Los que un día persiguen a los cristianos, pueden arrepentirse años después y retomar la amistad con ellos. Ese ha sido el caso de la familia de Kumar y Lourd Kanhar, en el distrito de Kandhamal, Orissa (India).
Kumar y Lourd Kanhar, con su hija de 20 años, Sor Sanomina. Dominio público |
Como recuerdan las asociaciones
cristianas de la India, las persecuciones en Orissa de 2008 afectaron
a casi 400 iglesias y capillas cristianas que fueron
destruidas, sobre todo en aldeas pobres de adivasis y dalits, que incluso están
fuera del sistema de castas. Unas 6.500 viviendas de cristianos fueron
arrasadas, más de 100 personas fueron asesinadas y al menos 40 mujeres
fueron víctimas de violación, de acoso y de humillación sexual, como fue el
caso de la religiosa Meena Barwa.
Numerosos dispensarios y escuelitas católicas fueron saqueados. Unas
56.000 personas huyeron de sus aldeas y se escondieron en los bosques, 12.000
niños perdieron sus clases ese año.
En su aldea (llamada Sadingia, en la
parroquia de Pobingia), la familia Kanhar era la única familia
católica, vecina de 54 familias hindúes.
Llegó la persecución en agosto de
2008. La resume el padre Madan Singh, director del centro de servicios sociales
Jana Vikas, en la agencia misionera AsiaNews.
"El señor Kumar fue brutalmente
golpeado. En aquella época, Salomina tenía cinco años. Cuando la gente
los atacó, destrozaron su casa, dañaron la propiedad y se llevaron 7 cabras, 5
ovejas y 4 vacas. Quisieron obligar a Kumar a renegar de Jesús, pero
les dijo: 'No renegaré de mi Señor, que me dio la vida y la fe, estoy dispuesto
incluso a morir'. Lo obligaron a marcharse del pueblo, dejándolo todo y
llevándose a su mujer y a sus tres hijos. Su familia fue al campo de socorro de
Janla, dirigido por las monjas de la Madre Teresa en Bhubaneswar".
Los problemas perduraron incluso
cuando pasó la ola de violencia que impulsaban extremistas hindúes.
"Aquella experiencia le rompió el corazón. Incluso cuando regresó
al pueblo, lo amenazaron con matarlo si practicaba el cristianismo. Pero
perseveró en su fe, volvió a cultivar la tierra y reconstruyó su
casa", explica el sacerdote.
El misterio de la vida consagrada
En el centro social Jana Vikas, la
familia conoció a un sacerdote, y Salomina, fue descubriendo, en el
trato con él y las religiosas, una vocación a la vida consagrada. Era la
única hija de una familia pobre, pero el padre lo aceptó.
"Dios me ha dado una hija
única y yo la he entregado a la obra de Dios", dijo el padre de
familia al sacerdote.
Así, a los 20 años, Sor Sanomina
Kanhar ha hecho su primera profesión en las Hermanas de Nuestra Señora de
Fátima de Bangalore. Y el mismo pueblo que hace 15 años participaba en
la expulsión de su familia, donde vuelven a vivir, ahora lo ha celebrado con
una fiesta.
"Las mismas personas que
persiguieron a su familia, hoy recibieron a Sor Salomina en su casa
desde la entrada del pueblo con bailes y música tradicionales. También
ayudaron a cocinar la comida para los invitados y familiares", ha
constatado el padre Singh.
"El párroco, el padre Cassian
Pradhan, organizó la ceremonia, a la que asistieron nueve sacerdotes y
cuatro religiosas y más de 400 cristianos de los pueblos vecinos. Fue
un testimonio de fe y un signo de unidad y fraternidad", añade. A veces,
las persecuciones también pasan, y la reconciliación es posible.
Nuevos episodios de violencia hoy
El sacerdote quiere difundir esta
historia mientras se suceden nuevos episodios de violencia en otras regiones de
la India. Los últimos se están dando en Manipur,
donde choca el grupo étnico meitei con otros grupos tribales locales.
Hay miles de desplazados, a los que
intenta ayudar con equipo de emergencia la arquidiócesis de Imphal. El cardenal
Anthony Poola, arzobispo de Hyderabad, envió un mensaje a todas sus parroquias
(un centenar, con 120.000 fieles) invitándolas a realizar una colecta
extraordinaria este domingo en favor de los hermanos desplazados y sufrientes
de Manipur, y pidiendo que recen por el fin de la violencia.
P. J. G.
Fuente: ReL