"No nos dejemos abrumar por el presente, sino sigamos a Cristo, que es el camino hacia la felicidad"
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A la hora del Regina Caeli el Papa Francisco
recordó las palabras del Evangelio del día e indicó la brújula para llegar al
lugar preparado por Dios para nosotros: amar a Jesús, creer en Él, imitarlo con
gestos de cercanía y misericordia hacia los demás
Cuando el miedo atenaza la
garganta, cuando se está agotado por la enfermedad, por el dolor de la pérdida
de un ser querido, o turbado por las tormentas de la vida, cuando se
experimenta el cansancio y el fracaso, a menudo se emprende el camino
equivocado, se buscan recetas inútiles, se encierra uno en la soledad incapaz
de afrontar ese mal que parece más grande y más fuerte que todo. En cambio, hay
un Camino y es Cristo.
Dios no
abandona a nadie
A la hora del Regina Caeli,
mirando la Plaza de San Pedro llena de fieles y peregrinos, y a los ojos del
mundo entero, el Santo Padre se hizo eco de aquel "no tengan miedo"
que Jesús dirige a los discípulos poco antes de su muerte. Palabras
tranquilizadoras – dijo – que imprimen en los corazones perdidos, certeza y
esperanza. En efecto, prosiguió diciendo Francisco:
“Él no los
está abandonando, sino que va a preparar un lugar para ellos y los va a guiar
hacia aquella meta. De este modo, el Señor nos indica hoy a todos nosotros el
maravilloso lugar al que debemos ir y, al mismo tiempo, nos dice cómo ir hasta
allí, mostrándonos el camino que debemos recorrer”
Jamás olvidar
la belleza de la meta
Jesús – agregó el Santo Padre al
comentar el Evangelio de hoy – va a preparar un lugar, "una casa", la
del Padre, donde hay espacio para todos, donde todos son acogidos, amados y
consolados por el calor de un abrazo. Él no se separó de nosotros, sino que nos
abrió el camino anticipando el destino final: el encuentro con Dios.
“Entonces,
cuando experimentemos cansancio, desconcierto e incluso fracaso, recordemos
hacia dónde se dirige nuestra vida. No debemos perder de vista la meta, incluso
si hoy corremos el riesgo de olvidarlo, de olvidar las preguntas finales, las
importantes: ¿Adónde vamos? ¿Hacia dónde caminamos? ¿Por qué vale la pena
vivir?”
“Sin estas preguntas sólo
exprimimos la vida en el presente, pensamos que debemos disfrutarla lo máximo
posible y terminamos por vivir al día, sin un objetivo, sin una finalidad.
Nuestra patria, en cambio, está en el cielo (cf. Fil 3, 20),
¡no olvidemos la grandeza y la belleza de la meta!”.
La brújula
para alcanzar el Cielo
“He aquí la brújula para alcanzar
el Cielo: amar a Jesús, el camino, convirtiéndose en señales de su amor en la
tierra, dijo el Obispo de Roma.
“Hermanos y
hermanas, vivamos el presente, tomemos con nuestra mano, tomemos con la mano el
presente, pero no nos dejemos arrasar por él; miremos hacia arriba, miremos al
Cielo, recordemos la meta, pensemos que estamos llamados a la eternidad, al
encuentro con Dios. Y, desde el cielo al corazón, renovemos hoy la elección de
Jesús, la elección de amarlo y de caminar detrás de Él. Que la Virgen María,
que siguiendo a Jesús ya llegó a la meta, sostenga nuestra esperanza”
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