encuentro con Jesucristo. "Yo
no vi a Cristo, pero ese sábado por la tarde, tras las confesiones, sé estaba
allí, porque unos minutos antes me sentía sola y después supe que no estoy
sola, que Jesús está
conmigo. Primero fue una intención. Luego entendí que yo buscaba al
Señor y que Él me amaba".
Eso
transformó su vida. Se
apuntó a la misa diaria por las mañanas y a confesarse cada 15 días. Pidió
tener director espiritual, viendo que mucha gente en Emaús lo tenía.
"A
mi director le dije, después de tres meses: 'yo no quiero nada raro, yo quiero casarme'. Pero unos meses
después ya le dije, al volver de Medjugorje: 'creo que tengo vocación religiosa, porque veo que lo más
importante para mí es Jesucristo'.
Fuerza del Espíritu Santo
Seguía
explorando la vida de fe. Acudió a un encuentro diocesano grande de la Renovación
Carismática Católica de Madrid. "Guitarra eléctrica, batería, todos cantando y alabando, sin
parar de alabar a Dios... Mucho de eso me iba bien, porque yo tenía ganas de alabar
continuamente a Dios. Me gustó su naturalidad y los frutos. Así
que me apunté, con mi
prima y una amiga, a un seminario carismático, de Vida en el Espíritu, en
San Antonio de la Florida, con el padre Juan Luis Rascón".
En
ese retiro, el padre
Rascón le impuso las manos, rezó por ella, para recibir la efusión del
Espíritu... "y ya ahí sentí
la valentía de empezar a plantearme en serio la vocación religiosa. Yo
necesitaba mucha fuerza para romper con toda mi vida, tenía que tomarlo en
serio. Mi planteamiento ahora era: Beatriz, ¿como quieres morir? Como decía San Ignacio:
¿cómo quieres llegar al fin de tu vida?"
¿Cómo
llegó a las carmelitas? "Yo
antes decía: todo menos carmelitas, no puedo con eso de las rejas, el sacrificio. Pero
tenía una amiga de la infancia que se metió a carmelita. Iba a verla, ella
rezaba por mí y mi vida se ordenó mucho. Yo valoraba sus oraciones. Consideré
otras contemplativas, pero yo
he representado a España, y quería rezar mucho por España, por mi
familia. Sentí mucha atracción por
una orden de santos españoles como Santa Teresa y San Juan de la Cruz".
"Aunque
estudié con las teresianas, al principio SantaTeresa me parecía
inalcanzable. Pero poco a poco vi que lo que yo quería era vida de oración, y Teresa y San Juan son maestros
en eso. Y yo quería algo muy probado, un camino muy probado ya, porque
ya estuve en muchas cosas experimentales y novedosas, de crecimiento",
señala.
Del gimnasio más pijo a las
genuflexiones diarias
Entró
en el Carmelo de la calle Ponzano con 47 años. Ella, que había viajado por tantísimos países por
placer, y luego por toda Europa representando a España, se encerró en un convento, con
torno y rejas.
Pasados
20 meses, le preguntamos qué es lo que más le cuesta de la exigente vida
carmelita. "Pues, mira, yo
en el mundo hacía gimnasio, iba al Reebok, el gimnasio más pijo de todo Madrid,
y tenía mucha fuerza. Pero aquí en el convento hay que hacer 60 genuflexiones al día, y no
paramos. Hay que estar en buena forma física. Aquí andamos mucho, no
sé, 15 kilómetros al día. ¡Ríete del fitness!", comenta divertida.
¿Y
lo que más le gusta del Carmelo? "Cuando estoy con el Señor. Muchos momentos de oración en
comunidad, que las veo como un milagro. Somos gente tan distinta, de
tantas regiones, algunas extranjeras, cada una con sus costumbres... Pero nos
juntamos y compartimos. ¡Eso sí que tendría que aprenderlo la Unión Europea! Y me gustan las conversaciones
edificantes, que te llenan".
¿Y
la familia y los compañeros qué piensan? "Mi familia no lo lleva del todo bien. Estaban algo
alejados. Veo que les va a llevar un tiempo. La amiga aquella que me llamó 'por equivocación' también
decidió consagrarse. Me dijo, divertida, '¡eh, me has adelantado, no puede
ser!" Tras mi
anuncio, dos compañeros de trabajo se han convertido. Estaban alejados
y se plantearon: "Aquí tiene que haber algo". Uno se va a casar por
la Iglesia. El anuncio fue como una bomba para todos, nadie se lo esperaba. Me decían: '¡Pero si tienes
una buena plaza!' Me han llamado compañeros del Ministerio, católicos
practicantes, diciendo que están muy contentos de mi decisión. Y el ministro, Luis de
Guindos, nos escribe. Dice que quiere venir en verano a vernos".
Pablo
J. Ginés
Fuente:
ReL